5. Una heroína

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El profesor de Fundamentos del Derecho no dejaba de hablar mientras se paseaba alrededor del aula. Todos los alumnos le miraban cansados, con los ojos hundidos en ojeras oscuras por no dormir.

Diana estaba al final del aula, a punto de caer rendida sobre su propio brazo, lista para dormir. De pronto, escuchó un golpe seco al lado de su oído.

Abrió los ojos como un perro al que le acaban de pisar la cola. A su lado habían dejado caer unos libros, y un chico se sentó a su lado.

Olía a tabaco. Diana lo miró de arriba abajo, parecía demasiado mayor para estar en primero de carrera sin haber repetido o haber entrado más tarde.

Tenía los ojos un poco hundidos, de un color muy luminoso, azules, pero casi podría decirse que eran transparentes, demasiado cristalinos. Parecían los ojos de una muñeca de porcelana.

Cogió un bolígrafo y comenzó a moverlo ligeramente entre sus dedos mientras miraba a Diana, expectante.

Diana, que había notado su mirada, se empezó a sentir incómoda. No había visto a aquel chico en su vida.

Se giró poco a poco, y le preguntó si quería algo de la manera más suave posible.

-Hola, perdona, ¿quieres algo? Me parece que eres nuevo y si necesitas que te enseñe la facultad o...

-No hace falta. - le respondió de una manera cortante. Diana no pudo evitar sentirse mal - Gracias. - añadió después.

Durante lo que quedaba de clase, el chico, con su tez de chocolate y sus ojos de fantasma no dejaron de mirar a Diana.

Cuando acabó, ella se levantó corriendo y salió de clase como si estuviera a punto de explotar, sentía las orejas rojas y el corazón acelerado.

Una vez en el pasillo, veía una marea de estudiantes, pero nada de aquel chico.

Diana respiró aliviada. En la hora siguiente no tenía clase, así que se iría a descansar al jardín del campus.

Llegó a la salida del campus y pudo ver todo el jardín que envolvía la universidad. En el centro estaba la enorme fuente de agua que conmemoraba a un famoso lingüísta catalán.

Diana comenzó a caminar a través de la verde hierba, con el sol del verano tardío rozándole la piel suavemente, estaban empezando a bajar las temperaturas.

Se dirigía a un punto alejado de la concurrida entrada, donde veía a Marc sentado leyendo un libro.

-Hey, ¿cómo te fue el examen del "romano"?

Con "romano" se refería a la asignatura de Derecho Romano. Marc levantó la cabeza del libro y le sonrió ampliamente, dejando ver el espacio entre sus dientes del medio.

-Me fue muy bien, aunque no llevamos ni un mes y ya están con exámenes...

Diana se rio risueñamente y se sentó al lado de su amigo. En su lugar, ella se puso a estudiar alguna asignatura en la que fuese más atrasada.

De repente, comenzó a sentir un cosquilleo eléctrico en la parte inferior de la espalda, que poco a poco iba subiendo hasta la nuca y aumentaba la intensidad.

Era como miles de hormigas recorriendo cada centímetro de su piel, como un presagio.

Le hizo tener un deja vú de la semana anterior, cuando habían estado en el Nit de llum con aquella chica francesa que había fascinado tanto a Aina y Marc.

Se estiró y dejó fluir aquella sensación extraña.

"Si no lo pienso, no lo sentiré"

Pero seguía allí, como un timbre cuando llaman a la puerta, no cesa hasta que abres.

El Jardín del Edén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora