Cap. 15

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Tuvieron mucho sexo esa noche, lo suficiente como para no estar ni cerca de descansar lo que probablemente habrían debido.

- Necesitamos un adulto responsable en esta relación – se quejó Larr al día siguiente, mientras cargaban sus motos jets de provisiones para su viaje de regreso. – Demonios... apenas puedo estar de pie.

- Mejor piensa en eso antes de que me ofrezcas una ducha – dijo el mandaloriano, llegando con el pequeño en brazos. - No sabes lo que eso le hace a mi gente.

- Graciosísimo. Al menos alguien se ve descansado. Ven acá – recibió al pequeño y besó su cabeza. – ¿Te divertiste? Vaya, no me digas, ¿en serio? Mira, ése sujeto... – señaló al mandaloriano – es quien va a tener la culpa si alguno de los dos cae dormido mientras conducimos. Solo te aviso.

- Madura, Larr.

- Así que, ¿de regreso a Mos Eisley? – dijo uno de los granjeros, ayudándoles a amarrar su equipaje.

- No tenemos otra opción. El deshuesadero en Mos Hemla no tuvo forma de extraer el cromio que necesitábamos de un pequeño tesoro de baterías mon calamari.

- ¿Por qué no? –preguntó una ingeniera.

- Su mandíbula magnética – Larr se alzó de hombros. – Está arruinada y necesitan una nueva.

- Su mandíbula no está arruinada – dijo ella. –Solo tiene los circuitos repolarizados erróneamente por una falla de energía que hubo en el pueblo hace dos semanas.

- ¿Qué quieres decir? – preguntó el mandaloriano.

- Solo necesitan re programar las polaridades y ajustar la inyección de voltaje nuevamente – explicó la mujer. – Eso debería ser suficiente para hacerla funcionar de nuevo.

- Un momento, ¿sabes cómo hacer eso?

- Claro que lo sé.

- ¿Y puedes hacerlo?

La mujer se alzó de hombros.

– Por supuesto. Lo haré gratis si significa dar un paseo con ustedes.

* * *

Regresaron a Mos Hemla y en cuestión de media hora, la ingeniera de Santooth tenía funcionando la maquinaria arruinada. Y tras media hora más, los equipajes de Larr y Mando estaban varios kilos más pesados con bloques de cromio.

Más familiarizados con la ruta y sin necesidad de desviarse, avanzaron a toda velocidad sobre la tierra árida de regreso a Mos Eisley, deteniéndose solo cuando era necesario y descansando al aire libre, en cuevas o bajo las hojas de grupos de árboles desérticos.

Cuando estaban a solo una jornada de llegar, encontraron nuevamente al grupo de tuskenos con que se habían topado al principio y Larr hizo un chequeo de su evolución. Se quedaron con ellos también esa noche.

- Ok, Grogu. ¿Grogu? Mira acá, niño – Mando estaba intentando que el pequeño usara sus poderes para atraer el juguete de madera que le había dado Cobb Vanth, porque desde que durmiera en Santooth rodeado de los líquenes milagrosos, no había cerrado el ojo ni mostrado cansancio de ningún tipo, lo que había obligado a los adultos a dormir casi por turnos.

Más allá de imaginar que las propiedades curativas de los líquenes lo habían sobrecargado de energía por su afinidad con La Fueza (de la que les había hablado un poco Ahsoka Tano), no tenían ni idea de qué podía estarle pasando. – Vamos, Grogu. Sé que puedes hacerlo. Eso es. - El mandaloriano ofreció el juguete en la palma de su mano. El pequeño parpadeó y luego cerró los ojos con esa expresión de profunda concentración que Mando había aprendido a reconocer. Extendió sus manos y tras unos segundos la pequeña figura voló en una ráfaga hasta ellas. - ¡Eso es! Bien hecho, niño.

De improbabilidades y órbitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora