𝐂 || 💸🗽✨ ⇢ ˗ˏˋ 𝒄𝒖𝒍𝒑𝒂𝒃𝒍𝒆𝒔. ࿐ྂ
Magnolia Baker, una de las adolescentes más ricas de todo el mundo.
Madison Lewis, hija de uno de los mafiosos más poderosos de Estados Unidos.
Avani y Charli Gregg, sucesoras de la empresa más importante de...
Para qué engañarse. De todas las cosas que había en el mundo, para los ricos, la más importante era la fiesta. Y si además tenías a más gente privilegiada con la que competir y presumir, todo se hacía más entretenido.
Esta vez, quien decidió comenzar todo fue Janessa Barrett. Una magnífica fiesta en petit comité, a la que sólo asistirían ocho invitados contando a su pareja. Tendría lugar en una ubicación interesante: la mansión de los Barrett.
En el gran piso de Times Square estaba preparándose una de las invitadas: Magnolia Baker. ¿Por qué fue invitada? Ella misma desconocía la razón, sin embargo quería ir para ver lo que se formaba allí. Nessa no fue alguien que le causara una buena impresión a Mag; al contrario, sentía que no se llevarían bien. Pero la pelinegra es una adolescente que no se deja amedrentar, y menos por otra adolescente de su edad: Magnolia, en lugar de evitar los problemas, los perseguía, hasta que llegara el momento en el que se hubieran convertido en algo grave. Eso no había ocurrido. No por ahora.
¿Para qué seguir una vida sin problemas, si de esa forma es en la que nunca ocurre nada?
Un hombre corpulento y trajeado no tardó en aparecer por la puerta. Era Quinberry, el chófer de la familia Baker. Era un hombre humilde y de confianza, alguien que trabajó desde hace muchos años en esta familia... El empleado abrió la puerta del gran apartamento en Times Square, preparado para salir de la vivienda y llevar a la hija de su jefe a la Mansión Barrett.
— No me apetece mucho ir a esa invitación, Quinberry. — confesó Magnolia. — Pero formar parte de los problemas es mi...
— Magnolia. — interrumpió una voz grave. Era el padre de Magnolia, el señor Baker, el porqué de la fama de su hija. — Acércate. — indicó.
La joven se acercó a su padre, y este le susurró al oído. — Si llegas a ver al Señor Barrett, indicále de mi parte, que tenemos una... Charla de negocios pendiente. — ella, sin lucir muy alarmada, asintió, y depositó un beso en la mejilla de su progenitor.
Después se giró para aproximarse de nuevo a Quinberry, y salir del lugar. — ¡Goodbye! — dijo.
El viaje en limusina se basó en una sesión de terapia: Magnolia contaba todos sus problemas (o lo que ella consideraba como problemas), y Quinberry asentía a la vez que se encargaba de seguir el camino correcto.
