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Little Canari

Sentado en la barandilla del balcón, con las piernas balanceándose, Kanato cantaba una dulce melodía.

Giselle se acercó al chico con curiosidad y cuidado. Cuando este terminó de cantar, Giselle aplaudió levemente con una sonrisa. Le había encantado la melodía. 

—Un canario atrapado en una jaula. —Pensó Giselle observando al vampiro. 

—Ah, Gigi-san. —Kanato observó a la chica con una sonrisa siniestra. —Qué buena es la noche, ¿verdad? —Comentó, para luego volver a seguir mirando el cielo oscuro. 

Giselle se acercó al chico para observar el mismo cielo. Sonrió, cerrando los ojos y dejando que el viento meciera sus cabellos. 

—Nee, Teddy. Parece que a Gigi-san le gusta la noche como a nosotros. —Murmuró al oso, que tenía sujeto con un brazo.

Giselle abrió los ojos al oír a Kanato decir aquello y le observó con curiosidad. El vampiro se empezó a balancear en la barandilla. Al ver aquello, Giselle no pudo evitar coger delicadamente, con tan sólo dos dedos, la manga de Kanato. 

—Te ves ansiosa y preocupada. —Sonrió, apartando el agarre de Giselle. —Eres muy linda... La verdad es que adoro tus expresiones. Son tan claras que siento que nunca me mentirías. ¿Nee, Teddy? 

Giselle apretó los labios. Lo último había sonado tan triste. 

—Tan clara y linda... Me da hasta risa. ¿Quieres que me baje de aquí? 

Giselle asintió levemente la cabeza. Sabía que no se mataría por la caída, pero no podía evitar preocuparse. 

—Entonces, bésame. 

Giselle abrió los ojos en grande. ¿Cómo?

—Podría bajarme si me besas. Si vas a decir que no, entonces déjame en paz y desaparece. ¿De acuerdo?

Dale caramelos... Están en tus bolsillos. —Le aconsejó la voz en su cabeza.

Giselle hurgó su bolsillo y encontró, efectivamente, un par de caramelos de diferentes formas y envoltorios. Tendió las dos manos llenas de caramelos a Kanato. 

El vampiro, al ver lo que le ofrecía la chica, comenzó a reírse. 

—¡De verdad eres muy rara, Gigi-san! Te pedí un beso, pero me vas a dar algo mejor. —Con lentitud, cogió uno de los caramelos de Giselle. —Sígueme, quiero mostrarte un lugar.

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Con un ramo de rosas rojas en la mano, Giselle seguía a Kanato a una distancia prudente. Llegaron a un cementerio. Giselle observó a su alrededor. De alguna manera, podía oler sin problemas el hedor de los muertos, el ramo de flores que tenía en las manos y el aroma que desprendía Kanato de por comer tantos dulces. Arrugó la nariz. La mezcla de colores no era muy buena.

—Gigi-san... ¿no te parecen agradables la oscuridad y el olor a la muerte de los que están colmados en los cementerios? —Giselle ladeó la cabeza. Lo primero no estaba mal, lo segundo le daba náuseas. —A mí me encantan. Son fríos y silenciosos... Un mundo sin temor.

—Un mundo sin temor... —Se repitió maravillada Giselle. Ojalá existiera dicho mundo. 

—Aquí duerme mi madre. —Dijo mientras se agachaba enfrente de una lápida. —Yo la maté. 

Giselle, por instinto, dio un paso hacia atrás. Kanato se levantó con lentitud y observó a Giselle. 

—¿Me crees? Aunque me da igual. Cierto, ¿Teddy? Deja las rosas aquí. —Giselle se acercó con cuidado, aún manteniendo la distancia con Kanato y se arrodilló, dejando las rosas en la lápida. 

Juntó las manos y cerró los ojos. Después de unos segundos, abrió los ojos, se incorporó y observó a Kanato, esperando alguna señal del chico. 

—¿Por qué has rezado a alguien que no existe? 

Giselle ladeó la cabeza confundida. Ella no había rezado a nadie. Aquello era una señal de respeto. 

—¿Por qué no contestas? —Preguntó enfurecido. Giselle dio un paso hacia atrás. —Ah, es verdad. Te robaron la voz. ¿Sabes? Eso es lo que más y menos me gusta de ti. —Rápidamente tiró del brazo de la chica y olisqueó su cuello. —Tan callada como una muñeca... mi muñeca. —Abrió la boca y mordió. 

La sangre de Giselle fue drenada durante varios minutos, consumida por el chico. No paraba de beber. Aunque no tuviese un sabor dulce, era adictivo. Demasiado adictivo.

Los ojos de Giselle se fueron cerrando con lentitud. Mientras que poco a poco quedaba inconsciente, con una mano palmeando la cabeza del vampiro, ya que este era algo más bajo que ella.

Cuando volvió a abrir los ojos, vio que estaban dentro de una sala fría y espaciosa.

—Mira, Teddy. Gigi-san despertó. —Habló de repente la voz de Kanato cerca del rostro de Giselle. 

La chica se incorporó tocándose el cuello. La marca del cuello le ardía. Parecía como si le hubieran puesto un collar de fuego alrededor de la garganta.

Abrió la boca, tosió varias veces. Necesitaba agua. 

Una mano le tendió un vaso lleno de agua. Giselle observó hacia arriba, era Kanato, que la observaba sin expresión. 

—Ten, me molesta tu tos.

Giselle cogió rápidamente el vaso y bebió con rapidez. El calor no se iba, pero se había disminuido. Movió la boca después de haber bebido, como si estuviera encajando su mandíbula.

—Ya que has dejado de toser, mira a tu alrededor, ¿te gustan mis muñecas? No tienen alma, como Teddy, pero son calladas y hermosas.

Giselle observó a su alrededor. Había diferentes mujeres con diferentes vestidos de novia, velos, expresiones, ramos, zapatos y accesorios. 

—Nee, ¿no te gustaría convertirte en una muñeca? Estarías muy guapa de esa manera. 

Giselle observó a Kanato por unos segundos. El chico se sorprendió al ver la mirada de la chica. Esta mostraba impaciencia y algo más, pero no lograba saber el qué. 

De repente, la chica se levantó de la piedra en la que estaba tumbada y cogió las manos de Kanato, juntándolas en el proceso. 

Los ojos de Giselle exclamaban la pregunta: "¿Es posible convertirme en una muñeca?".

Parecía esperanzada, pero a la vez, aquel sentimiento que Kanato no lograba descifrar le molestaba. 

—Déjalo. —Se soltó del agarre de la chica bruscamente. —De verdad que eres egoísta. Teddy no le gustaría aún quitar el brillo extraño de tus ojos. 

Giselle bajó sus manos y asintió con la cabeza. Por alguna razón desconocida para Kanato, parecía decepcionada, incluso triste. ¿Tanto quería ser una muñeca o era otra cosa?

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Giselle caminaba por los pasillos de la mansión sin una dirección fija. Suspiró. Estaba cansada. 

Llegó a la puerta del laboratorio de Reji. Iba a pasar de largo, pero unos ruidos de incomodidad la hicieron detenerse. Dudó entre si entrar o no, pero desistió la idea. 

El vampiro no era su problema. 









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EDITADO

Craving for Blood - Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora