chpt. 16

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Bill esperó cuidadoso hasta que el último vestigio de luz se apagara en el cielo nocturno.

Frente al espejo fragmentado, cepilló con la punta de los dedos un par de ansiosos mechones de cabello rojo que caían sobre sus ojos. Pasaron unos momentos antes de que escuchara el televisor apagarse en la planta baja, y unos cuantos más siguiendo el andar de pasos toscos subir las escaleras y atravesar descuidados el corredor, escuchando finalmente la puerta de ese dormitorio cerrar con pestillo.

Bill contuvo la respiración un par de segundos, controlando el impulso de salir corriendo de inmediato. Caminando sobre las puntas de sus pies, llegó hasta la ventana y aguardó.

Cuando transcurrieron minutos enteros de puro silencio Bill se mordió los labios, luego abrió la ventana con cautela. Se deslizó fuera tan silencioso como pudo y cayó sobre sus rodillas en el pasto.

El gruñido enojado al otro lado de la cerca lo hizo encogerse.

En sus planes de escape se olvidó de incluir al recién adquirido Tobi, el bulldog que su vecina adoptó la semana pasada y que ahora paseaba libremente por todos los jardines del vecindario.

Sin detenerse a pensar dos veces, Bill salió corriendo tan rápido como sus piernas y su deficiente condición física se lo permitieron. Los ladridos cerca de sus pies no tardaron en hacerse presentes, con el corazón en la garganta apretó los ojos y puso toda su energía en quemar las suelas de sus zapatos en el pavimento.

La determinación fue tal que no se percató de que iba llegando al punto que él y Jeffrey establecieron para encontrarse, ni de que el perro lo dejó de seguir desde hacía varias calles atrás hasta que chocó de lleno contra el delgado torso de su amigo.

—¿¡Qué demonios!? —maldijo el pelinegro, que se había encontrado encendiendo distraídamente un cigarrillo. Estuvo a punto de reñir al causante de que su encendedor de cinco dólares saliera volando cuando que se dio cuenta de que, de hecho, estaba siendo abrazado por su atacante. Con confusión frunció el ceño y observó al que jadeaba aferrado a su torso.

— ¿Bill?

—El, el perro —fue todo lo que dijo entre respiros.

Jeffrey frunció el ceño nuevamente tratando de observar a la lejanía a la bestia que tenía a Bill temblando en sus brazos. Lo encontró detrás de los pies del pelirrojo, sentado sobre sus patas traseras, ladeando su enorme cabeza.

—Hola, amigo —lo saludó Isbell, provocando que el más bajo saltara de sus brazos y se escondiera detrás de su espalda. Entrecerró los ojos, sospechoso del movimiento de la excusa de resorte que el cachorro tenía por cola—. Tranquilo, Bill. Él no va hacerte nada ¿verdad que no? —le cuestionó al perro, inclinándose para rascar con efecto el sitio entre sus orejas.

—Es horrible. —dijo, aún con la respiración irregular.

—¡Oye! Por supuesto que no. —reprendió con el ceño fruncido en dirección a su amigo. Cambiando su expresión, se volteó una vez más al perro sin dejar de acariciarlo—. No le hagas caso, amigo, yo creo que eres apuesto.

—¡Me persiguió hasta aquí, Jeffrey! —exclamó molesto—. Esa cosa quería matarme.

—Probablemente pensó que estabas jugando —refutó el más alto con calma— ¿Te atacó acaso?

—No.

—¿Entonces por qué estabas corriendo?

—Porque... —Isbell lo observó enarcando una ceja, deduciendo que Bill solo había salido corriendo y el perro probablemente pensó que se trataba de algún juego. Bill bufó y comenzó a alejarse calle abajo. — Odio a los perros.

𝗰𝗵𝗲𝗿𝗿𝘆; izzaxl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora