Capítulo 37

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- Estamos a punto de llegar - anunció Cameron con brevedad, sin revelar a quién se refería. - Comprobad el estado del avión.

Cuando finalmente llegamos a la pista de aterrizaje, Cameron abrió la puerta del lado del copiloto y tres escoltas me acompañaron hasta el avión. Detrás de mí, Jayden, quien hablaba con un rey molesto, apagó el video, pero continuó hablando por teléfono con mi tío.

Mi cabeza estaba llena de imágenes de los gemelos, era difícil concentrarme en otra cosa.

La brisa nocturna era fría, cada vez más gélida. Mientras caminaba hacia el avión, un fuerte viento se levantó, pero luego se calmó abruptamente. Escuché un agudo pitido y de repente el mundo explotó. Todo era fuego, todo era destrucción.

Sentía dolor en todo mi cuerpo y no podía oír ni ver nada. Después de un tiempo, comencé a distinguir imágenes borrosas, pero todo lo que veía era fuego. Fuego.

Y luego, la nada.

Mi entorno estaba lleno de oscuridad. Y entonces escuché una voz.

- ¿Un secreto más? - preguntó.

No podía decir si estaba de pie o tumbada, ya que no podía sentir mi cuerpo.

- Ya no eres mi precioso secreto.

Si tenía ojos, los abrí. ¿O ya estaban abiertos? De cualquier manera, hice un movimiento y el mundo se llenó de luz.

- No más secretos - respondí a mis padres.

- Así es, tesoro.

- Estoy agotada - les dije.

- Lo sé. Pero esto no puede acabar aquí, Madie. Debes seguir adelante, hay un mundo lleno de cosas por descubrir. Al menos... solo una vez más, hazlo por mí. ¿De acuerdo, tesoro? No puedes rendirte.

Escuché un zumbido largo y distante. Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo.

- Vamos, Madie - susurró mi madre. - Tú puedes...

Otra descarga me alcanzó.

Deseaba dejar de respirar. Quería ir a un lugar donde los rayos, el fuego y el dolor no pudieran tocarme.

- Debes luchar - me dijo mi padre. - Tienes que aguantar.

- Ellos no son reales - murmuré. - Están muertos. Entonces, o estoy soñando y ustedes no están aquí, o estoy...

«Tan muerta como ustedes», concluí en silencio.

Lo primero que sentí fue una opresión en el pecho, como si un bloque de hormigón estuviera sobre mí. Luché para liberarme y de repente, todos los nervios de mi cuerpo comenzaron a gritar. Abrí los ojos de golpe.

Lo que vi al principio fue la máquina, luego los tubos. Había una gran cantidad de tubos conectados a mi cuerpo.

"Estoy en el hospital", pensé, pero luego logré enfocar el resto de la habitación y me di cuenta de que no estaba en una habitación de hospital. Estaba en una habitación. En el castillo.

Los segundos pasaban con una lentitud exagerada. Tuve que reunir toda mi fuerza de voluntad para no arrancarme los tubos del cuerpo. De repente, recordé. Las descargas y el fuego y...

"Hubo una bomba", recordé.

Un monitor cercano comenzó a sonar una alarma y antes de que pudiera darme cuenta, una mujer con bata blanca de doctora entró corriendo en mi habitación. Cuando la reconocí, pensé que estaba soñando de nuevo.

- Doctora Miller - balbuceé.

- Bienvenida, Madie - dijo el doctor que me había atendido la última vez, me miró con una expresión que decía "no hagas tonterías". - Necesito que te acuestes y respires profundamente.

Me pincharon y me pusieron vías intravenosas y me administraron medicamentos para el dolor. Para cuando el doctor permitió que mis padres y mis hermanos entraran en mi cuarto, yo ya me sentía adormecida.

- Le he dado un poco de morfina - escuché al doctor decirle a mi madre. - Si quiere dormir, que duerma.

- ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? - pregunté.

Mis padres no respondieron de inmediato. Miraron al doctor y él asintió. Papá abrió la boca, pero mamá fue más rápida y respondió primero.

- Catorce días.

- ¡¿Dos semanas completas?!

- Nos dijeron que quizás no despertarías - dijo mi hermana Gaby con voz temblorosa.

- Estoy bien - traté de tranquilizarla, pero luego me di cuenta de que no tenía ni la más remota idea de si eso era cierto o no.

Miré al doctor de reojo.

- ¿Lo saben los demás? - pregunté. - ¿Que estoy despierta, quiero decir?

Añadí en mi mente: "¿Lo saben los chicos?"

El doctor se acercó a mi cama.

- Vamos despacio, ¿de acuerdo?

***

Al final, permitieron que Jay viniera a verme.

-Colocaron la bomba dentro del motor del avión. El forense dice que llevaba días allí y que la activaron por control remoto. -Jay tenía heridas a medio curar a lo largo de la mandíbula y en los dorsos de las manos-. Quienquiera que detonara la explosión debió de calcular mal. Si hubieras estado dos pasos más cerca, habrías muerto. -Luego añadió con la voz escañada-: Dos de mis hombres perecieron.

Una culpa arrolladora me alcanzó, como un carámbano de hielo fino como una aguja directo al corazón. Me sentí pesada y entumecida.

-Lo siento.

-Debo decirte, princesa, que no me hacen ninguna gracia los comas. -Jay parecía el mismo, irónico y enigmáticamente tentador, pero tenía una expresión en el rostro que no le había visto jamás.

No bromeaba.

-He venido a verte -me dijo Jay-. Todos los días. Lo mínimo que podrías haber hecho era despertarte mientras yo estaba aquí, iluminado desde atrás con mucho dramatismo, tremendamente atractivo y esperándote.

-¿Todos los días? -pregunté, y mi propia voz se me antojó extraña. Recordé estar de pie a la orilla del océano.

-Todos los días sin falta, Preciosa. -Jay cerró los ojos, solo durante un instante-. Pero si no es a mí a quien quieres ver...

-Pues claro que quiero verte a ti. -Era cierto. Podía decirlo-. Pero no tienes que... -«quedarte cuando yo te alejé. Seguir ahí aunque no lo merezca », acabé para mis adentros.

-Sí -me cortó Jay-. Claro que sí. -Se hundió junto a mi cama para que sus ojos quedaran a la altura de los míos.

-Quieres que sigamos descubriendo cosas. -Lo miré con fijeza, sintiendo sus ojos fijos en mí-. Juntos.

-No tienes que decir nada. -Jay se puso de pie. Yo todavía podía sentir el fantasma de sus dedos sobre mi piel. Veía la vena de mi muñeca y sentía el latido de mi corazón-. No tienes que besarme ahora. No tienes que quererme ahora, Preciosa. Pero cuando estés lista... -Me acercó la mano al rostro. Yo hundí la cara en su caricia. Se quedó un instante sin respiración. - Te amo Madie, te he amado desde el primer momento, cuando te alejaste, nada me importaba excepto recuperarte, quería demostrarte que pertenecemos juntos. Y si es necesario, esperaré lo que sea necesario para que sientas lo mismo, no me importa cuánto tiempo sea, se que al final valdrá la pena, pero no puedo perderte, no otra vez.

Lo Desconocido del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora