13.

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*POV: Javier.*

Creí haber sido suficientemente claro con mi mensaje pero Yuzuru no paraba

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Creí haber sido suficientemente claro con mi mensaje pero Yuzuru no paraba. No paraba. Cada día recibía un mensaje nuevo de él, ni siquiera tenía la intención de leerlos. No quería saber qué es lo que me quería decir pero no quería escucharle, no quería volver a verle aunque ciertamente me dolía un poco el pecho por hacer efectiva esta decisión. Habíamos pasado demasiados momentos entre los dos, y a pesar de todo el daño y todas las mentiras, una pequeña parte de mi corazón le echaba de menos. Por eso mismo decidí buscar consuelo en la única persona que me quedaba en la ciudad; Miki. 


Por suerte su compañía me distrajo lo suficiente para no pensar en él. Hasta ayer.

Me encontraba jugando a la consola ensimismado en pasarme la misión del Call of Duty. El sonido del timbre de la puerta llamó mi atención pero como no esperaba ninguna visita aquel sábado decidí ignorar los timbrazos. Pero llegado el momento aquel sonido incesante se volvió casi insoportablemente molesto. La persona que estaba llamando a mi puerta no se daba por vencida por lo que dejé en pausa el juego y me dirigí allí. En cuanto abrí levemente la puerta vi su rostro y cerré rápidamente en el acto. ¿No le había dejado claro que no quería que viniera a mi casa? ¿Acaso no me puse lo suficientemente serio con él?

El timbre seguía sonando y su voz tras el muro de madera que formaba la puerta resonaba en mis oídos como una pesadilla.

-Habi, ábreme. Tenemos que hablar.-

Me quedé con la espada apoyada en la puerta, aguantando la respiración como si eso sirviera de algo. Ya me había visto, sabía que estaba en casa. Estaba acorralado. Quizá se cansaría de llamar y con suerte se iría y me dejaría en paz... pero no fue así. Ya no sonaba sólo el timbre, también llamaba con los nudillos. Márchate de una vez, no compliques más las cosas.

-Habi, deberías dejarme pasar, es importante. Lo digo en serio, no me iré de aquí hasta que hablemos.-

Chasqueé con la lengua y me rendí a su insistencia. Con los niños pequeños es imposible razonar.

-¿Qué quieres?.- Le pregunté asomando mitad de mi rostro tras la pequeña abertura de la puerta.

-¿Puedo pasar y te lo explico o prefieres que hablemos de esta forma y tus vecinos se enteren de todo? A mí me da igual.-

-Tú ganas... pasa.-

Dejé que entrara a casa mientras él sonreía abiertamente y sin ningún tipo de remordimiento, como si no hubiera pasado nada entre los dos. Yo en cambio le miraba con seriedad y cautela, esperando que aquella visita durara lo más breve posible.

-Hola Effie, cuánto tiempo, ¿me echabas de menos? porque yo a ti sí. Sí sí, eres una bebé, sí.-

-Dime qué es lo que quieres y lárgate.- Le dije con rotundidad.

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