Gracias

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Narrador Omnisciente:

El cuerpo de Leo se estremeció por completo en el instante que BamBam abandonó su hogar ante una llamada inesperada por parte de su entrenador, el chico estaba asustado ante el silencioso ambiente que se creo entre él y su padre.

Rápidamente tragó saliva deslizando sus palmas por sus pantalones queriendo limpiar la evidente sudoración que cubría aquella zona, sus instintos le pedían a gritos que abandonara el primer piso, que se escondiera directamente en las cómodas sábanas de su habitación porque ese era su lugar seguro, así que lo hizo, lentamente se giró desviando su mirada en la zona donde su padre se encontraba observando la televisión como si fuese lo más llamativo de la habitación, sin querer llamar su atención el pelinegro caminó con la mayor cautela posible en dirección de las escalera sintiéndose ansioso ante la falta de metros que le quedaban para su próximo destino.

—Ven acá— la rasposa voz de su progenitor logró congelar por completo la sangre del menor, más que aterrado el pelinegro giró sobre sus talones sintiendo sus hombros tensos y una fuerte punzada instalada en su nuca—quiero hablar contigo, toma asiento—no sonaba molesto, pero tampoco lo suficientemente calmado como para poder relajar el nervioso estado en que se encontraba el pequeño tailandés.

Leo tardó en comprender sus palabras, pero cuando lo hizo no dudo en caminar en dirección de la habitación tomando velozmente asiento en el sofá más alejado de su progenitor; como si aquellos pequeños metros fuesen lo suficiente para hacerlo sentirse seguro. En silencio el pelinegrp juntó sus rodillas manteniendo sus hombros tensos mientras que la penetrante mirada de su progenitor no lo dejaba en paz.

Leo relamió sus labios al oír como el más alto se levantaba de su asiento comenzando a caminar por la habitación tomando la misma actitud que tomaría un animal enjaulado.

—¿No te cortaste el cabello por una estupidez, verdad?—indagó el hombre con calma, deduciendo cada una de las acciones de su hijo.

Leo apretó sus labios sintiendo el frío sudor descendiendo por su espina dorsal, a pesar de la amabilidad de su progenitor él seguía estando lo suficientemente atemorizado para alzar su mirada

—Lisa, maldita sea, ¿Puedes responder?

El pelinegro tragó aquel inexistente nudo que se había alojado en su tráquea, con valentía alzó su mentón sintiendo su acelerado corazón apunto de huir de su caja torácica. Leo se tomó su tiempo, el chico observó la manera en que su progenitor continuaba caminando desabotonando la parte superior de su camiseta para respirar con mayor facilidad, mientras que su cuello y mejillas tomaban el vivo color carmesí demostrando con aquel simple tono lo molesto que estaba.

—D-Detesto el cabello largo—confesó observando la manera en que el mayor había dejado de caminar parándose frente a él. En silenció lo analizó, buscando una pizca de falsedad en sus palabras, pero al parecer no la encontró, ya que rápidamente se llevó una de sus manos hacia su corto cabello sacudiendo los pequeños vellos en una forma desesperada por entender lo que estaba sucediendo

—odio ser mujer—admitió sintiéndose valiente de poder confesar uno de sus mayores silencio, de poder ser por primera vez completamente sincero con la persona que más amaba, pero su padre no lo comprendía, realmente nadie lo hacía como lo que él quería.

—Cállate—susurró Marco cerrando sus párpados entreabriendo sus labios para tomar grandes bocanadas de aire, velozmente Leo acató sus ordenes hundiendo sus dedos sobre las telas de sus muslos en una pequeña búsqueda para poder distraerse de aquel incómodo ambiente que se había generado ante la fría palabra que el mayor soltó.

—no digas eso frente a tu madre, Lisa, lo digo en serio, jamás lo digas—aconsejó abriendo sus párpados para toparse con la mirada preocupada que su hijo había estado manteniendo desde que confesó uno de sus mayores secretos—ve a tu habitación, y no salgas de ahí hasta que llegue Bam—ordenó relamiendo sus labios mientras que pasaba la saliva por su tráquea.

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