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Mukami Azusa

Giselle hecho la cabeza para atrás y se metió una montaña de nata montada en la boca. Se sentía algo triste de no poder salir. Tragó la nata montada sin dificultad y se volvió a echar un poco más. 

—Elle. —La voz de Azusa hizo que Giselle empezase a toser de la sorpresa. —Ven a mi habitación. Quiero mostrarte algo. —Hablaba el vampiro con lentitud y calma. 

Giselle ladeó ligeramente la cabeza, pero siguió al vampiro por los pasillos a paso lento e inseguro.

—Entra. —Habló Azusa al llegar a la puerta de su cuarto. Esta se abrió por sí sola.

Giselle observó al vampiro con algo de desconfianza, pero hizo lo pedido. 

La puerta se cerró en cuanto el vampiro entró, provocando que Giselle observarse su única salida con algo de preocupación. 

—Estos son... todos mis tesoros. —Le mostró una estantería llena de diferentes tipos de cuchillos y dagas. —¿Puedo preguntarte algo? 

Giselle observó al chico algo desorientada. La verdad es que algunas de las fundas de las dagas y cuchillos eran realmente bonitas. 

—¿Me... quieres?

Giselle arrugó la nariz, sin saber muy bien cómo actuar. 

—¿Me puedes... golpear? 

Giselle se alejó del vampiro, que se había acercado a ella después de haber formulado la segunda pregunta. La chica recogió sus brazos y puso ambas manos debajo de sus brazos. 

—¿Perdona? —Le gustaría poder preguntar al vampiro. 

Es un masoquista. —Cantó la voz de su cabeza. 

—¿Entonces?

Giselle negó con la cabeza con algo de pánico. ¿Qué estaba pasando?

—Ya veo... Entonces, me odias. 

Un sonido ahogado salió de la garganta de Giselle.  

—Pero yo no te odio. —Siguió el vampiro hablando, mientras ponía una mano en la pared, a la altura de la cabeza de Giselle. —Porque hueles igual que yo. —Dijo acercándose al cuello de Giselle y olfateando el área. —Nee, acabo de afilar este cuchillo. —Giselle observó la otra mano de Azusa con temor. Allí, en cuchillo de plata brillaba bajo la leve luz de la habitación. —Quiero verlo clavado en tu piel. —Siguió hablando el chico, mientras lentamente alzaba el cuchillo y lo acercaba a la cara de Giselle. —Seguro que será lindo. 

Giselle apartó el brazo de Azusa de un manotazo, pero este se movió apenas. 

—¿Resistes tanto? Entonces... —Cogiendo una de las muñecas de Giselle, le tendió el cuchillo a la chica. —... en cambio, córtame a mí. 

Giselle quería soltar el cuchillo, pero Azusa había envuelto su mano con sus dos manos para que no lo soltase o se le cayese al suelo.

—No te preocupes. 

¡Hazlo Gretel!

Sin que Giselle pudiese controlar su cuerpo, la mano del cuchillo desgarró parte del dorso de una de las manos de Azusa. Los ojos de Giselle se habían vuelto completamente verde bosque, pero estos se volvieron a la normalidad rápidamente. El cuchillo cayó al suelo y Giselle se llevó sus manos a la cabeza horrorizada. 

—¿Qué he hecho? —Se preguntó mentalmente horrorizada de ella misma. 

Lo que deberías haber hecho hace mucho tiempo. ¡Rápido! Coge el cuchillo y sal de la habitación. —Le apuró la voz de su cabeza, pero Giselle se había quedado paralizada. Alguien o algo la había impulsado a cortar a aquel vampiro con claros problemas psicológicos.

Azusa observó la sangre brotar de la herida hechizado. Parecía estar recordando algo. 

—Muy bien. —Alzó el brazo hacia arriba, provocando que la sangre se colase dentro de su jersey. —Esto está muy bien. 

Giselle salió de su ensoñación y cogiendo el cuchillo del suelo, intentó abrir la puerta de Azusa, pero esta no abría. 

El pánico se apoderó de la chica, mientras que el vampiro simplemente lamía la sangre que brotaba de su herida con lentitud. 

—¿A dónde vas, Elle? —Azusa tiró de la muñeca de Giselle y estampó el pecho de la chica contra la puerta, aplicando presión con su cuerpo para que no pudiese salir. —No lo hagas. Mejor dame tu sangre. Está bien, ¿verdad?

Giselle intentó removerse, pero Azusa mordió su cuello, haciendo que la chica dejase de moverse por si le desagarraba la piel.

Mientras succionaba, el cuchillo cayó al suelo y Giselle notaba sus piernas pesadas. 

—Eres muy suave... —Le dijo Azusa al separarse de su cuello por unos segundos. —y dulce. —Diciendo aquello, volvió a morder a Giselle en otra parte. —Así sabe la sangre de isklie... a nada. —Volvió a separarse de su cuello. —Que envidia que tengas esta sangre. 

Giselle se intentó volver a soltar. 

—Quieta. Te morderé más. ¿Estás feliz? —No le dio tiempo a pensar, ya que volvió a morder en otra parte. —Te haré sentir mejor. Porque eres isklie, a quien atesoramos. 

Pasaron unos minutos que se le hicieron eternos a la chica, hasta que una voz les interrumpió.

—Ya, déjalo ahí. —Ordenó la voz detrás de los dos chicos. 

Azusa se giró lentamente y soltó a Giselle, que cayó al suelo de rodillas, agotada. 

—Yuma, bienvenido de vuelta. —Azusa se limpió un hilo de sangre que sobresalía de su boca.

Por otro lado, Giselle observó con la cabeza apoyada en la puerta, la postura algo intimidante de Yuma. Los brazos cruzados y un porte serio en la cara. 

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Ruki alzó la mirada de su libro al notar la presencia de un murciélago, de un tamaño superior a uno normal, observarle con sus ojos rojos como la sangre a través de la ventana. 

El murciélago no tardó en marcharse hasta encontrar el ventanal en donde yacía la habitación de Giselle. Allí, la chica se hallaba acostada después de haber sido arropada por uno de los vampiros. 

Al murciélago le brillaron los ojos con más intensidad. Había encontrado lo que buscaba. 









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Imaginar que Azusa habla lento. Es que me da pereza poner tantos puntos suspensivos.

Craving for Blood - Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora