Academia Brighton (Banana fish)

19

Eiji's Pov

Podía sentir el movimiento de Ash en mi propio cuerpo a pesar de que se encontraba a varios centímetros de distancia. Se movió sobre la cama para posar su mano en mi rostro.
—¿Está bien si cierro las cortinas? —preguntó. Yo asentí con la cabeza. Lo cierto era que en ese momento habría accedido a cualquier cosa que él me pidiera.

Cuando el cuarto se quedó a oscuras, Ash volvió a hablar:
—¿Estás seguro de que esto es lo que quieres?
-—Bésame, por favor —contesté sin pensar. Había esperado mucho tiempo por algo que hasta ese momento no sabía que necesitaba, pero que me quemaba en el interior del vientre de forma apremiante. No estaba dispuesto a esperar ni un minuto más.

Ash se sentó a mi lado y tomó mi rostro con las manos. Se dio el tiempo de observar todo lo que sus ojos alcanzaban a ver con la escasa luz de la luna que se filtraba tras las cortinas.
—Te quiero —su aliento chocó contra mis labios cuando estos se abrieron para recibirlo. Aquel primer beso fuera de las paredes de Brighton sabía más dulce que todos los anteriores. Ya no habían toques de queda ni guardias ni ojos mirando en todas partes ni miedo, en especial miedo.

Sentí su lengua tibia dentro de mi boca y sus manos frías recorriendo mi estómago y mis caderas. Su camisa quedó olvidada en el suelo al igual que los zapatos, los cinturones y el resto de prendas que no íbamos a necesitar. Como si no me estuviera muriendo de nervios ya, se recostó a mis espaldas una vez hubo explorado con los labios hasta el último rincón de mi cuerpo. Temblando de ansias y de excitación, ebrio por el sabor dulce de su lengua, sentí como las palabras se derramaban junto a mi oído.
—No quiero hacerte daño —dijo paseando los dedos por mi abdomen— no a ti.

Acaricié los brazos que se cerraban en torno a mi cuerpo y hundí la nariz en el hueco que formaban sus antebrazos.
—No lo harás —le dije con una voz ronca que no se parecía a la mía, con una certeza tan absoluta que parecía no pertenecerme tampoco.

Cuando las palabras ya no bastaron para expresar lo que sentíamos, cuando ya no fui capaz de distinguir la luna tras el velo de mis lágrimas y cuando los resortes de aquel viejo colchón rechinaron, sentí que podría haber muerto de alegría.

Bajo las yemas de mis dedos, los músculos de Ash se tensaban con cada embestida. Intenté llamarlo por su nombre, pero todo lo que salía de mis labios no eran más que sonidos entrecortados que trataba de ocultar cubriéndome la boca con las manos.
—No —dijo Ash apartándolas con un movimiento que me dejaba totalmente expuesto ante él— quiero escucharte.

No quería perderse nada y yo era incapaz de impedirlo. Se había vuelto la cura de todos los males que me atormentaban y el causante de muchos ellos también. Estaba irremediablemente enamorado de alguien que era capaz de llevarme al cielo con una caricia o de destruirme con solo tronar los dedos.

* * * *
Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, casi pude pasar por alto el dolor en cada uno de los músculos de mi cuerpo, porque la confusión que sentía era incluso más latente.

Miré con cautela el techo y las paredes, y los recuerdos a mi alrededor fueron agolpándose en mi mente; cada uno luchaba por tener más protagonismo que el otro. A pesar de que la vergüenza estaba por encima de todas las cosas, pude dejarla de lado un segundo para atender asuntos más importantes. Estiré ambos brazos en busca de Ash, pero no lo encontré a ninguno de los lados del colchón; ahí solo había ropa tirada y sábanas arrugadas.
Haciendo caso omiso del dolor en mis piernas, gateé hasta el borde de la cama para tomar mis calzoncillos. La ropa que habíamos usado hasta ayer en la noche estaba en un estado deplorable después de todo lo que habíamos pasado y no creía que lo fuéramos a volver a usar, por lo que fui hasta la cajonera y saqué algo de ropa que alguna vez había pertenecido a Blanca. Me quedaba bastante grande, por no decir gigantesca, pero aquello tendría que bastar por ahora.