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A R I E L  A R É C H I G A

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A R I E L A R É C H I G A

-Este es el gat..

-No estoy tan pendeja, si se donde van las balas y donde se le jala para disparar, tonto.-Hable mientras que el fruncía el entrecejo y me miraba negando, después de eso, miró hacia otro lado mientras que el sol pegaba sobre nuestros cuerpos.

-Si ya sabes todo ¿Para que me andas diciendo que te enseñe a disparar, tonta.-Murmuró en todo sarcástico haciendo que yo rodara los ojos.-Si haces eso, te can a quedar los ojos blancos.

-Si, si, si como sea.-Hable mientras que me cruzaba de brazos viéndolo, mientras que mis pechos se miraban un poco más, haciendo que me pusiera incómoda.-¿Ya puedo?

-¿Si sabes que si algo sale mal automáticamente será mi culpa, sirenita?-Giré los ojos de nuevo.-Estoy hablando enserio.

-Y yo también Guzman, soy hija de el Chino ántrax y no se disparar, eso me hace sentirme inútil.-Murmure.

-Ya lo eres.-Rodé los ojos de nuevo.-¿Por que tanto empeño en que alguien te enseñe a disparar?

-Que te importa.-Me encogí de hombros y me fulmino con la mirada.-¡Esta bien!-Murmure.-¡Quiero saber algo de esto! Mi papá estaba metido y toda la familia también, es obvio que también terminará en esto ¿No?

-Tienes otra opcione..

-¡Tu también estás metido en esto por tu papa, Guzmán!-Hable mientras que me ponía de pie, acomodaba mi ropa de nuevo y lo miraba, le extendí la mano y el a regañadientes acepto, mientras que el muy en el fondo sabía que tenía la razón, los dos terminamos en esto solo por la familia.

-Abre la piernas.

»Ay wey.«

-¿Eh?-Hable mientras que miraba la arma para evitar hacer contacto visual.

-Que abras las piernas, sorda.-Me arrastró de la mano hacia enfrente de donde hacía unos costales a mi altura y me dejó ahí.

Abri las piernas un poco como me hacía dicho y suspire, mientras que no podía dejar de ver los finos detalles de la pistola que Ovidio me había entregado para que practicara hace alguna media hora en que discutíamos por algunas cosas que no venían a el caso, como mi relación con Helga y su familia.

Suspire y lleve mis manos a la arma, puse mi dedo anular sobre el gatillo y extendí estos, mientras que Ovidio estaba atrás de mi. Sentía su aliento chocar con mi cuello haciendo que me pusiera aún más nerviosa de lo que ya estaba por si alguien nos encontraba en medio de su rancho practicando cómo disparar, sabiendo que jamás habíamos pasado más de media hora sin discutir.

Cicatrices | Ovidio Guzmán | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora