¿Comenzando de nuevo?

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Narrador Omnisciente;

Leo despertó completamente asustado al oír una risa proveniente del pasillo, el muchacho por instinto llevó las sábanas hasta su cuello intentando aparentar el estar dormido, pero sus músculos se contrajeron del puro terror que le había causado el sonido de la puerta abriéndose con fuerza; no me lastimes, pensó empuñando las sábanas a la vez que todo su cuerpo temblaba, de un momento a otro comenzó a llorar en silencio completamente traumatizado por culpa de las infinidades de veces en que su ex novio ingresaba a la habitación a solo golpearlo y humillarlo culpándolo a él por completo de la manera en que estaban viviendo.

El pelinegro se quedó quieto creyendo que su ex novio esta vez no iba a lastimarlo, su pulso se disparó por completo al escuchar los pasos aproximándose hacía su cama, su angustia era tal que no pudo evitar el refugiarse entre las almohadas deseando que, de esa forma aparentara que él no estaba ahí, a pesar que, obviamente el bulto que hacía su cuerpo fuese notorio para la otra persona. Yeji tomó asiento al borde del colchón observando con dolor como su sobrino sollozaba por lo bajo mientras que su cuerpo completo temblaba como gelatina, la mujer no pudo evitar el cuestionarse que había sucedido en realidad, porque no confiaba con totalidad en las palabras de su hermano mayor; ella no creía que Leo había vivido por un par de semanas simplemente con ese tal Sehun.

La pequeña Yuna ingresó a la habitación moviendo su vestido rosado con intenciones que su primo fuese capaz de verlo, la menor frunció su ceño sintiendo curiosidad de escuchar al mayor sollozando bajo las sábanas. Yeji se sorprendió por completo al oír como su hija se quejaba, por instinto giró su rostro teniendo la intención de decirle que no era un buen momento para jugar, pero apretó sus labios al ver que Yuna aferraba sus pequeños puños alrededor de las sábanas queriendo subir. Cuando la niña lo logró gateó por sobre el colchón apoyando sus palmas y rodillas en diferentes puntos del cuerpo de un silencioso japonés acercándose con curiosidad hacía la dirección de las almohadas.

—Leo—lo llamó con suavidad apoyando su pequeño dedo índice sobre la frente cubierta por la tela de las sábanas del mencionado—no llores—y ella era tan dulce al mostrar preocupación por él, que el pelinegro realmente no pudo evitar el alejar su manto seguro para ver con sus ojos enrojecidos la brillante sonrisa de la menor—¿Quieres jugar?—cuestionó ignorando el hecho de que el muchacho había estado llorando segundos atrás.

Yeji rapidamente intervino al ver como su sobrino entreabría sus labios siendo incapaz de negarse ante tan dulce pregunta. La mujer envolvió sus palmas sobre el estómago de su hija tirando de la pequeña contra su pecho.

—Jugará después, ahora es mi turno de estar con él—aclaró causando que la pequeña simplemente hiciese un mohín entristecida por no pasar tiempo con el nuevo invitado.

Leo no podía evitar el sentirse completamente incómodo; la última vez que había visto preocupación por una persona mayor había sido la señora Kim, dios, él realmente echaba de menos el cariño maternal de aquella mujer. El tailandés mordisqueó su labio inferior intentando centrarse en el dolor que le había causado esa acción para no pensar en el hecho de que deseaba nuevamente el llorar.

Yeji no tardó en bajar su hija quien, entristecida por no jugar con Leo dio pequeños saltitos en dirección de la salida llamando el nombre de su hermano mayor, quien no había tardo en quejarse por la mañanera visita de la muchacha.

—¡MAMÁ DILE QUE SE VAYA!—y como cualquier muchachito de 16 años había despertado con el peor humor.

Yeji suspiró siendo consciente que debía sacar al pequeño demonio de la habitación de Jaemin antes de que el muchacho terminase por tomar la decisión de él mismo sacar a Yuna.

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