Cuando Diego volvió del Edén y se tumbó al lado de Sophie en la cama, ella no pudo volver a cerrar los ojos.
Lo que le había contado Janis la inquietaba demasiado. ¿Porque iba a inventarse aquello?
Se pasó la noche en vela, pensando en todas las posibilidades, pero ninguna conseguía entender el porqué de que Janis y Nicola se inventasen aquello.
Alguna explicación coherente debía haber, Diego, el amor de su vida, no podía estar tramando matarlas en secreto.
Sophie y Diego se conocieron en el Edén. Ella estaba fuera de la Corte, hacía tres años, cuándo tenía dieciocho, él tenía veintidós.
Sophie acababa de pelearse con Konstantin, el chico rubio que se habían encontrado en la Corte con Diana. Eran novios, pero Konstantin era una persona demasiado despreocupada, no se tomaba en serio ni la relación ni a Sophie.
Luego apareció él, Sophie se enamoró de Diego locamente, incluso se casaron, se unieron en santo matrimonio. La traición de uno de ellos contra el otro estaba penada en el Edén con la peor condena, la muerte.
Y Diego jamás haría nada que pudiera dañarla, le conocía, como no conocía a nadie, y tenía el corazón puro. Se negaba a creer algo tan cruel.
Por la mañana, él se fue rápidamente al Edén de nuevo, Sophie se despertó temprano también, fue a la cocina, hizo café, y se sirvió una taza. Luego fue al balcón a beberselo mientras fumaba, pensando en el ataque del día anterior.
Nicola salió de la habitación poco después, vio a Diana durmiendo en el sofá y a Sophie en el balcón.
Sophie se giró y la hizo venir con la mano.
-¿Porqué no me contaste lo mismo que a Janis?
Nicola enseguida se sintió muy culpable, pero seguía pensando que Sophie no la creería.
"Sabía que no te lo ibas a creer"
-Diego no está aquí, puedes hablar libremente.
-T-tengo miedo de él.
Sophie enarcó una ceja, le dio una larga calada al cigarro, y luego suspiró riéndose para sí misma.
-¿Como te va a dar miedo? - no podía dejar de reírse.
A Nicola se le salían las lágrimas por la presión y porque Sophie no se estaba tomando en serio sus sentimientos.
-Y creo que en el fondo tú también le tienes miedo.
Sophie se puso seria de pronto.
-Eso no es verdad, jamás digas eso otra vez.
Nicola estaba avergonzada, todo se acababa de volver muy incómodo, y al final, ella saldría perdiendo. Era normal que Sophie no desconfiase de su marido a de buenas a primeras, solo esperaba que ella no le comentara nada.
Si le decía que Nicola le había contado la verdad, a saber que podría hacerle a ella, estaba claro que siempre se saldría con la suya a menos que Sophie le pillase in fraganti.
-Oye, no tengo ningún motivo para fastidiarte, no seas cabezona.
Sophie vio como Nicola se alejaba. En el fondo, sabía que tenía razón, sabía que ella decía la verdad, pero no entendía que había podido pasar.
También tenía razón en cuánto al miedo que le inspiraba Diego, pero no era el mismo miedo que tenía Nicola. Sophie tenía miedo de la realidad, de que al final todos tuvieran razón excepto ella, su padre, Konstantin, Nicola, Janis...
Tenía miedo a que la persona con quién pensaba compartir el resto de su vida fuese un farsante. Miedo a perderle.
Janis se despertó horas después, Sophie salió a ocuparse de unos asuntos que no le contó de que trataban, Diana se fue a la universidad, Nicola estaba haciendo unas compras para la casa y Diego todavía no había vuelto del Edén.
Janis llamó a Alejandro, después de haber delatado a Diego y que su fiel esposa Sophie no la hubiese creído, debía salir de allí, él era peligroso, y no quería estar allí cuándo se enterase de que se lo había contado a Sophie.
-Hola, ¿dónde has dormido Janis?
-Hola amor, en casa de una amiga, pero quiero ir ya contigo, ¿estás en casa?
-Sí, claro.
-¿Estás bien?
-Sí, sí, solo que ayer estaba preocupado, no avisaste que no vendrías, te llamé.
-¿Ah sí? Lo siento Alex, no lo vi, ahora te compenso, en cuánto llegue.
-Ve con cuidado.
-Siempre lo hago.
Cuándo colgaron, Janis vio que Alejandro tenía razón, ella tenía más de una decena de llamadas perdidas suyas.
Estaba deseando llegar al piso de Alejandro y dormir abrazada a él. Quizá lo de vivir juntos les había salido antes de lo previsto, pero estaba muy feliz.
De verdad sentía que él era el amor de su vida, que nada ni nadie podía entrometerse entre ellos dos. Se atraían como un par de imanes, y jamás dejarían de amarse. Alejandro era lo más puro que existía, y ella no se lo merecía, pero agradecía cada día el tenerlo en su vida.
Se vistió rápido y salió de la habitación. Ella se pensaba que estaba sola en la casa, pero alguien acababa de llegar, Diego. Se dio de bruces con él en el pasillo, plantado como un armario, vestido con un traje negro, con camisa negra y corbata negra, como si viniera de un funeral.
-¿Dónde vas tan temprano? - le preguntó aquello con voz gurutal.
-¿De dónde vuelves tan tarde?
-Ya lo ves, que paradoja, salir ahora es temprano, sin embargo para llegar es tarde... En realidad, dormí aquí, pero volví a irme por la mañana.
Janis arrugó la nariz y puso cara de asco, Diego ya le caía suficientemente mal cuándo solo se dedicaba a observar sin hablar como para que encima, cuando hablase fuese un listillo.
-Voy con mi novio, buenos días.
Pasó por su lado dándole un golpe de desprecio con el hombro. Al final del pasillo se giró a mirarle, él hizo lo mismo, cruzaron una mirada, la de Janis fría como el hielo, pero la de Diego, perturbadora, con una media sonrisa en su rostro que no desvelaba nada bueno.
-Buenas noches - susurró él, dándose la vuelta y entrando en la habitación de Sophie.
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El Jardín del Edén
FantasyDiana, Janis, Nicola y Sophie heredaron la poderosa magia de los elementos, agua, aire, tierra y fuego de una antigua profecía del mundo mágico del Edén. Juntas deben fortalecer sus poderes para enfrentarse a la terrible profecía de las Herederas d...