Cap. 1

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DISCLAIMER/AVISO: esta historia fue escrita por pura diversión y sin ningún ánimo de lucro. "El Mandaloriano" y el universo de Star Wars pertenecen a Disney, George Lucas, Jon Favreau y otros genios que hacen nuestra vida más bella :)


El vacío y la oscuridad del universo lo recibieron en un abrazo familiar luego del desastre con Moff Gideon.

El niño estaba a salvo, tanto como podría estarlo, abrochado a su silla de copiloto y observando con una curiosidad inagotable todo lo que el mandaloriano hacía, cómo conducía la nave, cómo le hablaba vagamente y con afecto, los planetas que pasaba y las otras naves que circulaban en ocasiones cerca a ellos, haciendo que el hombre se tensionara hasta que volvían a alejarse.

Esto era familiar, era bueno. Tan bueno como podía llegar a serlo, por lo menos mientras encontraba la pista de la tribu de brujos Jedi a los que pertenecía el niño.

* * *

Unas reparaciones mecánicas lo obligaron a descender en Humala, un planeta que orbitaba sin rotación alrededor de una estrella joven. Como resultado, una de sus caras estaba siempre iluminada, en un día perpetuo y la otra estaba siempre oculta por la oscuridad, sumida en una noche interminable. En la zona del medio ("Del Ocaso", la llamaban sus habitantes), encontró un puerto y un mecánico decente a quién solicitar los repuestos y reparaciones que necesitaba.

Mientras el mecánico trabajaba, fue a la posada de viajeros más antigua del lugar en busca de algún trabajo local con el cual asegurar el pago del mantenimiento del Razor, así como un poco más para sus propios gastos.

- La hija del jefe de la tribu Jawa está enferma – le gruñó la dueña del establecimiento. – El único médico de la zona que conoce sus enfermedades y cómo tratarlas, fue secuestrado. Habla con ellos. Quizá te den para entretenerte, Mando.

Así que lo hizo. Se acomodó al pequeño en la mochila que llevaba siempre junto a su cadera y compró transporte hacia dicha aldea.

La niña había sido envenenada por la picadura de una criatura y el antídoto que el médico les había preparado se acababa. Eso y sus propias enfermedades empeoraban su estado de salud cada día.

El jefe de la tribu no tenía más hijos y temía por el futuro de su clan.

- Pequeños ladrones – murmuró Mando. Pero miró de nuevo a la pequeña Jawa. Sus característicos ojos rojos brillantes eran nada más que dos ranuras en su rostro oculto por la capucha, y daba pequeños lloriqueos de dolor. Bajó la mirada al niño en su regazo y suspiró. – Maldita sea. ¿Tienen una moto jet?

* * *

El médico había desaparecido cuando trabaja en un centro de investigación biológica en la Zona del Ocaso. Se lo habían llevado junto con un par de hard drives en las que, según una científica que había trabajado de cerca con él, estaba consignada una investigación que el hombre liderara sobre los efectos de unos extraños aditivos que estaban siendo liberados en la atmósfera del planeta por un fabricante multiplanetario.

El gobierno local había autorizado esta operación, y el médico sospechaba que, en realidad, dicha negociación era un pacto ilegal que involucraba mucho dinero y daba luz verde a la experimentación con elementos que podían ser venenosos para casi todas las especies.

El mandaloriano no necesitaba escuchar mucho más para saber qué había sucedido.

La información que logró desenterrar lo llevó al área nocturna del planeta, más exactamente a una sub instalación de "seguridad" repleta de mercenarios que habían llegado cuando el fabricante mutiplanetario iniciara sus operaciones. Parecía que se esperaban la oposición de los habitantes locales, por lo que vigilaban día y noche el complejo industrial desde donde se emponzoñaba la atmósfera.

De improbabilidades y órbitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora