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Lo último que quería era salir de entre las mantas de seda blanca. Con el frío que le calaba hasta los huesos, mucho menos. Pero las ganas de vaciar la vejiga eran gigantes y podían más contra el querer de quedarse en una cama que no le pertenecía y le hacía tremendamente feliz. 

Por eso caminaba arrastrando la túnica que no era suya pero había sido la primera que encontró entre el desastre que era el suelo del Hanshi. Ahora sabía por qué los discípulos de la secta Lan no morían del frío, con esas túnicas gruesas cualquiera caminaría sin más que comodidad de por medio en los pasillos de los Recesos de las Nubes. 

Jamás le molestó la oscuridad, aunque tampoco era lo más preciado en su lista de favoritismos. Lo que le molestaba era ver la sombra entre los árboles, una distorsionada. 

Un escalofrío le trepó por la espalda, como una mala señal. Tragó grueso al ver los movimientos bruscos acercándose de a poco, tambaleándose entre árbol y arbustos. Bien, no llevaba a Sandu a la mano pero con Zidian era más que suficiente para defenderse. De todas formas el ruido alertaría a todos a esas horas de la madrugada.

Se puso en posición, esperando el momento indicado para atacar. Lo mejor sería ver la cara del contrincante, esperar a que mostrara quién o qué era. Zidian brilló pero antes de convertirse en látigo un quejido de una voz familiar le molestó. 

—Aish —las ramas tronaron bajo su torpe paso—, como odio salir a esta hora.

Wei WuXian salió de entre los arbustos, acomodando la túnica blanca que se le resbalaba por el hombro. Los dos se miraron por segundos antes de que Jiang WanYin rodara los ojos y continuara con lo suyo. 

—Oh, Jiang Cheng. Que casualidad —se le pegó en el mismo árbol, ganándose un bufido por parte del menor—. ¿Orinando en esta madrugada de invierno?

—Vete al cuerno.

Acomodó sus pantalones y luego las túnicas no suyas para dar la vuelta, escuchando las risas del que alguna vez había sido su shixiong. Las cosas entre ambos iban mejorando, poco a poco. Muy poco a poco. Había comenzado con una mirada torpe e incómoda en alguna reunión después de aquella noche en aquel templo que todos deseaban olvidar. Había continuado con saludos a medias cuando WanYin iba a Gusu y después, gracias a algún chiste bobo de Huaisang, los tres comenzaron a dejar renacer una relación muerta años atrás. No iba a decirlo en voz alta frente a ellos dos, ni tampoco confesaría que lo había comentado alguna noche compartida en el Hanshi bajo el cobijo de Lan Huan pero en realidad, llevaba demasiado tiempo deseando aquello que incluso fruncir el ceño, ahora, se le hacía más complicado.

Pero entonces los dos se callaron, deteniéndose en su lugar después de que el chillido de un animal retumbara con fuerza en la montaña. Ambos se miraron confundidos, preocupados. 

No iban a dar la vuelta y correr directo a las casas de sus respectivas parejas, no les iban a llorar ni mucho menos. Por eso, aún descalzos y vistiendo como vestían caminaron juntos atentos del ambiente.  ¿Monstruos dentro de los Recesos de las Nubes? Imposible, no podía ser así. Por lo menos no sin que todos en el lugar lo supieran.

La oscuridad aumentaba y disminuía conforme caminaban, las copas de los árboles prohibían el paso de la luz de la luna. Las aves habían prendido el vuelo cuando otro sonido similar los alertó. Ver a dos conejos muertos fue lo de menos, no importaba que de uno de ellos solo quedara la piel, los huesos y la sangre del que alguna vez había sido una bola blanca que se ocultaba por ahí. 

Lo que en verdad provocó el desconcierto de ambos fue ver a alguien ahí, arrodillado. El sonido del cómo sorbía algo líquido casi hacía que Wei WuXian quisiera vomitar al instante. La túnica blanca del personaje frente a ellos estaba batida de barro en la parte inferior, sus pies descalzos empapados en la sangre tibia de esos dos animales. 

Tu-tu-tu-tú [MDZS].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora