Lo más interesante del viaje fue poder detenerse en un poblado lleno de colores, con un mercado rebosante de comida, artesanías, licores y cosas tan brillantes que solo caminar por el pasillo no le darían el tiempo suficiente para admirar cada uno de esos detalles.
Wen Ning caminaba a su lado, oculto bajo las capas de túnicas oscuras y la capa roja con la que SiZhui le había cubierto para que la gente no se asustara al ver su naturaleza muerta. Después de haber despedido a Lan WangJi y Wei WuXian, visitar los túmulos funerarios y hacer sus ofrendas a sus familias fallecidas, ambos se dirigían directo a Gusu Lan. Wen Ning tenía el deber de dejar ahí a SiZhui y ya luego vería qué hacer.
No había estado planeado, no lo habían considerado de ninguna manera. Solo había ocurrido.
Las pequeñas casas que habían crecido conforme caminaban les había confirmado que estaban entrando a un poblado, uno pequeño que se mantenía a base de ese extenso mercado que parecía no encontrar el fin. Desde frutos y animales hasta cerámicas y tejidos. Colores y olores diferentes. Ambos se habían sentido tan cómodos que decidieron pasar ahí la noche.
Ninguno había notado las miradas brillantes de los pueblerinos, analizándolos y marcándolos sin tocarlos.
No fue hasta en la noche que Wen Ning no se presentó en la cena que SiZhui sintió que algo no estaba bien. El asiento vacío delante suyo gritaba inseguridad pero no había rastros de nada, no había energía resentida ni personas sospechosas. Solo un montón de ancianos, mujeres y hasta niños que parecían disfrutar su última comida del día. Había tocado la puerta de su tío -porque claro, viajando con él su insistencia por rentar dos habitaciones había sido tal que Wen Ning no se pudo negar-, esperando por una respuesta. Pero nada.
Sintiéndose con una carga en el corazón se levantó de la mesa, caminando por el pasillo ignorante de todas las miradas que lo seguían por detrás, ahora serias. Abrió la puerta de la posada y aseguró regresar antes de las nueve de la noche.
—¡Qué tonto! —Exclamó una mujer cuando SiZhui se adentraba más al bosque. —¿En verdad cree que regresará?
Las carcajadas de todos, incluidos los niños que estaban sentados en el suelo de madera, retumbaron por el negocio. Burlándose de un alma inocente que pronto se perdería en la boca de un mal sin fin.
El bosque era espeso, sí, pero eso no lo detendría en continuar su búsqueda, debía encontrar a su tío porque, para iniciar, no sabía la razón detrás de su desaparición en la posada. Dar vueltas en el lugar comenzó a marearlo, sintiéndose cansado, afligido y preocupado. La garganta dolía por todas las veces en las que había llamado a su nombre sin respuesta alguna.
Miró la noche alzarse sobre su cabeza, la luna brillante y las estrellas brillando y recordándole que ya habían pasado de las nueve. Debería regresar al local y esperar al día siguiente, tal vez su tío solo había dado una vuelta por ahí y ya regresaría. Por supuesto, eso era.
—¡Ayuda!
Estruendoso, abrumador. El grito lo obligó a adentrarse más en las oscuridades del bosque, entere esos árboles que se alzaban prepotentes y el césped batido en lodo que mancharían sus botas blancas. Corrió hasta donde el grito había resonado.
—¡Por favor, alguien! ¡Ayudadme!
Sentada en el suelo, abrazando su cuerpo helado por la noche, con el rostro bañado en lágrimas una mujer de edad gritaba aterrorizada. Las miradas chocaron y SiZhui sintió la necesidad de salir huyendo de ahí, correr hasta desaparecer de ese lugar, esfumarse de ese pueblo jamás visitado. Esconderse en los Recesos de las Nubes y encontrar la seguridad que desde hacía horas atrás había perdido.
Pero su deber como cultivador era para con la gente que lo necesitara, que necesitara de alguien que pudiera protegerlos de cosas que ellos no podían. Así que armándose de valor, como jamás en su tiempo de cultivador había hecho, se animó a acercarse a la mujer que temblaba en el barro.
Fue como si todo se congelara, la mujer borró su expresión de dolor para dejar una neutra, ojos apagados como si fueran una muñeca sin vida. Ajena al mundo y a la vida. SiZhui se asustó, no por tenerle miedo a los fantasmas, más que nada por el pavor del mismo ser humano, de su personalidad y lo que se podía convertir en un futuro.
Respiró profundo y entonces, después de un mísero parpadeo, la mujer gritó exasperada. Gritó con una fuerza en sus pulmones que SiZhui se sentía diminuto e impotente. Tenía más miedo de ella sobre lo que sea que se pudiera enfrentar a futuro.
—Ayúdame, ¡Por favor! —Se aferró a su túnica blanca, con el rostro manchado de lágrimas y las manos de lodo. —Se lo ha llevado, ayúdalo, ¡Sálvalo! ¡Por favor!
Se obligó a mantener la calma, hincándose en el pantano y tratando de comprender las palabras que le soltaba sin mucha claridad.
—Mi hijo, mi hijo —Gritaba eufórica. —, Se lo tragó, ¡Esa cosa se lo tragó!
El dedo señaló la cueva oscura, sin nada más allá que su propia profundidad. Era una invitación a lo desconocido, algo que no estaba seguro poder manejar pero como su deber dictaba, debía intentarlo. Wei WuXian se lo dijo y demostró, recordando sus raíces y aquellos a los que siempre llevaría en la memoria: "intenta la imposible" y, aunque no perteneciera a la secta Jiang, bien podría intentar seguir esa línea.
Lanzó una bengala, de esas que iluminaban el cielo con el emblema de Gusu Lan. Con una promesa que no sabía jamás cumpliría, con un destino ya sellado y un talismán ardiendo en su mano derecha, ingresó. Manchando sus botas de lodo, cuidando no pisar en una falsa superficie que causara un accidente irremediable.
Perdiéndose en la oscuridad, lo suficientemente lejos de la entrada, la mujer estalló en carcajadas. El aire le faltaba por las risas incontrolables que la consumían, sosteniéndose del estómago y limpiándose las lágrimas con sus manos sucias.
Un niño vestido de túnicas cobre salió de entre los matorrales, limpio y pulcro. Abrazó el cuerpo de su madre, escondiéndose en su pecho, disimulando las risas que mataban por consumirlo.
—Pobre niño tonto. —Se burló, sintiendo las caricias de su madre en su cabello peinado. —Jamás saldrá de ahí, ¿Cierto?
Negó con su cabeza, abrazando al niño mientras continuaba riendo, un poco más calmada. —No lo hará.
Aseguró. Levantándose del barro, sacudiendo un poco sus túnicas y cargando en sus brazos al niño, comenzó a caminar en dirección contraria de la cueva, abandonando al cultivador libre de pecado que ahora se dirigía a una perdición inminente.
—Y si lo hace, —De nueva cuenta se vio envuelta en esa risa incontrolable, maniática. —Deseará no haber salido nunca.
AlexG.
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Tu-tu-tu-tú [MDZS].
FanfictionPorque caer en ese círculo rojo brillante de pecados, solo fue el comienzo de un dolor inexplicable. Enfermedades sin curas, desastres abominables y pesadillas reales. Donde SiZhui jamás debió entrar a esa cueva oscura y pegajosa, donde sus pies se...