Capítulo 28

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-¡Madie! - Volteé a mi derecha y vi a Leo moviendo su mano en el aire al otro lado de la calle. Bajó de su reluciente Ford blanco y cruzó la calle hasta pararse frente a mí.

-¿Qué haces caminando? - me preguntó mientras se acercaba.

-Digamos que mi hermanito me hizo caminar hasta el instituto - respondí con un dejo de cansancio en mi voz.

-¿Quieres que te lleve? - ofreció Leo amablemente.

-No, no quiere - interrumpió Jayden, que de alguna manera había aparecido sin que me diera cuenta. La mirada de desaprobación en su rostro dejaba en claro que no le agradaba la idea de que otro chico me diera un aventón.

-Te imaginaba en el instituto - comentó Leo, tratando de hacer conversación.

-Ya quisieras - dije mientras Jayden tomaba mi muñeca y me sujeta con firmeza.

-¿Y crees que quiere ir contigo? No me hagas reír - Jayden replicó con sarcasmo.

Logré liberarme de ambos con un movimiento brusco, confundida y molesta por su comportamiento.

-¡¿Qué les pasa?! - pregunté enfadada - Vayan a pelearse por alguien más, yo prefiero ir a pie - les di la espalda y comencé a alejarme.

¿Qué diablos les había pasado de repente?

¿Acaso me ven como un objeto?

Escuché la voz de Jayden pidiendo disculpas, pero antes de que pudiera preguntarle qué rayos estaba pasando, me encontré repentinamente cargada sobre su hombro como si fuera un saco de papas.

-¡Jayden! - pataleé y amenacé con golpearlo cuando puso una mano en mi trasero para evitar que levantara mi falda.

-No hagas una escena - me advirtió mientras me golpeaba el trasero, lo que solo hizo que me tensara aún más.

¡Este tipo está completamente loco!

-¡Cuando me bajes te voy a golpear tan fuerte que tendrás que ir al hospital! - grité, intentando sonar amenazante.

-Como digas - respondió con indiferencia, como si no le importara. No podía creer lo tranquilo que parecía...

-¡Suéltame! - grité, sin poder ver más que el suelo y sus pies mientras me llevaba.

- No.

-¡Jay! - mi frustración era evidente.

-¿Qué pasa? - preguntó burlón.

-¡Eres tan inmaduro! - exclamé, cruzando los brazos en un gesto desafiante.

-Lo sé - respondió sin negarlo. Dios, era arrogante.

-Juro que si no me bajas voy a... - amenacé, intentando sonar intimidante.

-¿Vas a qué? - bromeó, riéndose entre dientes.

Luego escuché cómo abría la puerta del auto y, finalmente, me dejó en el asiento. Tuve que cerrar los ojos por un momento, sintiéndome mareada.

Al abrirlos, le lancé una mirada asesina. Me cobraría esto, sin duda.

-¿Qué? - preguntó, con una expresión inocente que intentaba ocultar su travesura.

-Te odio - musité, cruzando los brazos.

-Ambos sabemos que eso no es cierto - me miró y suspiré, reconociendo internamente que tenía razón.

Se subió a su asiento y comenzó a conducir hacia el instituto.

-No puedo creer que me hayas cargado como si fuera un saco de papas. Te cobraré esto, tenlo por seguro.

-Pero si soy un santo, casi puedo sentir mis alas y mi aureola todo el tiempo - replicó divertido, haciendo un puchero y fingiendo inocencia.

Lo Desconocido del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora