19- Sótano

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Bajamos con cuidado las escaleras.

No está tan oscuro como creí.

Nadir, tu celular.- El viejo me lo entregó, confundido.

Prendí la linterna.

Estábamos en un cuarto extraño, ni siquiera estaba terminado, era puro ladrillo.

Alrededor habían cuatro puertas.

Yo voy a esa.- Señalé la puerta de la izquierda.

Yo voy a la de enfrente.- Respondió Juan.

Miramos a Nadir.

La de la derecha.- Y así, todos nos dirigimos a nuestras puertas.

Juan con lámpara, mientras que Nadir no.

Es lo que le toca por ser el mayor.

Caminé por el pasillo.

Era brillante, así que apagué la linterna.

El piso era como el de un hospital, blanco y resplandeciente.

Seguí caminando, no había nada, solo el pasillo.

Llegué a una puerta ¿De metal?.

La abrí.

No había nada, solo una silla junto a una mesa de metal.

Me acerqué a ver mejor.

Había algo de sangre seca en el piso.

¿Roberto estuvo aquí? O tal vez mataron a alguien más.

Sin más, salí de ese pasillo.

¿Encontraron algo?.- Al parecer era el último en llegar.

Yo encontré unas duchas y una mesa con sushi.- Respondió Juan.

Yo unas oficinas raras, había papeles con fotos nuestras.- Dijo Nadir.

Que miedo.

Falta esa puerta.- Señalé la puerta que estaba detrás de las extrañas escaleras.

Nos comunicamos con la mirada.

Todos nos aproximamos a la puerta.

Al abrirla era exactamente igual a la otra, un pasillo largo.

Solo que en éste hay varias puertas.

Abrimos todas, de una en una.

Habían cuerpos, restos de huesos y bastante sangre en la mayoría de estos.

Quizá en este pasillo matan a los que secuestran...

Robertito...

Abrí la última puerta, más grande y cuidada que las demás.

¡NO MÁS! ¡LO HICE, LES DÍ LA DIRECCIÓN! POR FAVOR.- Era mi esposo.

Llorando, mientras se desangraba en el piso.

Una venda cubría sus ojos, sus labios estaban partidos.

Las heridas de sus piernas eran terribles.

Pero lo que más me preocupa es esa herida en el estómago.

Me quité la playera, acercándome a el.

Amor.- Me agaché, cubriendo su herida con mi playera.

¡DIEGO!.- Quería abrazarme, pero sus manos estaban atadas.

El último suspiro ; RobarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora