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 Espinas en las flores

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Espinas en las flores

Robert Oslo nunca había sido alguien afectivo durante sus años de infante, su primera idea de una vida perfecta fue conseguir un puesto en el ejército, casarse y engendrar hijos, claramente eso había hecho y allí estaba ella siendo una de sus hijas reconocidas dentro de las ramas familiares de los Oslo. Siempre insistió en que debían ser alguien en el mundo para valer algo, para ser necesarios en la vida. Claramente ella y su hermano mayor siempre tomaron aquello como insistencia necesaria.

Por eso se había convertido en una cadete de Élite dentro de la policía militar, por eso había abandonado su debilidad y había asimilado que la vida no era totalmente color de rosa. Sin duda uno de los golpes más fuertes que vivió su padre fue la muerte de su hermano mayor. Era como si perderlo durante aquella batalla lo hubiera devastado más que nunca, incluso se había mostrado más afectado que cuando ella le dijo que habían aplastado a su madre.

Después del funeral no volvió a ver a Robert por ningún lado, transcurrieron tres años donde su padre sólo se comunicó con cartas y regalos caros para compensar lo demás, pensó que tal vez ya no tendría que cruzarse más familiarmente ante el, pero no fue más que un vago deseo que no se hizo jamás realidad, su padre regresó, unos meses antes de que lo ascendieran a Mayor de las fuerzas militares, tomando un puesto cercano a la reina, el regreso y atravesó la puerta de su oficina en los departamentos militares para entregarle su regalo de cumpleaños número 25, claro que eso la sorprendió y aun más, el verlo después de tantos años fue impresionante para ella, demasiado si lo meditaba bien.

Desde entonces parecía como si no hubiera ocurrido nada al rededor de ellos, como si en esos tres años no la hubiera ignorado. Nuevamente a diestra y siniestra recibió continuas órdenes con respecto a su trabajo y vida, también lo había hecho con Giselle, la furia que recorrió los mismos ojos que le habían mirado inexpresivos en el pasado, casi atravesaron el alma de Gigi cuando la chica dijo que se casaría y además que habría de tener un bebé con uno de los embajadores de la isla.

Aún podía sentir su propia sangre helar bajo su piel cuando recibieron las dos aquel frío en los llameantes ojos de su padre.

──Megui, ya está listo tu transporte... Gracias por venir a visitarme ──su hermana atravesó la puerta de la sala para indicarle, era de noche por lo que pasaría cabalgando gran parte de la misma.
──No es nada Gigi, ya sabes que si te sientes sola puedes venir a la residencia que tenemos en la capital real, padre y yo nos quedamos allí de vez en cuando, nos la presta el gobierno por trabajar cerca de la reina  ──aclaro la joven──. Creo que padre no me querría allí, además estoy cómoda en mi casa y....

Su hermana se desvaneció por los suelos al completo, eso asustó bastante a Megara que grito el nombre de su pequeña media hermana y así mismo la sostuvo mientras entre exclamaciones claras pedía a Ponce y Margarita que llamaran a un médico. De repente su hermana había caído, así como si nada.

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