Volviendo a casa

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Narrador omnisciente:

Las cosas estaban marchando demasiado bien para lo que estaba acostumbrado aquel bonito tailandés, el pelinegro se encontraba sentado en su sofá sin camiseta ante el calor abrasador que estaba azotando ese día en particular en la ciudad, con tranquilidad llevó la lata de soda hacía sus labios bebiendo el refrescante sabor de esta, a la vez que sus bonitos ojos se quedaban fijos en lo que estaba sucediendo en la televisión.

El pelinegro se mantuvo recostado en la misma posición deslizando por un par de segundos su mirada hacía su abdomen sintiéndose orgulloso de los ejercicios que hacía en su tiempo libre; sobre todo cuando BamBam no volvía de sus fiestas, como lo que había sucedido esa mañana. Su hermano aun no volvía, la noche anterior había salido con uno de sus "amigos" y no es que le importara el paradero del mayor, a pesar de que aquello no sanase para nada bien, pero no podía evitarlo, se alegraba de no escuchar su voz irritante en las mañanas quejándose por algo que, en lo personal, Leo no tenía ánimos de oír.

Leo se levantó de su asiento en dirección de la cocina dejando la lata de refresco sobre la mesa de centro, el muchacho antes de llegar tomó entre sus dedos su nueva cédula de identidad que reposaba sobre la encimera de mármol. Se preguntarán como sucedió; su padre cumplió con su palabra, luego de la larga conversación que había tenido con los abogados de Marco, el muchacho siguió al mayor en silencio hacía el registro civil, ahí debió tomar una solicitud con una secretaria muy amable ahora que lo recordaba. El chico sonrió agitando su cabeza en negación ante el recuerdo de su rostro sorprendido al ver su cédula de identidad; ella no podía creer que él fuese la misma chica de esa fotografía.

Fue un proceso tedioso, pero lo suficientemente rápido que debió hacer durante los primeros cuatro meses de estadía en su nuevo departamento compartido por su hermano mayor. Para el pelinegro se había vuelto una rutina; se levantaba por las mañanas, conversaba con su tía mediante mensajes de texto o por llamada, y luego se dirigía hacía los despachos de los abogados de su padre, lugar en que se planeaba meticulosamente cada palabra que él debía soltar cuando estuviese en el gran jurado, para finalizar su día acompañado de Marco en el registro civil.

Luego de la solicitud el muchacho debió esperar alrededor de un mes a que lo tomaran en cuenta, en un principio creyó que sería como en las series que solía ver cuando tenia insomnio, pero se sorprendió por completo al ver que era una pequeña sala con un par de sillas y una gran mesa donde estaba su abogado y el juez. El pelinegro caminó nervioso hacía el hombre que lo iba a representar, se mantuvo en silencio durante todo el procedimiento escuchando las leyes y las consecuencias que tendría si decidía a la larga volver a ser una chica. Leo mordió el interior de su mejilla al ver que su hermano y Jennie habían ido a testificar a su favor, se sintió avergonzado por la dulce sonrisa que ella le brindó al querer relajarlo. Para su suerte todo salió bien, el juez le dio la razón-cosa que obviamente tenía- y le indicó que pasos debía seguir.

Minho recordó el incómodo momento que pasó cuando se acercó a Jennie luego de finalizar el juicio; él solo quería agradecer lo que había hecho por ella, pero la novia de su ex al parecer no solo tomó de la mejor manera, ya que lo veía como si fuese su peor enemigo.

Los nuevos documentos habían llegado más rápido de lo previsto. Leo lloró como un bebé al ver el certificado de nacimiento con su nombre en masculino, se sintió tan feliz que ni siquiera le importó el hecho de ver como BamBam se tambaleaba ingresando a su habitación, quedando tumbado sobre su cama como un saco de papa. Al día siguiente sacó su cédula de identidad, estaba tan alegre que no podía evitar mostrarlo a cada conocido que veía; había actuado como un niño pequeño en navidad.

Suspiró dejando su cédula de identidad en el mismo lugar, sin ningún tipo de preocupación terminó ingresando a la cocina donde buscó otro refresco. Ni siquiera tuvo tiempo de poder beber el interior de este cuando el timbre sonó provocando que dejara el objeto sobre la encimera caminando rapidamente hacía la puerta. El pelinegro tomó la perilla girando de esta para tirar la madera hacía su dirección sorprendiéndose gratamente de ver a su padre del otro lado de su departamento.

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