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Eiji's Pov
—¿En serio vamos a entrar ahí? — pregunté tragando saliva a medida que mis pasos me acercaban irremediablemente a aquello que tanto temía: el cuartel general de una de las pandillas más grandes y poderosas de Brighton, la de los asiáticos.

Su procedencia no me hacía sentir como en casa, como muchos podrían suponer. Quería mantenerme lo más alejado posible de las pandillas y Ash lo sabía; si no lo hacía, seguro que podía adivinarlo por la forma histérica en la que le apretaba la mano al caminar.
—Te prometo que no pasará nada si estás conmigo —dijo girándose solo un poco para verme por el rabillo del ojo.
—Pero...
—¿Confías en mí? —preguntó con una sonrisa tan encantadora que no encajaba para nada con la situación y el lugar tan amenazante al que estábamos apunto de entrar; sin embargo, de algún modo Ash hacía que funcionara siempre encontraba la forma de que lo siguiera.
—Confío en ti —murmuré asustado del eco de mi propia voz en los pasillos— pero no confío en lo que los demás vayan a hacer.
—Vamos, ¿alguna vez te ha pasado algo...? —pero pareció reconsiderar sus palabras antes de terminar de hablar y con un movimiento de su mano cambió de tema— solo quédate detrás de mí y deja que yo hable. Los asiáticos son amables si no te metes en su camino.

Apreté un poco más la mochila que llevaba cargando en brazos para asegurarme que estaba ahí y que nosotros lo estábamos también. Aquel parecía uno de esos sueños en los que de repente apareces desnudo frente a una multitud, solo que de haber sido un sueño, seguramente no habría sentido las ganas de vomitar y el nudo en la garganta que me impedía hablar. La libertad nunca antes había tenido un precio tan elevado.
—Te ves muy calmado — le dije, a lo que Ash se encogió de hombros.
—Hay otras cosas que me dan mucho más miedo.

No alcancé a preguntar cuáles eran esas cosas, pues justo en ese momento llegamos frente a la puerta de la habitación 222 del ala Este: el centro de reuniones de la pandilla.
—¿Quién es y qué quiere? — preguntó una voz profunda desde el otro lado de la puerta, tal vez demasiado grave y áspera para ser de un estudiante de 17 años.

Ash nos presentó y le dijo que teníamos asuntos importantes que tratar con el jefe, que él sabría de qué se trataba si lo anunciaba por su nombre.
—El jefe está ocupado y no tiene tiempo que perder con un par de blancos —contestó. Yo estaba más que dispuesto a aceptar nuestro destino y a dar media vuelta cuando escuché unos pasos acercándose con rapidez.
—Yhan, te dije que fueras amable con los invitados, ¿qué van a pensar las otras pandillas de nosotros?

Entonces la puerta se abrió y un joven alto, de piel morena y cabello morado se bajó los lentes de sol que llevaba para saludarnos.
—Lo siento, chicos —dijo haciéndose a un lado para dejarnos espacio en la entrada— Yhan ha tenido una semana muy dura, pasen.

A pesar de su amable sonrisa, Ash no le devolvió el gesto. Estaba ocupado observando a los otros tres chicos que estaban en la habitación, todos de rasgos asiáticos, todos con cara de pocos amigos.
—¿Quieren tomar algo? Nos acaba de llegar un cargamento de soda de contrabando —y a medida que hablaba iba descubriendo la parte inferior del camarote donde guardaban un par de cajas de cartón con los sellos de varias marcas de soda conocidas.
—No, gracias —respondió Ash y me acercó aún más a su cuerpo como si quisiera protegerme de lo que sea que esas bebidas pudieran hacerme, o algo así— venimos por algo muy puntual, no les quitaremos mucho tiempo.

Shorter intercambió una mirada con uno de los chicos en la habitación, era el más bajo de todos y llevaba el cabello muy corto. Lanzó un bufido que hizo que su líder sonriera, aunque a mí me pareció que no estaba muy feliz con nuestra presencia.
—¿De qué se trata?

En seguida, Ash tomó la mochila de mis brazos y extrajo el contenido para lanzárselo. Jadeé ante la idea de ver arruinados por la caída los radios en los que había trabajado con tanto esmero, mas luego recordé que tanto Ash como Shorter eran chicos geniales, de esos que atrapaban todo lo que se les lanzaba al vuelo y sin esfuerzo.

Academia Brighton (Banana fish)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora