2. Las Herederas de los Elementos

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Sophie Lachance llegó a su pequeño apartamento del centro de Barcelona, donde se encontraba Diego.

-¿La has encontrado?

Sophie asintió con la cabeza y le hizo un gesto a su compañero para que se sentase en el pequeño sofá marrón del salón.

-Es ella, he sentido su energía.

-¿Cómo se lo contaremos?

-No lo haremos, será ella la que lo descubra.

Sophie Lachance no era únicamente una chica francesa que se había trasladado a Barcelona por temas familiares, sino que había sido enviada con un propósito, encontrar a las herederas de los elementos del Edén.

El Edén era el nombre de un mundo mágico, un universo paralelo a la tierra, tan antiguo y con tanta historia como esta.

-Lleva 19 años sin haber desarrollado su magia, ¿por qué piensas que lo hará ahora?

-No lo hará, la forzaremos a ello. Al fin y al cabo es la heredera del agua, solo tenemos que ahogarla.

Diego torció la cara pensando en lo que podría pasar si se equivocasen de persona. Sophie siempre tenía ideas radicales, era parte de su encanto, pero a él le preocupaba más la parte de ese encanto en la que era prácticamente una psicopata.

Desde muy pequeña, Sophie había recibido una educación muy estricta, y había sido criada a imagen y semejanza de su padre, un ser egoísta y cínico, así que cuando Sophie soltaba un comentario demasiado crudo, Diego lo excusaba en su padre, aunque ella no era como él. Era cierto que muchas de sus actitudes eran idénticas, pero Sophie tenía un sentido del deber mucho mayor que el de su progenitor.

-¿Y si no es ella?

-Diego, he sentido su magia, es ella.

En el Edén había múltiples leyendas y cuentos, profecías, todas verdaderas, una de ellas era la profecía de las Herederas de los Elementos.

Todos los brujos del Edén pertenecían a un elemento, Diego, por ejemplo, era un brujo de agua. Según la profecía, en algún momento de la historia coincidirían las cuatro herederas de las brujas originales.

Las brujas originales existieron miles de años atrás, y se dice que eran una Sirena, un Elfo, un Fénix y un Hada que utilizando la magia elemental crearon la especie de las brujas.

Sophie Lachance pertenecía al linaje original del Fénix, era una bruja de fuego.

-Mira, llevo cuatro años aquí, buscando pistas sobre las herederas, y si no es ella... Es ella joder, lo sé.

El padre de Sophie era Bael, el actual Rey del Edén, pero no solo eso, también era la única heredera de los elementos conocida en el reino, las demás estaban pérdidas por el mundo, y su padre le había ordenado encontrarlas.

-Estoy harta.

Sophie se había criado en Francia, y a pesar de que hablaba el castellano de manera casi impecable, a veces se le escapaba una mala pronunciación.

Tras cuatro años investigando los distintos linajes y rumores del Edén, había dado con la pista de las tres jóvenes.

Una de ellas era Diana Amorós, su padre era el último del linaje original de la sirena, y le costó dar con ella, ya que tuvo que visitar unas cuantas hijas perdidas de aquel hombre antes de dar con la verdadera hija de la sirena. Obviamente no sabía nada del Edén.

La heredera del aire había sido mucho más sencilla de encontrar. Se llamaba Janis Santana. Su abuela había sido un miembro importante de la comunidad del Edén. Janis conocía el Edén, pero no quería saber nada de él, eso complicaba la cosa.

Por último, encontró a Nicola De la Rosa, heredera del elemento de la tierra. El problema con era que ella no sabía nada del Edén, pero su madre sí, y se lo estaba ocultando.

Sophie se sentía derrotada respecto a las herederas, tenía a dos que no tenían ni idea de que eran, y una que no quería saber nada del tema.

Estaba tan cansada que solo quería cerrar los ojos y dormir para siempre.

Diego había salido al pequeño balcón del piso, y Sophie se acercó. Se sentó en una butaca cerca del balcón y se encendió un cigarro mientras observaba a Diego.

Él también estaba fumando. Su piel tenía un tono parecido al ébano, y su pelo, totalmente negro, lo llevaba rapado.

Como si le leyera la mente, se dio la vuelta. Sophie siguió observándole, tenía los ojos más azules que ella misma, gélidos.

Todos los brujos de agua tenían los ojos azules, algunos, como Diana, a la que había conocido aquel mismo día, los tenían más oscuros, pero los de Diego parecían hielo.

Sus labios eran gruesos, y llevaba una perilla de algunos días. Iba vestido como casi siempre, un jersey de cuello alto negro y una cadena dorada, unos pantalones de pinza, negros también, y mocasines.

En el Edén era costumbre que los brujos vistieran totalmente de negro, era una tradición antigua para diferenciarlos de los demás seres mágicos.

En el Edén habían convivido muchísimos seres mágicos a lo largo de la historia, pero cada vez quedaban menos.

Ya solo existían los Elfos, las Hadas, las Sirenas, las Ninfas, los Dragones y por supuesto, los Brujos.

Los Elfos no eran verdes, como se creía en la cultura humana, pero sí tenían las orejas puntiagudas. El mito del verde venía de que vestían de verde como color diferencial. Tradicionalmente se encargaban de la investigación para el desarrollo del Edén y el estudio de las profecías.

Las Hadas, al igual que los Elfos, no tenían forma humana, ya que poseían unas alas cristalinas que les permitían volar y tenían todos el cabello de color blanco. Se vestían de blanco. Su trabajo para con el Edén era la vigilancia del mundo humano por su capacidad para hacerse invisibles. Eran las protectoras de la tierra.

Las Sirenas tampoco tenían forma humana, por lo menos, no siempre. Tenían torso humano y cola de pez, pero eso era solo cuando estaban en el agua. Cuando salían a tierra firme, adoptaban forma totalmente humana. Vivían en el mundo acuático, en una ciudad sumergida llamada Aquatilium. Rara vez salían del agua, pero cuando lo hacían vestían de tonos marrones, rojizos y naranjas. Se encargaban de la protección del agua respecto a monstruos marinos y eran las encargadas de aconsejar al Rey del Edén.

Las Ninfas poseían los mismos poderes que las Hadas, la invisibilidad, pero además, podían respirar bajo el agua, y no tenían alas. Solían vestir de azul, y se encargaban de la educación de los jóvenes seres mágicos del Edén en las escuelas especializadas (había escuelas para Sirenas, Elfos, Hadas... Todas llevadas por las Ninfas).

Los Dragones tenían forma humana, excepto por dos alas parecidas a las de los murciélagos que podían alzar a su gusto. No se quemaban con el fuego, como los Brujos de fuego. Cada uno de ellos tenía las alas de un color distinto, dependiendo de su trabajo. Si eran los encargados de proteger las puertas del Infernum, sus alas eran negras. Si protegían las instituciones y lugares sagrados del Edén, eran de color blanco. Si su trabajo era el de abogados (en el Edén también había leyes y juicios) sus alas eran azules, y si su trabajo era dentro del gobierno del Edén, sus alas eran amarillas.

Por último, los Brujos. Estos eran los encargados del gobierno del Edén y los jueces de los juicios. Todos vestían de negro, pero dependiendo del tipo de brujo, tenían unas características específicas. Los brujos de agua, tenían todos los ojos azules. Los brujos de fuego eran todos rubios. Los brujos de tierra, tenían los ojos castaños.

Los brujos de aire eran un caso aparte. Eran los más tradicionales, y jamás se habían mezclado con nadie, siempre habían sido un gran linaje. Eran prácticamente lo que se podría llamar la raza pura de brujos, los hijos de las hadas. Todos eran de color, con los ojos oscuros y el cabello rizado. Eran altos y por lo general delgados y muy estilizados.

-Antes encontraremos a la hija del hada, si conseguimos que colabore, podremos con las demás.

Sophie acabó de fumar, le dio las buenas noches a Diego, y se fue a dormir, planeando como despertar los poderes de las herederas.

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