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*POV: Yuzuru.*

Las piernas temblando, las manos sangrando

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Las piernas temblando, las manos sangrando.

La mente humana tiene una media de 48 pensamientos por minuto. Para mí con 5 segundos fue más que suficiente para ver cómo mi vida se desmoronaba. Pasamos mil veces frente a las mismas cosas, donde nos acostumbramos a ellas pensando que serán siempre eternas. Hasta que un día, de pronto y por casualidad, ya nada es igual.

Miré a Javier encima de la camilla con el collarín puesto, vendas en la cabeza y un sin fin de goteros que conducían todos a un mismo destino, la vía intravenosa en el dorso de su mano. Ya había usado mi inhalador antes de que la ambulancia llegara, entre la preocupación de los transeúntes y con su cuerpo inconsciente entre mis brazos. Aquel ataque de asma había sido bestial, diferente a todos los que había padecido a lo largo de mi vida. Y ahora, de camino al hospital, volví a sentirlo. Sin aire y con las lágrimas taponando mis ojos. Era una clase de dolor diferente, del que no solo adormecía el cuerpo, sino también el espíritu. Quebraba fortalezas, me dejaba reducido a nada y alentaba la teoría de que existen cosas de las que jamás te recuperas.

Después de aquello todo fue como si el mundo girara a mi alrededor a una velocidad vertiginosa. Como una película a cámara rápida. Uno yendo al quirófano, otro a la sala de espera, pero ambos perdiendo la vida sin saberlo por el camino. Tras unas horas el doctor salió por la puerta y me dijo que dentro de la gravedad Javier se encontraba fuera de peligro y que sería conveniente que me fuera a mi casa y regresara en unos días, dándome la esperanza de que a la vuelta todo estaría mejor. Pero fue una mentira endulzada. De todas maneras una parte de mí era consciente de que el destino estaba dispuesto a no dejarnos estar juntos de la manera en la que lo merecíamos. Al día siguiente al entrar en la habitación la blancura de ésta me golpeó los ojos como una luz brillante. Javier estaba tumbado en la cama, con una máquina respirando por él, con el brazo escayolado y un gran vendaje envolviendo su cráneo. El médico entró tras de mí y aguantándome las ganas de llorar le hice una reverencia como saludo.

-¿Es usted familiar del Sr. Fernández?.- Preguntó

-No, él... no tiene familia aquí, están todos en España.-

-¿Y usted es?.-

-Un amigo. Su único amigo...-

-De acuerdo, entonces te informaré a ti. Fernández-san ha sufrido un shock traumático importante pero hemos conseguido estabilizarlo. Ha sufrido un gran traumatismo en la cabeza, tuvimos que tratar la inflamación intracraneal con un coma inducido pero me temo que aunque haya mejorado aún no ha despertado..-

-¿Y cuándo despertará?.- El miedo se podía percibir en cada sílaba que salía de mi boca.

-No lo sabemos. Todo dependerá de cómo evolucione. Lo siento mucho.-

El doctor se fue con la mirada triste dejándome a mí desolado en esa habitación, acompañado únicamente de los ruidos de la máquina y los pitidos de su frecuencia cardiaca. Me acerqué lentamente a él y ni siquiera me atreví a tocarle, mis manos todavía temblaban igual que después del incidente.

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