18. ¿De que lado estás?

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Cuando el asunto del allanamiento de morada con robo incluido se había "aclarado", Sophie les contó a Janis y Diana lo que había sucedido, y luego les dijo que debían quedarse a dormir a su casa.

Diana dormiría en el sofá, mientras que Janis iba a dormir con Nicola, en la habitación de invitados.

Era el momento perfecto para sonsacarle lo de las huellas, la verdad.

Justo cuando terminaron de hablar con Sophie, Nicola se puso a fregar el suelo. Lo disimuló bien, excusandose en su tendencia "casi psicopática" de lo impoluto. Pero Janis sabía que no era por eso.

Nicola se tumbó en la cama, agarró un libro de la biblioteca pequeña que tenía esa habitación, se puso unas gafas de pasta negra redondas y se puso a leer.

Janis, tumbada en un colchon a su lado respopló.

"¿En serio se va a pasar toda la jodida noche leyendo?"

Nicola levantó la vista del libro rápidamente y posó su mirada sobre la cara aburrida de Janis. Parecía un pequeño ratoncito.

-Perdona, ¿me has dicho algo?

"Mierda, todavía controlo mal esto de enviar mensajes telepáticamente"

-Bueno, ya lo has oído.

-Exacto, - dijo mientras cerraba el libro - ¿quieres que hablemos?

Janis dudó por un momento, pero era la oportunidad perfecta. Sin preámbulos, sin tantear la zona antes, le lanzó la pregunta que llevaba teniendo en la punta de la lengua toda la tarde.

-¿De quién eran las huellas que había en el salón?

A Nicola se le paró el corazón.

"Es demasiado observadora"

-Joder tía, si me vas a tener así no digas nada.

Nicola se quitó las gafas, se pasó las manos por la cara, y luego el pelo, que le caía a ambos lados de la cara en tirabuzones. Parecía una muñeca de porcelana.

-Ha venido alguien - dijo, casi susurrando - que ha entrado por la ventana. Cuando seguí las huellas y me llevaron hasta el cuarto de Sophie...

Dejó de hablar. A Janis le dio un escalofrío. Luego le dio una palmada en el muslo y casi le gritó:

-¿¡Que había en el jodido cuarto!?

-Shhhh...

-¿Que había?

-Había... Un hombre, hablando con Diego. Era un dragón. Justo en ese momento, entrastéis vosotras y él se fue por la ventana.

Janis abrió la boca para protestar, para responder, como siempre, pero no podía articular palabra. De pronto se sentía insegura, allí tampoco estaba protegida.

-Nunca me gustó Diego, me hacía sentir incómoda, pero ahora me aterra.

Janis entendía como se sentía, Diego era alguien inquietante, parecía un espectro. Siempre cuchicheando al oído de Sophie. Con esos ojos gélidos que no demostraban ningún sentimiento.

Janis no dudó ni un solo segundo en actuar. Se encenció como una mecha y salió del cuarto dando un golpe con la puerta a la pared.

Ella sabía que aquella reunión de colegas no era normal, estaban tramando algo, y por eso se encubrió a sí mismo. Por eso hablaban a escondidas.

Entró en el cuarto de Sophie sin llamar a la puerta. Se encontró una escena extraña y desagradable a sus ojos. En el balconcito estaba Sophie con el torso al aire fumando, con el pelo al viento y encendiendo y apagando una esfera de fuego con la palma de su mano.

No se dio la vuelta, pero sabía que Janis estaba allí, sentía su energía. Cuándo estuvieron todas juntas en el salón se dio cuenta de lo diferentes que eran las energías de aquellas chicas.

La energía de Janis era metálica. Se sentía como hierro, sabía a sangre. La energía de Nicola era totalmente diferente, era dulce, cálida y tranquila. Pero la de Diana era diferente, era primavera, flores, naturaleza, frescura.

Janis miró en todas las direcciones, ni rastro de Diego. Quería acercarse a Sophie, pero parecía estar en una especie de trance filosófico.

Era enigmática, a la luz de la luna, y con el torso desnudo como una sirena.

"¿Quieges algo? Acércate"

Janis vaciló, pero se acercó a ella. Abrió la puerta corredera y salió con ella al balcón. Sophie le señaló un asiento a su lado y Janis se sentó. También le ofreció tabaco. Janis lo aceptó. No solóa fumar, pero en situaciones estresantes sí lo hacía.

-¿Que has venido a decirme?

Por primera vez Sophie la miró a los ojos, le encendió el cigarro con una pequeña llama que hizo salir de su mano.

-¿Dónde está Diego?

-Ha tenido que ir al Edén, un asunto familiar...

"Y una mierda, ¿esta tía es tonta?" Fue lo que Janis pensó, pero controló su impulsividad y le explicó pacientemente lo que le había contado Nicola.

-Diego trama algo, considéralo Sophie...

Los ojos de Sophie se volvieron diabólicos, se salían de sus propias cuencas. Se levantó del taburete donde estaba sentada y le gritó a Janis.

-¿¡Quien te crees que eres para hablar así de él!? ¿Le conoces? ¡Contesta! ¿Le conoces de algo?

Janis negó con la cabeza, y también se levantó.

-¿Y a mi que me importa si le conozco? ¿Eres tonta o que te pasa, Sophie? ¡Este tipo le da malas vibraciones a todo dios excepto a ti!

-¿Y tengo que hacer lo que hace la mayoría? ¿Acaso no se pensar pog mi misma?

-Yo no te he dicho eso, he dicho que no es quién tu crees.

Sophie se volvió a sentar, posó su mano sobre su sien. Janis vio en su espalda cuán delgada estaba en realidad. Se le marcaban todas las costillas y los huesos de la columna vertebral.

Tenía el cuerpo magullado, lleno de cardenales y moretones. Cicatrices arriba y abajo y un tatuaje de un fénix que le ocupaba desde la nuca hasta la parte baja de la espalda.

-Vete, por favor, ya lo hablaremos mañana, y no quiego oír ni una sola tontería más acerca de Diego.

-Pero él...

-Ni una sola, Janis. Él es la mejor persona que jamás he conocido, y no puedo permitir que nadie le falte el respeto delante mío.

Janis se mordió la lengua, se levantó tirando el asiento al suelo y le dijo:

-No solo está tu vida en juego Sophie.

El Jardín del Edén Donde viven las historias. Descúbrelo ahora