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Dorado como el oro

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Dorado como el oro

Incluso después de lo sucedido si Historia estaba en todo su derecho de expresarse no podía evitar sentir pena y vergüenza por el desplante y la imagen tan imprudente de si misma que había dado.
No podía mirar aquellas orbes doradas como el oro como lo había hecho otras veces, evadia la mirada tan preocupada de aquella mujer y pasaba de largo cuando estaban cerca la una de la otra.

Quizás parte de su furia por lo que había hecho el día anterior.

Quizás el temor a ser abandonada por esa preocupación tan longeva que extrañaba.

Tenía ganas de llorar de nuevo pero esta vez por la frustrante necesidad del miedo a ver algo más dentro de aquella chica, un reemplazo a lo que había sido Ymir, ella no merecía ser usada así y Historia debía controlar el vicio de querer buscar un remplazó de la pecosa. Era su escolta, una compañera que estaría con ella quisiera o no, que no podía dejarla, Frieda la amaba y debía admitir que esa cercanía entre su hija y la capitana le permitía estar tranquila con lo demás. Aquel era el día, un día cercano al otoño ya, había comprado las flores de Jacinto y algunos narcisos envueltos dentro de papel blanco. También había comprado un ramo de rosas y estaba preparada para salir. La princesa estaba con su institutriz bajo el cuidado de a quien consideraba el mejor de las opciones para salvaguardar su seguridad, el segundo al mando del grupo de protección escogido por la capitana Oslo, solo los mejores estaban dentro. Ella por su parte seguía siendo acompañada por aquella mujer, de semblante serio pero sin mucho disimulo de la preocupación, tendría que hablar tarde o temprano con ella. Pero no ese día, ese dia necesitaba llevar tributo a los que habían sido más que aliados y compañeros. La carroza salió de la capital real hasta Trost, iban al cementerio del distrito. Hacía algo de frío pero no fue problemático. Al menos no para historia que llevaba consigo un abrigo acogedor de color blanco sobre el uniforme oficial de Paradise, uno que siempre portaba por precaución y por el simple hecho de que parecía más cómoda con el mismo que con los vestidos que tenía guardados diseñados para cuando estuvo de por medio de su embarazo. Cuando llegaron fue ayudada por Megara para bajar de la carroza como siempre hacia y se mantuvo cerca mientras se acercaba a las tumbas de quienes más habían sido sus allegadas todo ese tiempo. Ymir y Sasha Blouse, ambas tumbas algo alejadas, no demasiado en realidad. Se quedó un corto tiempo inclinada sobre la tumba de la castaña amante a las papas mientras rezaba una oración por ella. Extrañaba su alegría, a pesar de que no habían sido cercanas, Sasha siempre había mantenido al grupo en optimismo, era arriesgada y quizás un poco atrevida, pero eso siempre fue una virtud para ella.

Dejo las rosas sobre la lápida y se dirigió con el ramo de Jacintos y narcisos hasta donde estaba la tumba de Ymir mirando bien al suelo donde una tumba vacía yacía, no había recuperado nada de la chica, por más que quisiera verdaderamente enterrar algo de ella. Pero al menos saber que podía tener un lugar a donde volver a recordarla aliviaba el peso del terreno vacío en su corazón.

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