Ninguno de los dos se dirigió la palabra durante el trayecto a casa. Cada uno estaba inmerso en sus propios pensamientos. Yeonjun seguía dándole vueltas a lo que Choi le hacía sentir y por más que intentó hallar una explicación no la encontró. Era lo más irracional que había experimentado nunca. Solo comprendía una cosa y es que, por paradójico que fuera, a su lado se sentía vivo y ardiente. Pero no sabía si esos sentimientos los despertaba la misma cólera o la pasión. El caso es que se sentía vivo y ya era mucho más de lo que había sentido por nadie.
El pelinegro contempló su reflejo en el espejo retrovisor. La herida de la ceja había dejado de sangrarle pero se le iba a formar un buen moratón. Maldito estúpido, le había puesto la cara como un mapa. Aunque siendo sincero era lo que menos le preocupaba. Empezaba a pensar que la situación se le estaba yendo de las manos. Ya no le movía solo el placer de la venganza. Había comprendido que ese castaño era su debilidad, su talón de Aquiles. Lo había comprendido en el momento exacto en que lo había visto desaparecer de la fiesta con ese imbécil. Y luego cuando los había sorprendido en ese cuarto... Cerró los ojos por un segundo al notar que le volvía a cegar la rabia. ¡Mierda! ¿pero qué estaba haciendo? Se preguntó atormentado.
¡Creía que ya lo había superado! Lo pensaba fríamente y aquello era absurdo. Él había cambiado, ya no era el chavalito escuálido de mirada tímida. Ahora era un hombre fuerte, serio, poderoso. Se suponía que estaba curado, que era inmune al influjo de Yeonjun. Entonces cerró los ojos por un segundo pero aunque lo intentó, se dio cuenta de que ya no podía odiarlo como antes.
Yeonjun de repente empezó a encontrarse mal. El estómago se le contrajo en un nudo y se llevó la mano a la boca para reprimir las arcadas.
—Por favor para el coche. Voy a vomitar —le pidió cada vez más pálido.
Choi giró la cabeza de inmediato.
—¿Bromeas? ¿No puedes esperar?
El chico lo fulminó con la mirada.
—Oye, como no pares el puto coche te lo pondré perdido —le amenazó en serio, por lo que el pelinegro obedeció en cuanto encontró una plaza libre de aparcamiento.
Yeonjun abrió la puerta, se inclinó sobre sus rodillas y vomitó en el arcén. Luego se quedó en esa misma postura, incapaz de mirarle siquiera. Se sentía tan vulnerable y humillado... Pero de repente notó como sus manos le acariciaban la cabeza y le retiraban el pelo con delicadeza de la cara. Se dejó caer en el asiento y cerró los ojos. Estaba totalmente mareado y sudoroso.
—Gracias —masculló.
—De nada. ¿Por casualidad probaste los canapés que estaban junto al centro de mesa?
—Sí ¿por qué?
El azabache soltó una suave carcajada.
—Yeon, esos canapés eran de cangrejo.
—¿Cómo sabes que soy alérgico al marisco? —preguntó perplejo.
De pronto Choi se quedó congelado, pero enseguida buscó una respuesta para salir del paso.
—Tengo tu expediente laboral. ¿Crees que no podía conseguir tu historial médico?
—Eres un cabrón —le espetó indignado—. Y si no te importa prefiero ir andando. Me vendrá bien tomar un poco de aire.
—No digas tonterías, no pienso dejarte solo en estas condiciones. Aún tienes cara de muerto —comentó, observando su acentuada palidez.
—¿Ahora resulta que te preocupas por mí? —le preguntó con escepticismo.
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𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈𝐓 © soojun
Fanfiction𝐋.𝐃 | Kim Yeonjun tiene un mes para embalar sus cosas y dejar la casa donde ha vivido desde niño. Su última opción para impedir el embargo es presentarse en el despacho del banquero y suplicar por primera vez en su vida. Pero lo que no sabe es que...