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Magnolia Baker, una de las adolescentes más ricas de todo el mundo.
Madison Lewis, hija de uno de los mafiosos más poderosos de Estados Unidos.
Avani y Charli Gregg, sucesoras de la empresa más importante de...
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(">>" significa que el personaje sigue hablando).
— Ay, Jaden, por favor no sigas. — reí.
— Por favor querida, déjame terminar mi maravillosa anécdota. — dijo dirigiéndose a los otros jugadores de la mesa. — ¿No quieren oírla realmente?
Todos rieron y siguieron escuchando la estrepitosa historia de Hossler. Sus ojos cristalinos miraban las fichas que sus manos se encontraban ordenando con desinterés para jugar la siguiente partida de póquer.
Una partida, en la que yo sería la reina de corazones.
— ¡E increíblemente, el perro saltó al lodo! — concluyó el pelinegro. Todos reían de nuevo, como si fuese el mejor chiste de todos. Le reían las gracias a un chico de veintitantos años.
Para ser honesta, llevo siendo rica desde que nací y sigo sin comprender los chistes de gente así.
Jaden, ahora mismo te los diría si estuviéramos solos, pero solo lo pienso: tienes la capacidad de hacer comedia tanta como la tiene un pez escalando un árbol.
— ¿Juegan otra partida? En esta ocasión seré yo quien se lleve todo. — bromeó. — ¿Mag, quieres unirte?
Nuestros rostros se vieron peligrosamente cerca. Por favor, que suene una alarma porque todos van a ver algo escandaloso. De repente, sus suaves labios se sienten sobre los míos. Sentí cómo él formaba una sonrisa.
— No. No va a haber tiempo para una partida más. — una voz se escuchó a nuestras espaldas.
Lentamente giré mi cabeza, y vi a una devastada Madison con la máscara de pestañas completamente corrida por su rostro. Un pelo completamente despeinado, hecho un desastre. El vestido descolocado, sus ojos achinándose para mirarnos con rabia.
Sus brillantes orbes nos miraban con decepción, como si quisieran matarnos, pero lo suyo ya había terminado. Había tenido su fin, y las cosas siguen. Su mano derecha temblaba, y su izquierda se mantenía cerrada en un puño.
Definitivamente, Janessa fue la primera, y yo sería la siguiente a este paso.
— ¡Cómo pudiste! ¡Cómo pudiste hacerme esto! — exclamó. Por un momento, pensé que se refería a Jaden, pero no lo hacía. — ¡Confié en ti, creí que nunca serías tan rastrera!
