Capítulo 20

35 4 0
                                    

Estaba cerca. Tanto que resultaba doloroso ser consciente de esa distancia y no poder cerrarla con suficiente rapidez, sino tener que avanzar cámara por cámara y perder tiempo y energía con lo que encontraran en cada una de ellas. Identificar el peligro, buscar cubierta, disparar, combatir y neutralizar guardias, droides y cámaras de seguridad. En un par de ocasiones afortunadas, solo bastó con ocultarse hasta que el peligro pasara. Pero la considerable adrenalina con la que bullía no era consecuencia de este peligro, sino de la distancia.

Estaba respirando tan fuerte que el ruido dentro de su casco casi lograba desconcentrarlo.

Desde que ingresaron a la primera cámara, Larr y él no intercambiaron ni una sola palabra. Solo se abrieron paso por la infraestructura, tensos y haciendo lo que tenía que hacerse, solo conteniéndose si la estrategia lo requería. Mando podía ver en el otro hombre la ferocidad que él mismo sentía, cómo cada obstáculo era una afronta personal que se atrevía a separarlo de eso que ardía por recuperar. Todas las misiones que habían compartido parecían, en ese momento, haber sido solo una preparación para esta, la más importante de todas. Quizá no la más dura, ni con las explosiones más espectaculares, pero una en la que era inaceptable fallar.

En Morak, cuando Din se cuestionara cuánto de sus principios estaba dispuesto a sacrificar por su objetivo, se había dado cuenta de que Grogu lo había cambiado de forma absoluta e inesperada y desde sus mismos fundamentos, esos que había pensado inquebrantables. Y lo había cambiado haciendo uso de una fuerza más poderosa que cualquier otra que Din hubiera experimentado en su vida de austeridad y batalla, y para la que no había estado preparado.

Este pequeño lo había desarmado, sin dejar vestigios de incertidumbre. Había terminado por encarnar todo aquello por lo que Mando combatía.

Por eso, en el mensaje de advertencia que le enviara a Moff Gideon horas antes de abordar el Crucero, le había dicho: "Él significa más para mí de lo que tú nunca sabrás". Una frase tan simple y aún así tan poderosamente determinante.

Siempre, durante toda su vida, Din había peleado por recompensas, por alianzas que le darían una recompensa aún mayor, o simplemente por distraerse, por... entretenerse. Solo en tres casos había peleado por amor: por su tribu, por Theo y por este pequeño. Y en algunos poderosos momentos de esos tres casos había olvidado que era un mercenario y entendido en cambio lo que era ser mandaloriano: no era encarnar una máquina de matar, ni ser un súper guerrero, ni siquiera un sobreviviente de una raza casi extinta.

Era ser un protector. Y ahora mismo, su cuerpo estaba ardiendo con su propósito.

Escuchó el ruido del último cuerpo cayendo y la última bala repicando, y dio un asentimiento a Larr. El hombre le devolvió el gesto desde su cubierta y salió de ella, dirigiéndose junto con él hacia la entrada de la última cámara. Solo tenía que ver la expresión en el rostro de Larr para saber que su corazón estaba golpeando desenfrenado como el propio, la adrenalina y el temor de haber llegado demasiado tarde mezclándose con la impaciencia. Tras esta cámara estaba el calabozo, estaba él. Por eso Din recargó sus Aves Silvantes, Larr seleccionó su munición de alto calibre, e ingresaron a la zona con nada más que otro asentimiento.

En principio pareció haber nada más que un puñado de Troopers vigilando un depósito blindado. Tomó lo de siempre acabar con ellos, pero luego de dispararle al último, notaron que el panel de acceso que éste había estado protegiendo acababa de ser activado. Se dieron cuenta de que había ingresado un código en el mismo momento en que reconocieron esa zona especial de contención, una de la que el doctor Pérshing les había advertido enfáticamente. Una que estaba comenzando a abrirse.

- Oh, no – jadeó Larr.

Mando canceló el comando en el segundo exacto en que dos manos metálicas de color negro brillante aferraron las puertas y comenzaron a abrirlas, no solo en contra del peso del material blindado sino del motor que intentaba sellarlas, que aguantaría la despresurización del espacio pero que no logró interponerse a esta fuerza. Siguieron abriéndose, a un paso lento pero inminente.

De improbabilidades y órbitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora