9. Acepto mi destino

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Janis había quedado con Alejandro, su novio, en la librería dónde él trabaja. Al entrar en el centro comercial Tant Per Cent, los mil olores de los variados restaurantes se le metieron por la nariz.

Habían pasado dos semanas desde que Sophie y Diego le habían hecho aquella visita para decirle que era una de las herederas de la profecía, y todavía no habían vuelto a por ella.

"¿Tendrán a alguien vigilandome hasta que sea el momento de obligarme a cooperar?"

Alejandro salió de la librería Cuento de Hadas vestido con una camiseta simple blanca y unas bermudas caqui. Su pelo castaño estaba revuelto como siempre, y de sus ojos verdes brotaba vida, felicidad.

Con las manos en los bolsillos se acercó a Janis y la besó. Luego sonrió con sus ojos y la cogió de la mano mientras se pusieron a caminar a través del centro comercial.

-¿Quieres comer algo?

Alejandro asintió con la cabeza y le preguntó a Janis qué le apetecía, pero ella lo último que deseaba era pararse a pensar en que comer, así que le dijo que lo que él quisiera.

Al cabo de un rato de paseo en silencio hasta el restaurante favorito de Alejandro, éste le preguntó:

-¿Estás bien? Te noto rara, normalmente te encanta decidir sobre lo que hacemos...

Tenía razón, Janis no podía dejar de pensar en su abuela, el Edén, Sophie, Diego, las herederas, la profecía... Janis era bastante decidida, y le gustaba llevar la voz cantante sobre lo que hacían ella y su novio, pero no tenía fuerzas para decidir nada.

Ella y Alejandro eran el ying y el yang. Él siempre era complaciente, amable y a veces podía llegar a ser incluso inocente. Según Janis, la mejor persona que jamás podría conocer.

Ella se comparaba con él todo el tiempo, porque admiraba que sus cualidades fuesen innatas, su bondad, su paciencia, su generosidad... A ella le costaba demasiado tener esas cualidades.

Cada vez que miraba a Alejandro, todo lo malo, los pensamientos negativos y la ansiedad se le pasaban, con él se sentía segura, protegida por una especie de capa protectora de amor y confianza, era todo lo que necesitaba.

-Supongo que es por el día, el calor del verano ya se está yendo...

Alejandro la miró dudoso, como queriendo añadir algo, pero no lo hizo.

Llegaron al restaurante y se sentaron en una mesa cerca de la cristalera, para ver el exterior.

Era un restaurante sencillo, nada del otro mundo, pero si a él le gustaba, ella estaba encantada.

-Janis, ¿de verdad estás bien?

La cara de Alejandro era de una preocupación monumental, la conocía demasiado como para ocultarle algo, pero el Edén no podía ser desvelado para él. Debía inventarse una excusa creíble.

-Esque en el taller he tenido un problema.

-Cuéntamelo, ya sabes que puedes contarmelo todo.

"¿Porqué eres tan curioso?"

-Pues, estaba haciendo un diseño, ya sabes, para la nueva colección de la tienda, y ha llegado Patricia y me ha echado el trabajo por tierra.

"Mierda, ¡Patricia jamás haría algo así!"

-¿Patricia? ¿Tu jefa? ¡Pero sí os lleváis super bien!

-Sí sí, pero hoy tenía un mal día y lo ha pagado conmigo. - Alejandro seguía mirándola, impaciente, esperando a la continuación de la historia - Su marido le ha sido infiel.

-¿Que? ¿En serio le ha sido infiel?

"Espero que no se cruce con Patricia, le pique la curiosidad y le pregunte"

Alejandro se había creído la mentira, y por fin podrían comer tranquilamente, por lo menos él, porque Janis no dejaba de pensar en el mundo mágico.

Al salir del restaurante, Janis comenzó a sentir la electricidad que había sentido al tener a Sophie Lachance cerca.

Le recorría todo el cuerpo, pero no la veía, Sophie no estaba. Intentó escuchar los pensamientos de quien estuviese allí, pero los de Sophie no los pudo escuchar antes, ¿porque iba a hacerlo ahora? No vio a nadie conocido, y que cualquier brujo le pudiese estar influyendo de alguna manera, la hacia sentirse inferior.

Mientras iban caminaban hacia la estación de metro, Janis cogió muy fuertemente la mano a Alejandro.

-Janis, ¿estás asustada?

-No, solo... No quiero que te vayas.

Alejandro sonrió y la miró. Janis sentía que era el ser más puro del universo, lleno de amor, nada en él podría ser malo.

Poco a poco la electricidad que recorría el cuerpo de Janis se engrandeció. Alejandro y ella se abrazaron, y por su lado, apareció una chica con el pelo castaño y dos trenzas, sus ojos eran azul marino y parecía triste, derrotada.

La chica pareció sentir la presencia de Janis también, la energía procedía de ella. Las dos se miraron durante una fracción de segundo, pero ninguna de paró. Janis no pudo leer su pensamiento, igual que con Sophie.

"¿Es ella una heredera de los elementos tambien? Quizá es eso, mis poderes no pueden afectar a las herederas, eso significa que es cierto, ella es una de las herederas, y yo también"

La pareja continuó su camino hasta la boca del metro, Janis distraída con sus pensamientos en el Edén.

Alejandro y ella se separaron, y mientras estaba sentada en el metro, ella misma decidió que aceptaba su destino, si debía unirse al resto de las herederas, lo haría, si la profecía no fuese cierta, ni Sophie ni nadie la habría ido a buscar.

"Vale, acepto mi destino"

Pero no sabía como contactar ni con Sophie ni con Diego, simplemente le dieron espacio.

"Volverán a por mi, y entonces todo cambiará"

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