13. A casa de Sophie

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Janis y Sophie le contaron a Nicola todo acerca del Edén, su madre y lo que acababa de pasar. Janis pensó que esa chica, que olía a chocolate y no tenía ni un solo pelo fuera de lugar, era realmente desgraciada.

Su madre había huído de casa ante lo que ella pensaba que podría ser un peligro y la había abandonado a su suerte. Nicola tenía 20 años, ya era adulta, pero una nota de despedida no hubiese estado mal.

Sophie se dedicó a hacerle un interrogatorio, de la manera más amable y paciente que pudo. Nicola, a diferencia de las otras dos herederas, Diana y Janis, confió rápidamente en Sophie, y le contó el incidente en el que había controlado el tiempo.

-¡Tienes poder sobre el tiempo! Eso es... Increíble...

Nicola se sonrojó y evitó mirar a Janis, que parecía sentir gran aversión hacia ella. Janis sintió un poco de celos, ¿leer mentes era menos increíble? Le lanzó una mirada fugaz a Nicola, con tal de que ella de diese cuenta de su enfado.

Nicola no parecía tan triste como podría esperarse, pero aún así, Sophie se acercó a ella y le dio un abrazo.

-¿Y ahora que? Mi madre se lo ha llevado todo y yo no sé donde voy a vivir a partir de ahora...

-Lo tuyo lo ha dejado - respondió Janis rápidamente - no debía ser muy importante.

Sophie la miró enfadada y le envió un mensaje telepático.

"¡Tia! ¡Que su madre la acaba de abandonar!"

Janis le puso los ojos en blanco como respuesta y dijo:

-Vete a casa de Sophie.

Nicola miró a Sophie con esperanza, y Sophie le sonrió forzadamente mientras maldecía a Janis en silencio, ¡como si viviese en un palacio! Pero no le importaba acoger a Nicola.

-Entonces, ¿estudias o trabajas?

-Yo... Estoy estudiando Física y Matemáticas.

Sophie y Janis se miraron con los ojos muy abiertos.

-Si que eres inteligente, ¿no? - respondió Janis, intentando no sonar demasiado borde.

-Bueno... Trabajadora, más bien.

-Salgamos de aquí, vamos hablando por el camino, recoge tus cosas.

Mientras Nicola recogía sus cosas de la habitación, dejándolo todo en perfecto orden en su maleta, Janis no pudo evitar examinarla de punta a punta.

Tenía el pelo larguísimo, negro azabache y rizado, su piel era muy blanca, como si el sol jamás hubiese reparado en ella. Tenía unos ojos grandes, achinados y de color castaño claro, casi amarillos. Su nariz era redonda, como la de un cerdo, y su boca también era redonda.

En cuanto a vestimenta, llevaba un jersey rojo oscuro, unos pantalones blancos apretados, y unas botas estilo militar negras, todo perfectamente planchado y limpio, como recién estrenado.

Mientras la observaba, no podía separar los ojos de ella, todo lo estaba guardando ordenado por colores y tamaños, y cuando algo quedaba mínimamente descuadrado lo volvía a colocar.

-Sé lo que estáis pensando, no tengo un trastorno obsesivo compulsivo, simplemente soy perfeccionista, así me enseñó mi madre que debía ser, es una costumbre. - articuló estas palabras sin levantar la vista de la maleta.

"Parece que ella también lee el pensamiento" le dijo Sophie a Janis mentalmente.

-¿Que pasaría si te lo desordeno? - Janis intentó molestarla con aquel comentario.

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