Extras - 8 - Dolor

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Mi amor...- Beto se revolvió entre las sábanas, quejándose.

Lo apreté a mi pecho, acariciando su espalda.

Ah...- Roberto soltó un estornudo.

¿Frío?.- Pregunté, levantando las mantas hasta cubrir sus hombros.

No sé... Me siento mal.- Oh, se escucha algo mormado.

Toqué su frente.

Está ardiendo...

Besé su mejilla.

Vamos a quitarte esto.- Le quité el gran suéter que llevaba puesto.

¡Pero tengo frío!.- Hizo un puchero, queriendo agarrar el suéter.

Estás hirviendo Betito, debemos bajar tu fiebre.- Acaricié su mejilla.

¡Papás! Tengo hambre.- Abi entró de golpe, arrastrando los pies.

Roberto hizo un puchero, sollozando.

Puse su cabeza en mis piernas.

¿Qué sucede cariño?.- Acaricié sus suaves cabellos.

Es que me duele la cabeza.- Limpió sus lágrimas.

Besé sus ojos.

Te daré la medicina ya que desayunes, no te levantes.- Me levanté, para arroparlo hasta su cintura.

Abi se acercó.

¿Te sientes tan mal papá?.- Acarició la frente de mi esposo.

Beto asintió, sorbiendo sus lágrimas.

Nuestra hija le dió un beso en la frente a su padre.

Roberto solo pudo llorar más.

Lo entiendo, el aceptó a regañadientes el tener una hija, y ahora...

No llores.- Abi limpió las lágrimas de su papá.

De pronto se levantó, jalándome de la pijama.

Vamos a hacerle de comer a papá.- Bajó las escaleras, caminando hasta la cocina.

El pantalón de la pijama le queda enorme.

Espero no se resbale con éste.

Me puse a su lado.

¿Qué vamos a preparar chef?.- Acaricié su cabello.

Mmm... ¿Chilaquiles?.- Ladeó la cabeza, como un perrito.

Aunque tenga quince años, actúa algo mimada cuando quiere.

Tráete tomates, esto va a estar bueno.- Solté una risita, estirandome.

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Tienes suerte de que Abi no tiene clases hoy.- Coloqué la pequeña mesa frente suyo.

Ayude a mi niño a sentarse.

Tal vez no es una suerte.- Soltó una risita.

Esa risa continúo con una tos.

Acaricié su frente.

Di un suspiro.

¡Oh Dios!, Diego... No voy a morir, es solo un resfriado cualquiera.- Movió su manita, negando.

Si tú lo dices...- Lo miré.

El solo volteó los ojos, sonriendo.

Y así, comenzó a comer.

El último suspiro ; RobarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora