Diego

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Ya paso un tiempo desde la última vez que decidí salir.

Los días han sido raros por el mal clima, la contaminación, la sequía... El clima es muy cálido y demasiado frío en un mismo día.

¿Como estará el clima en otro lugar?

¿Mamá lo estará pasando bien?

¿La abuela y ella estarán discutiendo o teniendo una de esas incómodas comidas en silencio?
Donde ninguna de las dos está dispuesta a hablar pero saben perfectamente lo que dirán.

Intento imaginaras sentadas en el comedor. Intercambiando pequeñas miradas pero sin decirse nada.

Es difícil creer que ellas tenían una mala relación, siendo madre e hija.

Con o sin una buena relación seguían teniendo un vínculo fuerte y extraño. Ellas podían entenderse sin hablar, tal vez incluso sin mirarse. Sólo estando una junto a la otra.

Sus fotos siempre deben estar juntas.

Me apresuró a limpiar el viejo mueble  de la sala, el polvo se acumuló al punto de ocultar el color de la caoba. Mi abuela odiaria eso.

Acomodo las fotos en orden. El mismo de siempre, mi abuelo y mi tía juntos, mi abuela y mi mamá van al centro entre las flores de tela y Orion elige las cortinas. Las que en algún momento fueron verdes.

Ha pasado un tiempo desde que salimos.

Hace frío.

Orion camina frente a mi, sabe perfectamente a donde vamos.

Adoro verlo caminar.

Parece tan ligero, caminando con elegancia, con la cola y la cabeza levantadas, dando pequeños brincos de vez en cuando, ignorando todo a su alrededor.

En realidad adoro todo de él. Me pregunto si el pensara lo mismo de mi.


Después de unas horas, Orion se sienta en una esquina. Mira a su alrededor y después a mi.

Es aquí.

Un cruce de calles un poco lejos de casa, 9 esquinas encontrándose en un solo punto central. Venimos aquí una vez al año, por la fecha especial. Mamá y yo solíamos venir aquí a comprar cuernos de chocolate. Nos sentabamos en la fuente y después solo regresábamos a casa. Una vez la abuela vino con nosotros. Nos sentamos en la fuente como siempre pero esta vez había algo raro. Algo nos seguía, pero pronto se convertiría en alguien.

La abuela tenía como un sexto sentido para esas cosas, por eso lo notó antes que nosotros.

Se sentó junto a nosotros un enorme y gordo gato gris. Nunca había visto a la abuela sonreírle a algo de verdad, pero lo vi ese día. La abuela tomó en sus brazos al gato y el gato solo se dejó llevar. Mi madre sonreía ante la escena.

Ese día regresamos a casa con un gato nuevo. No tenía nombre, pero sabíamos perfectamente quién era. Tiempo después supe lo que significaba para la abuela: Era su pequeño y gordo regalo del día de la madres. El regalo que mi madre le había dado.

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⏰ Última actualización: May 10, 2021 ⏰

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