16. Pasar Página

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Soobin agarró el miembro goteando presemen del castaño ―sí, pese a todo estaba mojado y duro― Yeonjun mordió su labio inferior por la sensación de calor que le transmitió el contacto, el pelinegro lo masturbó por unos minutos, haciéndolo sollozar y retener sus gemidos, Soobin sacó una botella de lubricante de sus gavetas y le introdujo dos dedos de golpe, el menor arqueó su espalda y liberó un chillido de dolor, el azabache con sus dedos se abrió paso entre sus paredes, empujándolos fuerte en su interior, introdujo un tercer dígito y comenzó a moverlos en círculos, palpó la zona buscando su punto y al dar con él, lo maltrató, rozándolo incontables veces hasta que el chico soltó lágrimas de placer.

Sacó sus dedos y sin esperar mucho tiempo se sacó la polla de los calzoncillos que desde hacía mucho tiempo estaban apretados, masturbó su pene esparciendo un poco de lubricante por toda su extensión y se enterró hasta el fondo en él.

Yeonjun soltó un gemido lastimero y profundo, pero dejó que dispusiera de su cuerpo a su antojo. No le importaba que lo follara o le hiciera el amor. Solo quería que no parara. Él tenía el poder de convertirlo en su esclavo sexual.

Soobin lo acomodó encima del escritorio en cuatro, con su mano derecha empujó su cabeza contra la superficie de la mesa, mientras que con la otra lo sostenía por su cintura para mantener alzado su trasero. Lo bombeó con todas sus fuerzas. Por un momento le dio igual hacerle daño. Solo quería poseerlo hasta calmar su fuego. Hacerlo duramente. Arrancarle los gemidos más agónicos posibles. Hacerlo suyo. Borrar aquel dolor amargo que brotaba de su corazón. Follarlo. Follarlo. Follarlo sin piedad.

El castaño como pudo, estiró sus manos atadas y se agarró más fuerte del borde de la mesa para soportar la violencia de sus acometidas.

―¡Ah! Soobin... ―empezaba a descontrolar sus gemidos, ya no le importaba que la secretaria del pelinegro lo escuchara.

El mayor llevó la mano que permanecía en su cintura hasta su pecho y haciendo algo de fuerza alzó su trozo hasta que chocó con su cuerpo. Salió de él y le dio la vuelta para tenerlo frente a frente. Miró unos segundos sus ojos enrojecidos por las lágrimas y se lanzó a devorar sus temblorosos labios, introdujo su lengua en la cavidad bucal de Yeonjun, deseando probar su dulce sabor y grabarlo para siempre en su memoria.

El menor colocó sus manos alrededor de su cello y lo envolvió con sus piernas, añorando la cercanía de sus cuerpos. Se dejó vencer en la batalla que llevaban sus lenguas, no sin antes darle un poco de pelea al pelinegro, soltó un respingo entre el beso cuando los brazos fuertes de Soobin lo alzaron y caminaron con él hasta el sofá, sintió como su espalda tocaba la superficie de este y como el chico se abría paso entre sus piernas enterrándose en él nuevamente.

Soobin rompió el beso para saborear su cuello, lamiendo y chupando la piel sin pudor, dejando grandes marcas mientras retomaba sus fuertes embestidas, apretó los pezones de Yeonjun, sin mucha delicadeza, el chico gritó de dolor, pero aún así continuó maltratando su cuerpo, en el fondo deseando dejar una huella con sus actos. Bajó una mano hasta el miembro del castaño y lo masturbó tan rápido como pudo, el menor se removió, ahogando sus gemidos contra la boca del pelinegro.

―M-Más rápido... ¡Ah! Ya n-no puedo más... Me voy a...

Incapaz poder terminar sus palabras y esperar más, liberó su esencia manchando la mano de Soobin y su propio vientre. El azabache siguió empujó con fuerza en su próstata mientras aún sentía los espasmos del orgasmo. Cuando Soobin por fin descargó sus fluidos en su interior, con un gruñido seco, se quedó quieto y en silencio.

En realidad era como si el tiempo se hubiera congelado. Ninguno de los dos era capaz de reaccionar. Solo el latido descontrolado de sus corazones hablaba por ellos. Hasta que Yeonjun sintió como el mayor salía de su cuerpo con un movimiento algo torpe. Luego le deshizo el nudo de las cuerdas y se giró hacia la ventana para darle la espalda.

El castaño se frotó las muñecas doloridas y lo contempló durante varios segundos.

―¿Soobin? ―le llamó indeciso.

Él ni se inmutó y Yeonjun se acercó despacio, buscó su mirada y vio una lágrima rodando por su mejilla.

―¡Soobin! ―se alarmó.

El azabache se dio la vuelta y lo miró fijamente.

―Estoy enfermo, Yeonjun ―confesó con la voz quebrada―. Me he pasado años deseando verte arrastrado y ahora que te tengo a mi alcance... ―tragó saliva para controlar la emoción―. He comprendido que no merece la pena. No puedo seguir así ¿comprendes? Tengo que olvidarte y pasar página.

De repente Yeonjun sintió como si le abrieran un canal el pecho.

―Soobinnie, no puedes estar hablando en serio. Sé que te he hecho daño. En realidad los dos nos hemos hecho mucho daño, pero vamos a hablarlo. Lo que pasó anoche demuestra que aún nos entendemos bien ―le suplicó con la vista nublada por las lágrimas.

Él negó con la cabeza.

―Lo que pasó anoche estuvo bien, pero aún pesan más otras cosas que no puedo olvidar. Aún hay una parte de mí que te odia, Jun. Tú has convertido mi vida en un infierno. Mis relaciones amorosas han terminado siendo un fracaso. Tú has hecho que nunca más pudiera volver a confiar en nadie ―confesó destilando sufrimiento en su mirada y su voz. Después observó los ojos llorosos del castaño y logró ablandarse un poco―. Sí, te odio y al mismo tiempo deseo salvarte ―reconoció acariciando con dulzura su mejilla.

―¿De qué?

―¡De mí mismo! ―estalló furioso―. De lo que acabaré por hacerte si no te alejas de mí.

―Pero Soobin...

―A partir de ahora tus asuntos bancarios los llevará otra persona. Acepta el trabajo de tu amigo y olvídate del acuerdo que teníamos. Te prometo que no volveré a meterme en tu vida ―sentenció en un tono tan gélido que le produjo escalofríos.

Yeonjun lo miró herido de muerte. ¿Qué no volvería a meterse en su vida? ¿Ahora que por fin empezaba a aceptar que estuviera en ella decía que no volvería meterse en su vida? Se enjugó las lágrimas, se vistió y abandonó el despacho con toda la dignidad que pudo mantener.

 ¿Qué no volvería a meterse en su vida? ¿Ahora que por fin empezaba a aceptar que estuviera en ella decía que no volvería meterse en su vida? Se enjugó las lágrimas, se vistió y abandonó el despacho con toda la dignidad que pudo mantener

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Gracias por la espera, de veras:(❤

𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐃𝐄𝐁𝐈𝐓 © soojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora