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Bill podría acostumbrarse a la tranquilidad de las noches en casa de Jeffrey.

Hay algo particularmente relajante en escuchar las divagaciones de Jeffrey cuando lucha desesperadamente contra el cansancio mientras comparten la cama de su habitación. O cuando lo encuentra levantado temprano en la mañana preparando sandwiches en la cocina para que los dos puedan comerlos a la hora del almuerzo, mientras lucha para poder sacar el cansancio de sus ojos.

Bill encuentra siempre algo en el pelinegro y su presencia que lo hace sentir diferente, menos solo y más importante.

Y casi sin percatarse de ello, cuenta las horas durante el día y espera desesperadamente las noches.

Las horas que ha pasado en la casa de Jeffrey; cenando con él y con su madre mientras les pregunta a ambos sobre su día y les cuenta historias sobre sus compañeros de trabajo; haciendo la tarea cuando el pelinegro se sienta en completo silencio en el piso de su habitación con su cuaderno en su regazo tratando de resolver ecuaciones y de darle significado a textos antiguos; y viendo películas hasta el amanecer en los turnos nocturnos de la madre de Jeffrey, podrían ser fácilmente los momentos más tranquilos que ha vivido en mucho tiempo.

Bill Bailey comienza a creer que Jeffrey Isbell podría ser la mejor persona que ha conocido en toda su vida.

El pelinegro es su mejor amigo; es el compañero que se sienta a su lado en clases, es su equipo en las tareas más complejas, es su compañía durante el almuerzo, es quien pelea contra tipos más grandes que alguna vez fueron sus amigos por defender al pelirrojo cuando este está cansado de pelear, y es la persona que se acuesta a su lado y lo hace sentir seguro, más feliz y menos triste mientras le cuenta historias extrañas de su vida antes de mudarse a Lafayette.

Bill está seguro de que Jeffrey es su mejor amigo, incluso si no le ha contado toda su vida, incluso si es molesto, incluso si es raro como el infierno y lo hace poner los ojos en blanco con frecuencia.

Bill lo extraña cuando su padre lo hace regresar a su casa para poder fingir que al menos tiene un poco de interés en su hijo.

Incluso si no lo dice, él lo siente en el centro de su pecho, lo siente tanto y tan fuerte que a veces cree que podría llorar entonces cree que casi podría querer abrazarlo. Sin embargo, en momentos como ese solo le dice que se calle porque no lo ha dicho, no en voz alta.

Y después de regresar de la casa de sus padres, Bill se sienta ansioso en la cama del pelinegro mientras lo observa, porque lo extrañó y quiere decirlo porque las palabras burbujean en su pecho pero no quiere decirlo, así que solo observa mientras fuma en la ventana abierta de su habitación.

—Hey Bill, —dice de pronto, como si el pelirrojo no lo hubiera estado observando ya. Sin embargo Bill debe haberse distraído en algún momento porque el cigarrillo parece haberse consumido completamente entre los dedos de su amigo y actualmente está siendo depositado en el cenicero junto a las otras colillas de cigarro— ¿tienes algún otro talento aparte de ser bonito y tocar el piano?

—Vete al diablo Jeffrey, deja de decirme esas cosas. —dice poniendo los ojos en blanco tratando de ignorar el ardor en sus mejillas que a estas alturas deben estar coloreadas de un rojo escandalosamente brillante.

—¿Por qué, cherry? ¿Acaso te pongo nervioso? —responde con media sonrisa mientras se acerca hasta donde se encuentra el pelirrojo sentado en su cama.

—Sí, imbécil, me incomodas.

—Hm —tararea con el ceño fruncido mientras se sienta a su lado—, lo siento, cherry. En ese caso me detendré. —dice seriamente antes de quedarse unos minutos en silencio, dudando por un momento— Entonces... ¿Tienes algún otro talento? —cuestiona finalmente mientras se recuesta completamente en la cama.

𝗰𝗵𝗲𝗿𝗿𝘆; izzaxl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora