Tras cerrar la puerta de un portazo dejando a Nicola y a Diego solos, Sophie bajó corriendo las escaleras y marcó el numero de Janis en su teléfono.
Lo cogió al instante.
-¿No tienes nada que decirme?
-¿Como?
-Me debes una disculpa.
Sophie estaba a punto de reír y continuar la discusión, pero el ataque era más importante.
-Ve al Nit de Llum, ahora.
Colgó antes de oír su respuesta. En la calle se encendió un cigarro y llamó a Diana.
-¿Hola?
-Hola.
Diana se quedó callada.
-Necesito que vayas al Nit de Llum, por favor.
-Mmmm... De acuerdo.
En el camino hacia aquel descampado, Sophie estaba intranquila, paranoica.
No podía dejar de pensar en que acababa de separarse de Nicola, y no sabía si era la mejor opción.
Teóricamente la unión hace la fuerza, pero si Nicola la hubiese acompañado hubiese sido un lastre, alguien más a quién proteger.
Sophie llegó la primera. Cinco minutos después apareció Diana, y media hora después Janis.
Al llegar la última, se dispusieron en forma de triángulo, siendo cada una de ellas un extremo.
-Se acabó la libertad, a partir de ahora, debéis venir conmigo.
-¿Que dice esta loca? - preguntó Janis.
-Que ya están viniendo a por nosotras, quieren matarnos.
A Diana se le comenzó a acelerar la respiración, mientras que Janis suspiró y volteó los ojos.
Janis era de esas personas incrédulas, que no confían en nadie. Tenía un humor irónico y se notaba que no quería estar allí, pertenecer al mundo del Edén y mucho menos, hablar con las herederas.
Diana por otra parte, parecía un cervatillo huérfano, intentando aferrarse a la primera persona que se le pusiera delante. Preocupada y desorientada.
-¿Quién está viniendo? ¿Porqué lo mantienes todo con tanto secretismo? ¿Qué es lo que no quieres que sepamos? - Janis no dejaba de preguntar, señalando con su dedo acusador.
-Oye cálmate, demasiadas cosas para contároslo todo de golpe.
Diana, que no había abierto la boca en todo el rato, le cogió del brazo a Sophie, apretando quizá demasiado y comenzó a gritar.
-¡Vete a la mierda! ¿Después de todo no puedes contarnos nada? ¿O es que no quieres?
Diana se había vuelto un terremoto, estaba furiosa y con lágrimas en los ojos. Sophie no sabía que contestar.
-Tienes que admitir que ojos tristes tiene razón. - Se burló Janis.
-¿Que me acabas de llamar?
Janis se acercó a milimetros de la cara de Diana, desafiante.
-Ojos tristes.
Diana cogió aire y se abalanzó sobre ella.
-¿¡Quien coño te crees!? - Sophie la agarró por debajo de las axilas y la intentó apartar, mientras Janis seguía en la misma posición, expectante. - ¡Sueltame joder!
La soltó, pero Janis seguía quieta, con una media sonrisa en su rostro y sin haber perdido los papeles.
-Que agresiva ojos tristes, relájate.
-¡Ya basta! - Gritó Sophie - ¿No veis que esto no nos va a llevar a ninguna pagte? Vamos a mi casa, pego no quiero que os habléis hasta que estéis calmadas.
Se fueron en silencio todas juntas, no hablaron absolutamente nada. Janis caminaba con la cabeza recta, se creía superior. Diana caminaba cabizbaja, y parecía cansada. Sophie, por otra parte, caminaba bien erguida, segura de sí misma, y a un paso casi demasiado rápido para las otras dos chicas.
Mientras Sophie buscaba las llaves, Janis sacó un chicle de su bolso y se lo llevó a la boca masticando con la boca abierta y muy lentamente.
Sophie puso los ojos en blanco, estaba claro que lo hacía para molestar a Diana, pero esperaba que ella no se hubiese dado cuenta.
Dentro del piso había un silencio inquietante. En el salón habían cristales rotos.
-¡Diego! ¡Nicola!
-Estamos aquí.
Diego apareció caminando desde el pasillo. Se estaba abotonando la manga de la camisa mientras se acercaba, luego se la alisó y se quedó quieto, sin dar explicaciones de por qué la ventana estaba rota.
Destrás suyo apareció Nicola corriendo hacia Sophie y se escondió detrás de las otras dos chicas, que contemplaban la escena sin entender que pasaba.
-¿Porqué...? ¿Que ha pasado aquí?
Diego miró fríamente a Nicola, pero no habló. Sophie también se giró a mirarla. Alguien tenía que empezar a explicar la situación, y Nicola pareció la opción más sencilla.
De pronto estaba ella ahí, sin saber qué hacer ni qué decir porque ni siquiera ella misma podía entenderlo.
"Alguien entró por la ventana"
No era capaz de hablar, Diego había pasado de producirle incomodidad a terror.
Solo Sophie fue capaz de oír el pensamiento de Nicola.
"¿Y que más?" insistió.
"No lo sé, yo estaba en la cocina, me escondí y me metí en la mente de un pájaro, pero ya no había nadie en el salón. Luego, salí a ver que pasaba y..."
-¿Y que más?
-Nada más.
Nicola decidió no contarle a Sophie que Diego estaba hablando con el dragón que se había metido por la ventana, sabía que Diego encontraría una excusa y Sophie le creería a él.
Prefería tener un enemigo que le debiese un favor a un enemigo declarado.
Diego miró a Sophie con ojos de cordero, ojos de mentiroso, pensó Nicola.
-¿No sabéis quien entró?
Los dos negaron con la cabeza a la vez.
-¿Así que solo han venido a rompegme el cristal?
Sophie estaba bastante escéptica.
-Creo que han venido a robar algo, pero no se el qué.
Diego se encaminó hacia el sofá y se dejó caer, con una ligereza que sorprendió a las chicas, a todas menos a Sophie, quien estaba acostumbrada a ello.
Janis no se creía aquella versión, para empezar, alguien entra en el piso, haciendo todo el ruido del mundo, solo para... ¿Robar?
Para seguir, se fijó en unas huellas de bota militar como las que tenía su madre guardadas de su padre la noche que murió, las utilizaban los dragones que protegían las puertas del Infernum y los visitantes, pero Diego no era nada de eso, y eran demasiado grandes como para ser de Nicola.
Las huellas se encaminaban por el pasillo hasta la habitación de Sophie y Diego. Algo olía a chamusquina, pero si Nicola no había dicho nada, era por algo, algo gordo, y Janis sabía que tenía que hacer para descubrirlo.
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El Jardín del Edén
FantasiDiana, Janis, Nicola y Sophie heredaron la poderosa magia de los elementos, agua, aire, tierra y fuego de una antigua profecía del mundo mágico del Edén. Juntas deben fortalecer sus poderes para enfrentarse a la terrible profecía de las Herederas d...