—¿Yeonjun está saliendo con usted?
El castaño salió de su aturdimiento y reaccionó al escuchar aquello.
—No, no es cierto, yo no salgo con nadie —se defendió a la vez que se volvía a cubrir rápidamente.
—Oh, sí, créame, él me pertenece —siseó Choi, dedicándole una mirada feroz al otro chico.
Y sin mediar una palabra más, cogió a Yeonjun de la mano y lo arrancó de los brazos de Bogum. El castaño intentó resistirse cuando el mayor lo llevó casi arrastras entre los invitados. Sabía que estaba furioso y que era capaz de cualquier cosa.
Lo condujo al último piso, siguió tirando de él por corredores y cuando llegaron a la habitación más alejada de la casa, lo soltó de un empujón y echó el pestillo de la puerta. Yeonjun observó su alrededor y vio que había una mesa de billar, una máquina de pinball y una diana de dardos. Estaban en el salón de juegos.
—Tú, sucia perra —silbó colérico—. Me doy la vuelta un segundo y ya intentas follarte a cualquiera.
Yeonjun lo miró asustado pero no se amilanó.
—Te equivocas, no es cualquiera. Íbamos a casarnos.
—¿Qué? —murmuró sorprendido.
La confesión del chico le había sentado como una patada en la entrepierna. El castaño también se dio cuenta de la expresión desencajada del pelinegro y se mostró más altanero.
—Lo que oyes. Bogum era mi prometido y me ha ofrecido su ayuda —le aseguró con la barbilla erguida.
Choi recuperó la compostura y empezó a acorralarlo lentamente.
—¿Ah sí? ¿Y cómo es eso? —le preguntó en un tono burlón a la vez que el joven retrocedía algo intimidado.
—Bogum me ha ofrecido un puesto de trabajo como contable y cobraré lo suficiente para pagar la deuda. Ya ves, quedo liberado de tus malditas garras.
—Con que Bogum te ha prometido un puesto de contable, eh —repitió con una risita furiosa—. Y dime ¿le has dicho a tu caballero andante que dilapidaste tu fortuna en menos de tres años? ¿Qué te puliste toda la herencia familiar entre apuestas, noches de fiesta y otras excentricidades? Porque dudo que te deje manejar sus cuentas cuando sepa eso.
Yeonjun enrojeció de rabia.
—Me importa un bledo lo que me digas, ya no dependo de ti para nada —objetó ofendido.
El contrario lo cogió de la mano y lo arrojó sobre la mesa de billar.
—Déjame que te confiese algo —le susurró en el oído—. Resulta que es tu caballero andante el que depende de mí. ¿Quién te crees que le dejó el dinero para que montara su empresucha? Fui yo Yeonjun. Yo le concedí el crédito que necesitaba. Y si a mí me da la gana puedo hacer que me lo devuelva todo junto y con intereses. ¿Y sabes qué ocurriría? Que tendría que cerrar y se vería arruinado por tu culpa.
Yeonjun se revolvió lleno de ira.
—Te odio, te odio con toda mi alma —le gritó pataleando a la vez que Choi lo sujetaba con más fuerza.
—Estupendo, porque yo siento lo mismo por ti.
Y de un tirón rasgó su camisa, dejándolo desnudo de cintura para arriba. El castaño quiso apartarlo pero él lo empujó contra el tapete de la mesa de billar y devoró con furia sus pezones. Ahí estaba lo que no había encontrado con Bogum: lujuria salvaje, pasión, fuego. Aun así las caricias de Choi le hacían daño. ¡Le abrasaban la piel! Se le escapó un quejido lastimero e intentó apartarlo con más fuerza. Él azabache buscó con desesperación su boca y engulló su lengua, sus labios, la piel de su cuello. Yeonjun dejó de resistirse y le devolvió el beso con la misma exigencia. Hasta que se dio cuenta de lo que ese hombre estaba haciendo con él y enfadado consigo mismo estiró un brazo con disimulo, cogió el palo del billar y le golpeó en el hombro. Choi enseguida se contrajo por el dolor y Yeonjun aprovechó para salir de debajo de su cuerpo. Pero el pelinegro fue mucho más rápido y de una bofetada lo tiró al suelo.
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𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈𝐓 © soojun
Fanfiction𝐋.𝐃 | Kim Yeonjun tiene un mes para embalar sus cosas y dejar la casa donde ha vivido desde niño. Su última opción para impedir el embargo es presentarse en el despacho del banquero y suplicar por primera vez en su vida. Pero lo que no sabe es que...