Cap. 7

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Luego de pedirle a la mujer que rectificara unas cuatro veces, Larr abandonó la nave.

- Espero que encuentren lo que están buscando – le dijo la ex Imperial a Mando, dándole una mirada sorprendentemente empática antes de irse.

La zeltrona y el drasselliano ingresaron unos minutos después, sin hacer preguntas. Algo estrechos y con Larr con una nube negra sobre su cabeza, se dirigieron rumbo al puerto en donde descansaba el Razor Crest. Con la velocidad de la nave, llegarían en unas horas.

- ¿Estás bien? – preguntó Mando al otro hombre en medio del viaje. Ya había recuperado suficiente fuerza para cargar al pequeño, que seguía dormido contra su pecho. El médico lo miró irritadamente.

- Eres la única persona en mis años de oficio que ha sobrevivido a un envenenamiento con synox – le dijo. - ¿Y me preguntas si estoy bien?

El mandaloriano contempló su expresión y su postura.

- Estás molesto.

Larr suspiró, dejando caer su cabeza al frente.

- Estoy bien – aseguró, suavizando su tono. – Fue un maldito día de mierda, pero obtuvimos resultados. No es raro que funcionen así las cosas. Solo me alegro de que lo peor haya terminado.

- Hmm – Mando miro calladamente a los otros dos sujetos frente a ellos. Parecían indiferentes a su conversación. - ¿Qué pasó mientras estuve incapacitado?

- Una locura de historia – Larr no se vio nada orgulloso al decir esto. – Te contaré luego. Aún no recupero del todo la audición en el lado derecho... –. Y se rascó furiosamente el oído.

- ¿Te queda algo de bacta?

- Sí, señor.

- Bien – Mando miró al panorama de las nubes y el paisaje a miles de metros bajo ellos, a través del vidrio de la cabina de mando. – Así que la casta Lánthar...

El otro hombre le dio una risa sin humor.

- La maldita casta Lánthar.

- ¿Aún los odias?

La mirada que le dio fue suficiente respuesta.

                                                                                             * * *

Los registros que les interesaban estaban nada menos que en la biblioteca real del Cuartel Central de Lantharia en el planeta Ketz.

La casta Lánthar era un pequeño imperio en sorprendente expansión. Desde hacía un par de décadas era reconocido el auge de su colonización y desarrollo industrial y militar, que lo llevaba a depredar recursos de zonas inhabitadas o pueblos vulnerables de otros planetas, así como a realizar negociaciones no completamente transparentes a cambio de territorio y otras riquezas que pudieran soportar su acelerado progreso.

Irónicamente, este rápido crecimiento lo perfilaba como uno de los actores políticos más importantes en unos años. Por éstas y otras razones, Larr sentía hacia este reino el más profundo antagonismo.

Su cuartel general en Ketz era una fortaleza impenetrable, armada con una seguridad que haría cualquier ataque frontal improbable y cualquier infiltración extremadamente compleja.

- Es un palacio, un cuartel general, una prisión, una central de producción, una sede política... ¡Todo a la vez! - exclamó Cara con incredulidad, pasando por los paquetes de información que habían conseguido y que en ese momento estaban estudiando.

Habían pasado un par de días desde el envenenamiento de Mando. Luego de que el médico le diera vía libre para actuar (reluctantemente), había reunido al que consideraba el equipo perfecto para su siguiente incursión: la ex Rebelde Cara Dune y Kuiil, el ugnaught que había estado cerca de morir en Nevarro tratando de escapar con Grogu de los hombres de Moff Gideon.

De improbabilidades y órbitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora