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Mukami Yuma

Giselle se observó en el espejo del baño con una cara llena de cansancio. Recordando lo que había ocurrido hace apenas un día. Se tocó la marca de la mordida con suavidad, para luego ajustar el moño que se había hecho para no mojar su pelo mientras se bañaba. Soltó un suspiro y justo cuando iba a deshacerse de la toalla que tenía alrededor del cuerpo, la puerta se abrió. 

—¡Oye, cerda!

Giselle abrió la boca para gritar, pero aunque ella apenas oyó un silbido agudo salir de su boca, Yuma parecía haber oído un grito desgarrador.

—¡Cállate! ¡No grites en el baño! —Se quejó el vampiro, tapándose los oídos. —Eres muy ruidosa. 

Giselle arrugó la frente con algo de molestia. No sólo la insultaba y la llamaba cerda, sino que también invadía su privacidad y no se disculpaba por ello. 

—¡Sal de una vez! Necesito que me ayudes con algo. —Le ordenó el vampiro, tirando de su brazo. 

Giselle tiró hacia el otro lado con todas sus fuerzas y para su sorpresa, consiguió librarse del agarre del vampiro. 

—¿Eh? ¿No quieres? —Preguntó confundido Yuma, al ver que Giselle se alejaba de él con rapidez. 

Giselle extendió los brazos y señaló la toalla que tenía envuelta. 

—¿Quieres ponerte ropa?

Giselle asintió con rapidez. 

—Tsk. No tardes demasiado y ven al jardín. 

Diciendo aquello, el vampiro salió del baño y sin cerrar la puerta, se teletransportó hacia el jardín, en dónde estaba su huerto.  

Giselle suspiró resignada, mientras cerraba la puerta del baño. Ya no podía tomarse un baño con tranquilidad. 

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Giselle cubrió su cara con una mano en cuanto salió al patio por el sol que hacía. Le sorprendía saber que Yuma cuidaba de su cultivo por las tardes, a la hora en dónde el sol normalmente era más abrasador.

—Bien. Creo que estás lista. —Sonó la voz de Yuma a su lado. 

Giselle giró su cabeza para observar al vampiro, curiosa. 

—¿Te gusta mi campo de cultivo? 

Giselle se sorprendió por la pregunta, pero asintió con rapidez para que no pensase que no le gustaba. En realidad, estaba impresionada por tal belleza. 

—Bueno, ayúdame de una vez. —Ordenó Yuma, mientras comenzaba a caminar y le lanzaba una cesta de mimbre a Giselle. 

La chica la cogió apenas y luego bajó los escalones del patio con pequeños saltos. 

Siguió al vampiro a través del huerto, observando los diferentes cultivos y flores silvestres que habían. Aquel sitio le traía paz y alegría. En el aire, podía olor un ligero olor a hierba mojada y a tomates frescos. 

Giselle estaba tan embelesada por los olores que percibía, que no se dio cuenta cuando Yuma se detuvo enfrente de los tomateros. 

—Mira al frente, cerda. —Le dijo sin estar realmente atento. 

El vampiro observaba con atención uno de los tomates rojos que había y sonrió. 

—Este está muy bien. —Diciendo aquello, lo soltó del tomatero y lo metió dentro de la cesta de mimbre que Giselle sujetaba. Luego, cogió otros dos tomates, rojos y bastantes grandes; y también los metió en la cesta. 

Craving for Blood - Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora