21

357 48 13
                                    

Eiji's Pov
Bajé las escaleras tan rápido como pude y me detuve junto a una de las mesas en las que se exponían como reliquias algunas piezas tan caras y exóticas que de seguro deberían estar en un museo y no en una casa.
—¿Qué es todo este escándalo? —preguntó Dave cuando cuando entró a la sala dejando tras de sí su pesado perfume. Yo tomé aire y sin despegarle la vista, tomé una de las lámparas de marfil que tenía a mano.

No tengo miedo, me dije a mí mismo en un intento de darme el valor necesario para actuar. Dave se quedó mirándome un segundo con el gesto imperturbable y las manos en los bolsillos. Ese día, a diferencia de la última vez que lo había visto, estaba solo.
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó esbozando una media sonrisa después de determinar que el hijo de su esposa no representaba ninguna amenaza para él.

Esa sonrisa siempre aparecía antes de que las cosas más terribles ocurrieran; así sonreía cada vez que insultaba a mi madre o en las ocasiones en las que lo había descubierto levantando su falda y acariciándole las piernas frente a sus amigos.
—Te dije que te mataría si volvías a poner un pie en mi casa.

Pero sus amenazas ya no me asustaban, no cuando había recorrido tanto para llegar hasta ahÍ; no cuando me había demostrado a mí mismo lo que podía llegar a hacer; no cuando tenía a Ash a mi lado. Una oleada de calor me recorrió de los pies a la cabeza. Él está aquí, pensé dando un paso hacia adelante con la lámpara en mano. Si él está aquí, entonces no hay nada que no pueda lograr.

O al menos eso era lo que pensaba hasta que pasé por su lado y lo vi congelado y temblando de pies a cabeza. Sus ojos estaban fijos en un punto a unos cuantos metros de él. Lo seguí con la mirada y creí entender todo lo que estaba ocurriendo. No me quedó ninguna duda cuando Dave sonrió mostrando los dientes y dijo.
—Así que finalmente escapaste.

No me estaba hablando a mí, sino a Ash.

Ash's Pov
Justo cuando creí que podría escapar de mi destino, la vida me hacía una zancadilla y se reía en mi cara. David Cipriano no solo era el padrastro de Ash, como pensaba hasta hace poco, sino que también era uno de los hombres con los que Dino Golzine mantenía una estrecha relación. Era algo así como un policía dentro de ese mundo que mantenía a todos a raya para que a ninguno de los jefes menores se les ocurriera siquiera pensar en desobedecer las órdenes que llegaban desde arriba.

Había caído de lleno en una trampa que ni siquiera había sido pensada para mí, pero que no dudaba en destruir a quien pusiera los pies en ella.
—¿Ash? —escuché que Eiji me llamaba, aunque también pude haber estado imaginándolo todo.
—¿Te vas a quedar parado sin hacer nada? —se burló David mientras se llevaba una mano al bolsillo— mejor para mí. A papá Dino le gustará saber que estás aquí. Imagina cómo me recompensará cuando se entere de que encontré a su hijo favorito.

Miré en todas direcciones: había tres ventanas y un ventanal en el primer piso y de seguro unas cuantas salidas más en el segundo, pero salir huyendo por una de ellas significaba dejar solo a Eiji con un tipo que no tendría reparos en dispararle. Tampoco podía arrastrarlo conmigo, porque estaba seguro de que no querría irse sin su madre y con ella todo se complicaba hasta límites que ninguno de los dos había previsto. Estaba de manos atadas.
—¡Ash, qué pasa contigo! —Eiji gritó. No supe en qué momento había llegado junto a mí, solo sentí la presión de sus dedos cerrándose alrededor de mis brazos. Tampoco él merecía sufrir como lo había hecho.

Gritó otras cuantas cosas que no llegué a escuchar. Mi mente estaba perdida siguiendo el camino que formaba su nariz, sus pómulos y sus labios. Era casi como un ángel que había tenido la mala suerte de nacer en este mundo horrible, lleno de gente como David, como Dino y como yo.
—Basta —le dije no solo para que dejara de moverme de un lado al otro. Si no parábamos todo este absurdo plan, era muy probable que uno de nosotros saliera herido— Eiji, tienes que irte de aquí.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente en un gesto que comenzó siendo de desconcierto, pero que poco a poco se convirtió en uno de furia.
—¿Qué? —preguntó frunciendo el ceño. Era mi turno de tomarlo por los hombros a él.
—David no te hará daño si te mantienes lejos, ¿no lo entiendes?
—¿Y... y qué harás tú? —sentí como su cuerpo se tensaba. A esas alturas, no sabía si usaría la lámpara para golpear a David o para molerme a golpes a mí.
—No podemos escapar juntos de esta —dije después de respirar profundo. Los ojos de Eiji estaban fijos en los míos, tan concentrados que podía imaginar las mil preguntas sin respuesta que se formaban en su cabeza— hablaré con él... me quedaré aquí y lo convenceré de que te deje escapar.
—Pero... qué hay de Dino —preguntó al borde de las lágrimas— vendrá a buscarte.

Abrí los labios para decirle que no se preocupara por mí, que estaría bien, que siempre terminaba estando bien de una u otra forma; pero justo en ese momento vi el negro lustroso de un arma acercándose peligrosamente a la nuca de Eiji.
—Quiero que salgas de mi casa en este mismo instante —dijo David. En la esquina de su sonrisa, un diente de oro relucía.

Eiji bajó los hombros y por un segundo en el que creí que todo había terminado para nosotros, mas cambié de opinión cuando me di cuenta de que solo lo había hecho para detenerse un segundo a tomar aire. Apretó los dedos aún más y se giró de golpe para arremeter contra David con un grito y toda la fuerza de la que era capaz.

El sonido del disparo retumbó por toda la habitación seguido de un grito de la madre de Eiji. No hubo tiempo de hacer nada, ni siquiera de parpadear. Intenté agarrar a Eiji por el cuello de la chaqueta para hacerlo a un lado, pero estaba tan decidido que no habría dejado que nada se interpusiera entre él y su objetivo. La prenda terminó por rasgarse en el mismo instante que la bala se deslizaba por el cañón. Eiji torció la cintura y llevó los brazos hacia atrás para darse impulso, soltó un grito desde el fondo de su pecho y le lanzó la lámpara a David.

Su mala puntería fue lo que lo salvó, pues no le dio a la cabeza, como después me dijo que había intentado hacer, sino a su brazo, lo que hizo que este soltara el arma en el último momento y el disparo fuera a dar a una de las paredes.
—¡Maldito mocoso mal agradecido! —gritó David, girándose después del impacto para saltar sobre Eiji. Logró derribarlo únicamente con el peso de su propio cuerpo y llevó sus manos hacia su cuello, donde comenzó a presionar con intenciones de matarlo— de no haber sido por mí, tú y tu madre seguirían muriéndose de hambre en Japón.

Eiji llevó sus propias manos a su cuello en un intento de liberarse, pero no tenía cómo zafarse del agarre del hombre más grande y fuerte que él.

No podía seguir viendo aquella escena ni un segundo más.

Tomé impulso y me lancé sobre David con tanta fuerza que lo hice caer hacia un lado. No tuve ocasión de ver lo que había ocurrido con Eiji sino hasta unos segundos después, ya que estaba ocupado reduciendo a nuestro atacante con mi antebrazo tras su nuca para que dejara de moverse.

No tuve ocasión de ver lo que había ocurrido con Eiji sino hasta unos segundos después, en los que se había puesto de pie para correr hacia el arma y ahora era él quien la sostenía.
—Eiji, baja eso —le dije lo más tranquilo que pude para intentar calmarlo, pero podía ver el pánico en sus ojos cuando su dedo tocó el gatillo— ¡Ya está en el suelo, no lo hagas!

Un par de gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas. Estaba aterrado, pero sus manos dejaron de temblar en cuanto le apuntó a la cabeza del hombre que sostenía y que en esos momentos gritaba por su vida.
—¡NO! —apenas escuché mi grito tras los alaridos de David y de la mujer en el segundo piso. Después de que Eiji presionara el gatillo, ya no escuché nada en absoluto.

* * * *

Las manos manchadas de sangre, el humo saliendo del cañón del arma y los gritos histéricos de Eiji hecho un ovillo junto a las escaleras. Bajé la vista y tuve que cerrar los ojos en el mismo instante en que vi el rostro sin vida de David destruido por una bala de 9 milímetros.
—Eiji... —escuché mi propia voz destrozada por los gritos. Eiji no parecía reaccionar.

Me alejé del cadáver y de la pestilencia de la sangre que brotaba de él para acercarme gateando hasta el cuerpo del pelinegro.
—Lo mate... Ash... l-lo... lo —hizo el intento de hablar, pero el llanto y el temblor de sus labios no se lo permitieron.
—Shhh... —le dije mientras lo abrazaba y mis manos manchaban de sangre su suéter blanco— ya todo acabó.

Entonces escuchamos las sirenas de las patrullas de policía a lo lejos.

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

En el momento que esto fue publicado, Rocio se estaba muriendo de frío >.< 

Academia Brighton (Banana fish)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora