Capítulo 8

162 15 0
                                    

P.O.V Luzu

Había salido por algo de comida y no había conseguido nada. Los únicos monstruos que había matado me dejaban cosas envenenadas, por ende no lo podíamos comer. Me sentía débil, hacía como 2 o 3 tres días que no comíamos nada, con suerte podíamos dormir 2hrs al día pero siempre teníamos pesadillas y parecía que en cualquier momento me iba a desmayar para entregarme a la dulce muerte, pero no podía Vege estaba esperándome en la cueva. Desde que llegamos él había cambiado, no hablaba mucho ni tampoco sonreía, me dolía no lo voy a negar, él siempre fué un chico muy amable, le gustaba ayudar a los demás y se daba los momentos para asegurarse de que nosotros estuviéramos bien.

Me estaba esperando en nuestra pequeña cueva, tuve que obligarlo prácticamente a quedarse ahí y que se durmiera, se la había pasado los últimos días velando por mi salud después de aquella vez que me desmayé, pero ahora que estaba bien me tocaba ver por él y estaba decepcionado de mí mismo, no encontré nada de comida en mi viaje y ya llevaba bastante tiempo fuera, sin embargo cada vez que Vegetta salía a buscar comida siempre encontraba aunque fuera un poco y en mucho menos tiempo del que yo llevaba vagando.

Con una frustración interna por mi impotencia y muy a mi pesar decidí volver a la grieta. Estando en el inframundo es muy difícil orientarse, prácticamente porque ves puras sombras, lo que parece arena o piedras de color rojo y lava por todas partes, la verdad es que me sorprendía bastante que Vegetoide no se hubiera perdido (teniendo en cuenta sus "increíbles" dotes de orientación) en este inmenso desierto hecho para sufrir toda tu estancia en este lugar.

Estaba tan inmerso en mi desgracia y pensamientos que no noté la sombra que se cernía detrás mío hasta que ya la tenía casi encima. Sin pensarlo dos veces giré y esquivé una espada gigante cubierta en sombras que iba directo a matarme.

No sabía quién era mi atacante, pero parecía dispuesto a acabar con mi vida en cualquier momento. Era demasiado alto, medía unos 5 metros aproximadamente, su silueta parecía ser de hombre pero era difícil de saber cuando está cubierto en puras sombras al igual que su espada, y no, no habló en el sentido de que no había suficiente luz como para observar todos los detalles que podría tener. Hablo en el sentido más literal de la palabra. Alrededor de lo que parecía ser un hombre había un remolino hecho de puras sombras que lo cubría, como una especie de armadura que protegía hasta la más mínima presencia de piel que pudiera tener. En sus manos había una espada adaptada a su tamaño y al igual que él, su arma estaba cubierta en un remolino más pequeño de sombras e increíblemente aún estando "cubierta" lograba transmitir el increíble poder que contenía en su interior.

Los sentimientos se empezaron a apoderar de mí cuerpo, estaba asustado, nervioso e intentando no entrar en pánico. Mi enemigo era impresionantemente rápido y ágil para su tamaño, no flanqueaba a la hora de lanzar estocadas las cuales apenas y podía esquivar. Yo era bueno con la espada e inclusive con el arco, pero mi oponente jamás había sido un gigante cubierto en la sustancia negra de la cual muchas personas temen. Me sentía completamente indefenso a su lado, mantenía mi espada en mis manos intentando buscar algo de calma y valentía para atacar pero ni siquiera sabía si mi arma traspasaría su armadura.

No sabía qué hacer, en un momento dado él dió un mandoble que sólo pude esquivar pasando por medio de sus piernas logrando así quedar detrás de él. Su espalda no era diferente del frente de su cuerpo, curiosamente tenía un gran bulto en la parte alta de esta, al inicio creí que era una joroba pero más tarde comprendí que era una especie de mochila también hecha de oscuridad, parecía contener algo en su interior y antes de que supiera que estaba haciendo mi cuerpo ya había actuado por sí mismo. El gigante había lanzado otra estocada y yo aproveché su velocidad y fuerza para brincar encima de su arma e impulsarme hacia la parte de arriba, con una valentía que no supe de donde saqué, me agarré a su mochila y asomé mi cabeza dentro de ella, algo complicado de hacer teniendo en cuenta que estaba encima de un hombre enorme que se movía como si estuviera montado en un toro mecánico, aún así logré mí objetivo y quedé horrorizado con su contenido.

Sentí como todo se detenía a mí alrededor, mi mente dejó de pensar, mi horror se convirtió en ira, no sentía nada más que odio hacía el ser en el que estaba subido, ni siquiera me puse a analizar o pensar en posibles trampas simplemente había visto unos toques morados y dorados, eso fue todo lo que necesite para tener claras las cosas. Iba a pagar este hijo de perra por tocar a Vegetta y creer que lo iba a poder secuestrar sin que yo hiciera nada.

Me dejé llevar por mis instintos y mis emociones, muchos recuerdos pasaron por mi mente, sobretodo las traiciones se apoderaron de ella, eso simplemente me enojaba más dándome así las energías y la fuerza suficiente para poder seguir peleando aún y cuando segundos antes creía que iba a morir sin más. Actué de manera automática; esquivada, giro, estocada, mandoble, salto, arco, de alguna manera estaba hiriendo al tornado de sombras y también al hombre sin yo sufrir heridas. Por cada herida que le lograba hacer salía de esta un extraño líquido dorado como el oro pero en ese momento poco me importaba que estuviera sufriendo. De alguna manera y sin que me diera cuenta ya había destruido su oscura armadura pudiendo ver por fin la cara y apariencia de mi atacante. Al ver que estaba desprotegido lo primero que hizo fue reducir su tamaño hasta que quedamos a la misma altura, lo admiré y debo admitir algo... era increíblemente guapo.

Su cabello era lacio, un poco largo y de color negro azabache, su tez tenía un color cenizo, sus ojos al igual que su cabello eran negros, vestía una chaqueta de aviador negra con gris y blanco, traía unos pantalones grises y tenis negros, a su alrededor se paseaban sombras de color rojo como las que habitaban en este lugar, tenía una enorme sonrisa en su cara dejando ver unos perfectos dientes blancos mientras me veía con... orgullo?

   - Hola Luzuriaga - me dijo con una voz profunda pero amable - mi nombre es Tártaro y quiero que vengas conmigo.

   - Por qué debería hacer eso?- pregunté si dejar de apuntarlo con mi espada

   - Porque tengo a tú amigo - me dijo confiado

   - Deja ir a Vegetta - mi voz salió más amenazante de lo que esperaba

   - No, no me refiero a él, calma - me dijo intentando mostrarse confiado, pero aseguraría que ví un pequeño destello de miedo en sus ojos, no sabía porqué hasta que ví mi propio reflejo en el arma que tenía en mis manos, seguía siendo yo mismo, excepto porque estaba cubierto de un aura de color blanco, con gris y negro, no sabía lo que era pero decidí calmarme - ¡Perfecto! Ya podemos irnos

   - No, primero dime quién es ese "amigo" - dije sarcástico y recalcando la última palabra

   - Dejemos que él se presente por sí mismo.

Apenas terminó de decir eso detrás suyo comenzó a faltar la luz en un círculo perfecto, cada vez comenzaba a oscurecerse más esa figura hasta que quedó completamente sumida en la oscuridad, fue entonces cuando me percaté de que incluso habían pequeñas estrellas en ese lugar y como sí fuera por arte de magia salió de él una persona vestida de negro con toques verdes, tenía el cabello cubierto por una gorra de los mismos colores y sus ojos verdes brillaban cual esmeraldas.

   - Hombre! Luzu! Qué tal todo compañero? - me saludó - ven, tenemos mucho de qué hablar- me extendió su mano y si dudarlo ni un minuto, la tomé y lo seguí al portal que abrió con Tártaro detrás mía y Staxx a mí lado.

Cuando la paciencia lastima (Karmaland AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora