12.

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*POV: Javier.*

No podía creérmelo

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No podía creérmelo. En todo este tiempo Yuzuru me había mentido sobre su edad. ¡Me había estado mintiendo durante todo este tiempo! ¿Cómo pude estar tan ciego? ¿Cómo no pude darme cuenta... de que era sólo un niño?

-Fernández-san, ¿se encuentra bien?.-

-Yo... eh... no, la verdad es que no.-

Un dolor indescriptible me había azotado la boca del estómago y mis compañeros y mi jefe me miraban extrañados ante mi repentino cambio drástico de salud. Necesitaba beber algo de agua o iba a desmayarme allí mismo.

Me disculpé ante ellos y le pregunté al director del instituto dónde se encontraba el baño. Tenía que refrescarme la nuca, la cara, la garganta, las ideas... Dios mío, era un pederasta. Me dirigí a los lavabos mientras el sudor ya corría por mi frente y en cuanto abrí la puerta aquel dolor de estómago volvió a mí, punzante y doloroso como una espada. Allí estaba él, bebiendo agua del grifo. Por suerte no había nadie más.

-Tú...- Le dije cerrando la puerta.

Yuzuru se giró para mirarme. Su expresión era un cúmulo de sorpresa y culpabilidad.

-Habi-kun, puedo explicártelo.-

-¿Explicarme qué? ¿Eh? ¡QUÉ! Maldito niñato de mierda, ¿eres consciente de lo que has hecho?.-

-Habi...- Dijo acercándose lentamente a mí, suplicando en sus palabras un mínimo de perdón.

-No quiero oír nada que salga de esa boca tan sucia y mentirosa que tienes. ¡Y no te acerques a mí!.-

Le empujé cuando estuvo lo suficientemente cerca para ponerme más nervioso de lo que ya estaba. Tras sus cristales veía reflejado en sus ojos un brillo que avecinaba lágrimas pero ese chantaje emocional no iba a funcionar conmigo. Él se agarró fuertemente con una mano a uno de los lavabos y agachó la cabeza avergonzado. A pesar de la postura de su cabeza pude apreciar cómo se mordía los labios. Aquellos malditos labios...

-Cuántos años tienes.-

Yuzuru no contestó. Ante su silencio me acerqué a él y apretándole con violencia de la barbilla le levanté el rostro para que me mirara directamente a los ojos. Si había tenido el valor de mentirme durante tanto tiempo para usarme a su antojo también tenía que tener valor para decirme la verdad aunque le doliera a él más que a mí decirla.

-¡Te he preguntado cuántos años tienes! ¡Contéstame!.-

-Dieciséis...-

-Dios mío... dios mío.- Me tambaleé levemente apoyando mi espalda por el camino en la puerta de uno de los cubículos de los retretes. Tragué saliva. Nueve años mayor que él, esto era una locura. Una horrible horrible pesadilla. -Eres un niño...-

-No soy un niño.- Dijo con firmeza en sus palabras. -Cumpliré diecisiete el mes que viene.-

-¿Cómo? ¿Encima te estás riendo de mí?.-

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