Yeonjun de repente se levantó de la silla, salió como un rayo de la cocina y se puso a rebuscar en los cajones del mueble del salón. Algo le decía que las respuestas a sus preguntas tenían que estar por algún sitio en aquella casa. Entonces encontró una fotografía en la que aparecía una mujer que reconoció enseguida. Era la señora Hyuna. ¡Su antigua ama de llaves!
El castaño se apoyó contra el mueble del salón para no caer desplomado. ¿Qué demonios tenía que ver la señorita Hyuna con el banquero? Decidió que no iba a quedarse con la duda y recorrió la casa en busca de nuevas respuestas. Pero no encontró nada importante. Nada que le hablara del pasado de Choi Soobin. Hasta que recordó un pequeño detalle. Su padre siempre guardaba las fotografías y todo lo que realmente le importaba donde más tiempo pasaba, su lugar de trabajo.
—¿Dónde está el despacho de Soobin? —le preguntó a la asistenta.
Ella enseguida negó con la cabeza.
—El señor Choi siempre lo cierra con llave. Solo me deja entrar a veces para limpiar.
—Así que tiene cosas que esconder bajo llave. Bien. Pues démela —le ordenó con la mano tendida.
—Joven yo no puedo hacer algo así.
—Entiendo su postura pero sospecho que Soobin me oculta cosas importantes de su pasado, cosas que también me atañen a mí. Así que tiene dos opciones: o me entrega esas llaves, o tendrá que recoger todo el apartamento después de que yo lo ponga patas arriba. Y créame que lo haré, porque no me pienso ir de aquí sin saber la verdad —le aseguró con una mirada decidida.
La señora Min lo observó en silencio durante un segundo y cuando comprendió que hablaba en serio, sacó la llave del bolsillo de su delantal. Ese joven era capaz de cumplir su amenaza y no quería tener que recoger los añicos de objetos valiosísimos. Ya solo el jarrón que había al lado de la ventana costaba su salario de cinco meses.
—Por favor, sea cuidadoso. Al señor Choi no le gusta que le revuelvan sus cosas —le pidió con semblante alicaído.
—Tranquila, dejaré todo tal cual está. Solo quiero comprobar algo —le prometió.
Y se encaminó enérgico hacia allí, abrió la puerta y se detuvo en seco, contemplando todo con atención. El despacho tenía un sofá oscuro en una esquina, una estantería repleta de libros y fotos, y un sillón de cuero tras una mesa grande de madera pulimentada. El castaño se fijó en que varios de los retratos eran de su niñez, de cuando él tendría doce o trece años. Entonces Yeonjun retrocedió al pasado y se vio a sí mismo siendo también un adolescente. Tenía dieciséis años y había una mujer a su lado que le ayudaba a hacer los deberes. Era la señorita Hyuna. A su lado se encontraba su hijo, el pequeño Binnie. Un niño de mirada muy despierta, aunque delgaducho, con la nariz un poquito grande y con dientes de conejo. Tucancito lo apodaba él de forma cruel. Pero al pequeño Binnie lejos de importarle, seguía sonriéndole como si fuera el único chico en el mundo. Lo idolatraba, se derretía con una simple mirada de él. Y Yeonjun sabía sacar provecho de eso. Le pedía que fuera su recadero, su sirviente, que hiciera sus deberes. El chaval era un cerebrito y ya desde pequeño despuntaba en los números. Y se moría por hacerlo feliz, por complacerlo, por serle útil de alguna manera.
El castaño también recordó el día en que llevaba solo una camisa de pijama cubriendo su cuerpo. Y al entrar en la cocina estirando sus brazos, aún adormilado, la prenda se alzó dejando a la vista sus bóxers, mostrándole prácticamente su trasero al chico que detrás de él chocó con una pared por estar distraído. Mucho se había reído aquel día. Sin embargo ahora solo podía pensar en esa anécdota con amargura porque aquel niño dulce, torpe e ingenuo, era el mismo hombre del que estaba enamorado. Y se sintió engañado.
Luego observó los diplomas que colgaban de la pared del estudio; licenciado en económicas y derecho mercantil, masters en finanzas y marketing, doctorado en ciencias sociales. Observó también una serie de fotos donde se podía apreciar perfectamente la metamorfosis. En la primera aparecía el niño que Yeonjun conocía, feúcho y de mirada asustadiza. En la siguiente se veía a un chico algo más apuesto posando con una sonrisa triste, y por último se veía a un joven recién licenciado, recogiendo su diploma con su habitual semblante serio y vestido con un traje impoluto. Ya no había ni rastro de inseguridad o tristeza en su mirada. En aquella foto lucía con una pose serena, casi arrogante, con esa frialdad intimidante. Pero no solo se podía apreciar el cambio en su actitud, sino también en su físico. Sus dientes de conejo no habían desaparecido pero ahora ya no creía que eran horribles, en lugar del chico feúcho había quedado un joven increíblemente perfecto. El patito feo se había convertido en un cisne. Pero no en un cisne cualquiera, en un cisne espléndido y poderoso.
Entonces Yeonjun tuvo un mal presentimiento y empezó a revolver en la cajonera de la mesa. A medida que sacaba papeles y los leía, se iba quedando más blanco y helado. Eran documentos con información sobre las cuentas bancarias de las empresas Kim, fotografías de él saliendo o entrando de casinos hechas con teleobjetivo, y pagarés con cifras millonarias en apuestas.
El joven dejó caer los papeles al suelo y se apoyó tembloroso contra la mesa. Oh Dios mío ¡había sido él! Él había puesto a funcionar su maquinaria desde las sombras para arrebatarle su fortuna. El castaño soltó una risita de histeria solo de pensar que había suplicado ayuda a su propio verdugo. Pero no contento con arrebatarle su dinero, lo había convertido también en su zorra.
Furioso, subió las escaleras, se puso el abrigo y salió del apartamento sin despedirse de la señora Min. Cuando llegó a la oficina de Credibank aún notaba como el corazón le bombeaba con fuerza y la ira calentaba su piel. La secretaria le salió al paso, pero Yeonjun la hizo a un lado con brusquedad y se coló en su despacho.
Soobin se aflojó el nudo de la corbata y siguió estudiando el dossier de contabilidad que tenía sobre la mesa. Llevaba una mañana muy dura de reuniones y llamadas, y deseaba terminar cuanto antes para regresar a casa. Regresar a casa y estar con Yeonjun. Era lo que realmente deseaba. Desde que lo había dejado plácidamente dormido en su cama no pensaba en otra cosa. Por eso cuando levantó la cabeza y lo vio allí de pie, envuelto en su abrigo y tan hermoso como un ángel, se le escapó una sonrisa absurda y pensó que estaba soñando despierto. Luego se fijó en que sus ojos cafés centelleaban peligrosamente y supo que algo no iba bien.
¿Como estan? ¿Todo bien?Yo algo cansado pero aparte de eso todo bien, aqui les traigo otro capitulo y ¿quieren uno mas tarde? Todo depende de ustedes bubus. 💕
¡Descansen!
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𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈𝐓 © soojun
Fanfiction𝐋.𝐃 | Kim Yeonjun tiene un mes para embalar sus cosas y dejar la casa donde ha vivido desde niño. Su última opción para impedir el embargo es presentarse en el despacho del banquero y suplicar por primera vez en su vida. Pero lo que no sabe es que...