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*POV: Yuzuru.*

El rostro de Javier cuando le dije que me quedaría en su casa había sido una de las imágenes más hermosas que había visto

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El rostro de Javier cuando le dije que me quedaría en su casa había sido una de las imágenes más hermosas que había visto. Lucía como un niño pequeño al que le permiten quedarse a ver la televisión por una hora más en la noche, como un adolescente al que le dicen que ese día no habrá clases porque están canceladas por una nevada, como si el simple hecho de dormir conmigo fuera parecido a un viaje a Disneylandia. 

Tras haber cenado juntos después de follar por segunda vez en aquel sofá sentí un tremendo cansancio producido por mis dos semanas intensivas de estudio donde la media de horas de sueño habían sido un máximo de tres. Mientras veíamos un programa de variedades en la televisión me quedé apoyado en el hombro de Javier con los ojos cerrados y escuchando de fondo las voces de los presentadores que cada vez se iban alejando más, convirtiéndose en lejanos ecos. Él se dio cuenta al momento de que necesitaba dormir no sin antes pasar por un buen baño. Los dos apestábamos a sexo.

-Yuzu... ¿estás dormido?.-

-Mh.-

-Yuzu... hay que ducharse antes de dormir.-

-Mmm...- Asentí débilmente pero sin moverme del sofá ni un milímetro.

-Venga, yo te ayudaré si estás muy cansado.-

Javier apagó la televisión y me ayudó a levantarme agarrándome de la cintura, y yo simplemente me dejé llevar mientras me frotaba los ojos con los dedos. La idea de ducharnos juntos me produciría una emoción desmesurada si no fuera porque lo único que me apetecía más que follar con él de nuevo en otra zona de su casa era dormir. En cuando llegamos al baño comenzó a desvestirme a la vez que yo le observaba con los ojos entrecerrados. Se le veía calmado e inmensamente feliz. Sólo me estás desvistiendo Javier, tan poco es para sonreír de esa manera...

El agua sobre mi cuerpo me despejó por un breve período de tiempo. Javier se encontraba detrás de mi espalda, masajeando mi cabeza llena de champú mientras canturreaba una canción en español. Para mis oídos oírle cantar era como una agradable nana. Yo tenía la cabeza gacha mientras el agua que caía sobre mí a media potencia me aclaraba los restos que pudieran quedar de espuma. Noté cómo Javier besaba el hueso sobresalido que había entre mi cuello y el comienzo de mi espalda y no pude evitar suspirar. Estaba tarareando y besando a la vez toda mi piel expuesta ante él y mi corazón se sintió lleno de felicidad. No quería tener que volver mañana a mi casa, quería poder experimentar sus dulces gestos hacia mí todos los días, quería vivir con él a pesar de conocernos solo de unos pocos meses. Me sentía tan vacío cuando no estaba con él que era un sentimiento casi insoportable de digerir.

Aun con los ojos cerrados seguí notando sus manos resbaladizas de gel viajar por todos los rincones de mi cuerpo. Ese olor cítrico y mentolado de la marca que usaba Javier relajaba mis sentidos hasta tal punto que podría haberme quedado degustando los suaves masajes que estaba recibiendo y quedarme dormido de pie como las jirafas. 

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