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 Valles de los recuerdos

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Valles de los recuerdos

Mientras la capitana Oslo caminaba por los largos pasillos del castillo para reencontrarse con Historia no podía evitar que las fechas cercanas a la muerte de su madre le afectaran. ¿Cómo podría olvidar el suceso más terrible que había asustado a la humanidad en ese entonces?, cuando a costa de la libertad, se mantenían seguros hasta aquel fatídico día, oh miseria y desesperación la que los arrastró cuando la muralla María fue destrozada por el titán Colosal y el titán Acorazado, jamás podría borrar de su mente aquella fecha, cuando las flores de los árboles apenas se abrían de sus capullos y mostraban su más bello esplendor y espíritu compasivo. Su madre amaba esas flores, tenían una casa medianamente grande en Shingashina, cuando su padre apenas daba junto a su hermano los primeros pasos que levantarían su dinastía familiar, su padre dentro de la policial militar y su hermano mayor con unos años ya en la legión de reconocimiento, sobreviviendo y logrando lo imposible para volver a casa y dar honor a la familia.
En el año, el fatídico año del 845, la muralla María cayó; la seguridad dejó de ser lo primordial y el primer juramento de la libertad se levantó más alto en el cielo que nunca, la casa de los Oslo estaba en el centro del distrito de Shingashina, aun recordaba ver a Reiner en su forma de titán atravesar las murallas y al colosal, gigantesco, imponente, mortifero; las bestias que los habían encerrado dentro de las muros que los custodiaban desde afuera, sin noción de que había más allá de las paredes de lo que creyeron era piedra alguna vez, era gracioso pensar que cuando solo tenía 13 años, ella pensaba que el mundo solo eran María, Rose y Sina; solo para descubrir que se equivocaba y que apenas aquella parte del mundo era un fragmento, una isla, más allá donde el mundo se extendía enorme y lleno de más gente, millones y millones que les temían y que creían que quienes habían sido sus masacradores, los titanes puros, les protegían bajo la dirección de la sangre Reiss, aquellas líneas sanguíneas que se remontaban a Ymir Fritz, la suprema diosa que había sido bendecida hacia mucho tiempo atrás para proteger de los Titanes a la población restante.

Mentiras y más mentiras, aquello persistió durante décadas, milenios y siglos. Cuando aquella bestia aplastó su casa y solo quedó el cuerpo hecho puré de su madre en el lugar, la imagen de las entrañas, la sangre y la carne destrozada no se borró jamás de su mente. Sangrienta había sido su infancia. Incluso si esos seres inhumanos que comían gente sin compasión les habían atacado, ella ya conocía la maldad del mundo, desde pequeña involucrada con la gente que para su desgracia podían ser tan crueles e inhumanos como los Titanes. Una infancia plagada de hostilidad y experiencias demasiado prematuras para alguien tan joven como ella, claro eso no importo a su padre, jamás, el deseaba que se hiciera fuerte lo más rápido posible. "El mundo te necesitará un día, tengo que prepararte para que puedas sobrevivir" había sido su lema de entrenamiento o más bien su domesticación que la marcaría de por vida.

¿Como había huido?, un soldado que pasaba por allí las tomó a ella y a su medio hermana menor, las llevó hasta las barcas que escapaban a Rose. Su hermano se encontraba en el sur en ese momento y su padre dentro de la capital real. Por lo que les tomo un tiempo enterarse del horrido día que el mundo miro más allá de las murallas y ardió en el infierno que encendió las almas de los que encontraban más allá de los muros un mundo lleno de libertad. En Rose se reunió con su padre y hermano y pronto se movieron a una buena residencia dentro del distrito Trost, aún viviendo bajo comodidades mientras todos los demás estaban sufriendo por tan solo un puesto dentro de las murallas, luchando por sobrevivir y comer un poco; la gente moría por el escaseo de la comida y la pérdida de territorio aumentó la pobreza, no había suficiente espacio, dos años más tarde intentaron recuperar la muralla María, una táctica para eliminar población, se perdieron la vida de casi la mitad de los refugiados, ancianos y adultos mayores sobre todo. Ella pudo vivir bajo la comodidad aún, casarse y engendrar, tomar la vida que cualquier mujer dentro de las murallas desearía, incluso ese instinto a ser lo que su madre había sido la atacó, ella nunca planeó convertirse en soldado. Fue su padre quien la inscribió y la arrojó al matadero con la orden. " Si no luchas por un puesto entre los diez mejores.... seras un sacrificio más para la legión", solo así logró salvar su vida. Había muchos como su hermano, que nacían con el talento natural a arriesgar sus vidas y sobrevivir en el intento, a cometer casi un suicidio voluntario para atacar a las bestias que no los dejaban vivir. Su hermano era ese valiente estupido que deseaba atravesar las murallas y ver el mundo, no a través de un muro, si no realmente al otro lado de la distancia que los dividía del paraíso y el mundo real. Ella por su parte después de ver como su madre era aplastada y como sus órganos se esparcían por el suelo como si aplastaras un pan o un pedazo de carne, le dejo en claro una cosa, ella no quería volver a enfrentarse o si quiera ver a uno de esos; podían llamarla cobarde pero ella estaba feliz viviendo, tenía muchos sentimientos egoístas entonces y aunque aveces también recordaba aquellos días como la temporada donde lo peor que podía pasar era que un enorme titán aplastará otra ciudad, uno sin inteligencia, sin capacidad de hablar, sin una misión. Solo haciéndolo inconscientemente como un instinto, ahora claro ese ya no era problema pues habían cosas peores del otro lado del muro.

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