—Vaya ¿dónde está el chico malo que me desafiaba hace un rato? —se mofó el pelinegro acercándose despacio. Su sonrisa se fue haciendo más ancha a medida que las pupilas de Yeonjun se dilataban por el terror—. Déjame que te cuente un secreto —dijo arrastrando las tiras de cuero por la piel desnuda de su cuello—. El universo está hecho de elementos opuestos que forman parte de una misma cadena. La vida, la muerte, el bien, el mal, el odio, el amor, el placer, el dolor... —el castaño apretó los dientes al notar el primer latigazo en su costado—. Todo está relacionado. Todo guarda una conexión que hace que no exista lo uno sin lo otro —prosiguió acariciándolo con el propio látigo que estaba usando para castigarlo—. Ahora mismo por ejemplo, estás atado de manos, sabes que yo puedo hacer lo que quiera contigo y tienes miedo. Pero hay una parte de ti, una parte más oscura y secreta que disfruta siendo sometido. Eso no significa que seas sumiso, pero en este momento sabes que yo tengo el control absoluto de la situación, que no tienes más remedio que confiar en mí, y saberlo te excita. A pesar de que otra parte de tu mente, otra parte más corrompida e influenciada por la sociedad, cuestiona y critica tu comportamiento, no puedes evitar que tu boca se seque, que tu corazón bombeé más deprisa y una especie de cosquilleo interior endurezca tu entrepierna. ¿Me equivoco? —preguntó cerca de su oído.
—Que te jodan.
Soobin sonrió.
—Ya veo que no.
Y descargó el látigo con fuerza sobre su piel. Yeonjun soltó un grito lastimero, pero le desafió con la mirada. Entonces volvió a golpearlo.
—¿Te gusta?
El menor guardó silencio y recibió un nuevo latigazo.
—Te he hecho una pregunta —insistió con dureza.
El castaño giró la cabeza y le escupió en la cara.—Ahí tienes mi respuesta, capullo.
Soobin soltó una risotada, cogió una toalla y se limpió despacio.
—Vale pequeño, si esto es lo que quieres te lo daré.
Y volvió a azotarlo una y otra vez con saña.
—Trágate tu puto orgullo y admite que en el fondo disfrutas con esto. ¡Admítelo! —le ordenó con el látigo en alto.
—¡Vete a la mierda! —siseó con los dientes apretados.
El pelinegro gruñó por lo bajo y lo azotó una vez más.
—No seas estúpido, Yeon. Sabes que te despellejaré a latigazos si te empeñas en provocarme.
—Haz lo que te de la gana. Pero no pienso darte el placer de reconocer lo que quieres oír.
Soobin descargó el látigo en su espalda, sus caderas, sus piernas. Hasta que su piel quedó totalmente enrojecida y salpicada de puntitos de sangre.
—Yeonjun, no te lo diré más. Sométete o te seguiré azotando —le advirtió con una mirada inquisitiva.
Pero el chico cerró los ojos y gritó para sus adentros cada vez que el látigo impactaba contra su carne dolorida. Entonces el azabache maldijo en voz alta, soltó el látigo y liberó sus manos. El castaño cayó medio desfallecido en sus brazos. Se encontraba aterido de frío y tenía las extremidades completamente entumecidas. Soobin envolvió su cuerpo en una toalla, lo cargó sobre su hombro y lo llevó a la habitación que había al lado. Luego lo depositó con cuidado encima de la mesa japonesa. Todo estaba en penumbra y se percibía un olor cargado a incienso y velas.
—Maldito terco. Podía haberte matado a latigazos —le reprochó enfadado mientras lo acunaba en su regazo.
—Pero gané yo —susurró con una sonrisa embelesada.
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𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈𝐓 © soojun
Fanfiction𝐋.𝐃 | Kim Yeonjun tiene un mes para embalar sus cosas y dejar la casa donde ha vivido desde niño. Su última opción para impedir el embargo es presentarse en el despacho del banquero y suplicar por primera vez en su vida. Pero lo que no sabe es que...