Capítulo 21

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El grupo de asalto que se había tomado el Crucero después de neutralizar su principal seguridad, se volvió como uno solo cuando las puertas del Puente de Mando se abrieron. Moff Gideon, esposado, sangrando y con expresión de haber sido ultrajado, ingresó escoltado por el mandaloriano, que lo había despojado de su arma más poderosa y la blandía justo tras él. Lo seguía Mósdov, llevando al pequeño en brazos.

Cara, Shand y las soldados lantharianas respiraron un poco mejor. Pero las mandalorianas, Koska y Bo Katán, se tensionaron aún más de lo que lo estaban.

La princesa se quitó el casco de un movimiento. Se veía furiosa.

- ¿Qué significa esto? – exigió.

- Significa que atraparon al Moff con vida – Cara se acercó a Larr, sonriendo. Le dio un asentimiento y puso una mano sobre el pequeño, mirándolo con afecto. – Sólo por eso la Nueva República duplicará la recompensa.

- No estoy hablando de eso – el cabello de Katán estaba casi erizado por la ira. – El Sable – se dirigió a Din. - ¿Por qué lo tienes tú?

- Porque lo prefiero en mi mano que clavado en mi abdomen – el mandaloriano desactivó el arma y haló las ropas de Gideon, lanzándolo a los pies de la mujer. – Ahí lo tienes, como lo prometí.

Pero Katán no se veía nada complacida y todos pudieron notarlo, aunque no pudieran entender por qué.

Desde el suelo, el Imperial comenzó a reir.

- Oh, no – dijo dramáticamente, mirando a uno y a otro. - ¿Un conflicto entre mandalorianos? ¡Qué novedad! –. Se dirigió a la princesa - ¿Por qué no lo matas de una vez, antes de que sepa lo que está pasando, y te haces con él?

- ¿De qué está hablando? – exigió el mandaloriano, mientras Larr entregaba el pequeño a Cara e iba a su lado. La energía en la habitación pareció cambiar por completo cuando Koska se acercó a Bo Katán, casi en respuesta. Las lantharianas se aproximaron también, flanqueando a los hombres, aunque sin levantar las armas. Gideon solo rió con más fuerza.

- El Sable Oscuro – explicó a Din. – Quien lo tenga en su posesión, tiene el trono de Mandalore en sus manos, ¿recuerdas? ¿Y adivina qué? Ahora es tuyo.

Din lo miró por un momento, procesando lo que estaba escuchando, sus implicaciones que eran tan claras como indeseables.

- No – afirmó quitando el arma de su cinto. Se la ofreció a Bo Katán. – Es de ella.

Pero la mujer no hizo ni un movimiento por aceptar el gesto. Sin dejar de sonreír, Gideon confirmó lo que Larr temía.

- Oh, no – ronroneó. - El Sable no puede ser entregado. Debe ser ganado en batalla. Sin ningún tipo de trampas.

- Por Dios – el médico se frotó los párpados.

Mando, naturalmente, estaba más que confundido. Suspiró impaciente y miró Katán, que parecía casi sufrir físicamente teniendo el objeto de su deseo frente a sus ojos, pero sin la posibilidad de tomarlo.

- Tiene razón – admitió ella en un susurro. – Solo alguien que lo haya ganado en un combate digno es merecedor de blandirlo.

El hombre pensó por un par de segundos y se alzó de hombros.

- Me rindo – dijo simplemente y se lo ofreció de nuevo, sin conseguir su cooperación. – Tómalo – le rogó. Pero la princesa volvió el rostro en total rechazo. – Vamos, solo tómalo.

Larr bajó la mirada al Imperial. Tirado a sus pies, se veía tan arrogante como si estuviera en un trono por encima de todos ellos. Qué jugada maestra, manipular así un símbolo para generar más división entre Mandos. Él mismo no sabía nada de política mandaloriana y era claro que Din tenía una enorme desventaja en ese tema, así que no tenían forma de anticipar lo que podía pasar.

De improbabilidades y órbitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora