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Generación Corrompida

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Generación Corrompida


La rabia aún la tenía envuelta mientras preparaba su arma cambiando los cartuchos, un enorme estruendo sonó dentro del edificio donde se suponían estaban los tiradores, ella salió arrojada por la explosión hasta el otro lado de la calle, chocó contra una pared al ser lanzada. Pero aún la adrenalina la recorría haciendo que volviera a levantarse de nuevo, sacudió su ropa antes de escuchar un grito al final de aquella calle. ──¡Megara Oslo!, ¡Aquí! ──la castaña cobrizo giro su cabeza en dirección del grito y encontró al hombre que más detestaba en ese asunto, ahí estaba el amigo de su padre, el estupido que la hizo sentir una niña tonta cuando era una infante──. ¡Tu!.... ──reclamó acercándose cojeando levemente, apuntó con el arma hacía la cabeza del hombre──. Lucha de manera justa Megara, tu y yo, en una pelea de verdad.

Declaro el adulto blandiendo su espada, Megara saco su propia espada dada cuando recibió el equipo de maniobras, el brillo de los filos de las hojas hizo notar a ambos en medio de la pronta pelea.

El metal chocó entre si mientras el estruendo se hacía presente, Megara alzó su espada lo suficiente para lograr desestabilizar la posición de su oponente. Aquel hombre sonrió de lado mientras ella entrecerraba los ojos y soltaba una patada también, si había algo que sabía muy bien era mezclar la lucha y las espadas, alguna vez había tenido que pelear contra maleantes, tal vez no tanto contra titanes, pero si contra antiguos ladrones o criminales como el que en ese instante tenía enfrente.

El parecía tan seguro de sí mismo que olvido quien la había entrenado no le costó demasiado derribarlo y en cuanto lo hizo el borde entre su raciocinio y su locura se disparó aún más, ella se lanzó contra el, la espada ya había volado lejos y también lanzó la suya propia mientras mantenía inmovilizado con su propio peso a aquel hombre. ──Nada aquí es justo contigo, nada aquí será justo contigo ahora, no fuiste justo con mi madre tiempo atrás y no tienes el derecho a pedirme que yo lo sea contigo, si hay alguien a quien de verdad odio con mi vida, eres tu ──casi dijo entonces entre dientes mientras empezaba a golpear el rostro del hombre una y otra vez, repitiendo los patrones de lo que su familia alguna vez le había enseñado, cada golpe era pesado y podía escuchar la piel resquebrajandose contra sus puños, sonaba como cuando golpeabas un gran pedazo de carne cruda, ella estaba ahí perdiendo todo el control en medio de una batalla, una que no espero sería testigo, golpeando una y otra vez a ese hombre que hizo daño a su madre de niña o al menos lo intento, que alentó la locura de su padre y quizás la suya también.

Alguien tan vil y cruel que apartaba a un verdadero padre de su adorada hija, un hombre que deseaba matar a todos los que no estaban de acuerdo con el régimen de los restauradores de Eldia, lo repudiaba con su alma, más que a nadie. El cuerpo de el ya ni siquiera se movía, no lo había hecho desde que cayeron al suelo, Megara accidentalmente los había avalanzado contra una parte rocosa del suelo y el tipo se había volcado en la parte llena de piedras más afiladas, lo cual le dejó inmóvil por el shock y con los golpes de la castaña cobrizo el ataque fue mucho peor, el rostro estaba todo irreconocible, magullado al igual que las manos de Megara, de verdad quería que fuese miserable en algún infierno que se la pasara retorciéndose cada que recordara quien fue quien le arrebató la vida y porque, la sangre se desplomaba del rostro hecho completamente una plasta de moretones gigantes, y varios rastros hundidos en la cara, tal vez se había desangrado de la cabeza hasta morir en un derrame cerebral, tal vez había muerto por el dolor de exponerse a golpe tras golpe cualquiera de los dos, había sido provocado por Megara y su brutalidad. Ella miró la espada a lo lejos y sus puños ensangrentados antes de perderse en sus memorias sabiendo a dónde se estaba yendo.

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