Capítulo 1

1.1K 97 15
                                    

Alessandra

 
Cuarenta y ocho meses después…

 
—¿Se puede? —Asoma la cabeza Bianca entreabriendo la puerta de mi oficina.

—Sí —vuelvo a posar la vista en el portátil—. ¿Ha llegado alguna carta al buzón? —pregunto.

—Hace media hora.

Percibo sus pasos acercándose a la mesa de mi escritorio, mientras yo tecleo con rapidez. Necesito validar los últimos ingresos a Filabank, mi banco. Estos últimos meses he tenido demasiados pendiente, además tengo tres días sin ir a la sede principal y quiero darme una vuelta por allá, de momento estoy trabajando desde mi oficina en casa.

—Estás dos carta son para usted —Me la extiende.

—Déjala en el escritorio —pido sin dejar de teclear, termino el informe bancario, repaso el inventario que tengo en la otra ventana del navegador y le doy a enviar.

Suspiro dejándome caer hacia atrás en el sillón y masajeo mi nuca al tiempo que cierro los ojos.

—¡Que estrés! —susurro para mi. Abro los ojos dispuesta a leer las cartas que me ha dejado Bianca y la veo pegada al borde de mi escritorio con cara de circunstancia.

—Eh… ¿Todo bien? —indago rasgando el sobre, sin dejar de mirarla.

—No, este no quiero sonar abusiva señora, sé que tengo un buen sueldo, pero me gustaría saber si me puede dar un adelanto del mes que viene —pronuncia contraída—. Tengo unos problemitas personales y necesito que me adelante algo, si es posible.

Alcanzo la chequera y el bolígrafo.

—Sí —Voy a firmar el cheque, pero me detengo.

—Voy hacerte una transferencia, no te preocupes. Y tómalo como un apoyo de mi parte.

La siento respirar trémulo, más relajada.

—Gracias —evoca contenta—. Por cierto, el almuerzo ya está listo.

—No hay de que, ahora voy  —la observo cuando ella se gira para irse y vuelvo a posar la vista en la portátil.

—Bianca —la llamo—. ¿Sabes si Eleonora y Anastasia están?

Medio sonríe más confiada.

—Anastasia dijo que no vendría a comer, tiene práctica de violín con uno de sus amiguitos, se quedara en casa de los Caruso. Y la niña Eleonora está arriba con la tutora.
Asiento.

—Vale, supongo que comeremos, Eleonora, Jayden y yo.

—Bueno, de hecho el señor no está, salió hace una hora, dijo que se le presentó una urgencia y que vendría para la cena —informa.

Asiento pellizcándome el puente de la nariz. ¿Qué le costaba pasar a avisarme?

—Vale, entonces Eleonora y yo —insto—. Ahora voy.

Ella asiente y sale. 

El teléfono suena y veo que es de Filabank. Descuelgo al instante, sostengo el teléfono con el costado de mi cara y el hombro al tiempo que reviso y borro los correos que me llegan al buzón de spam. Termino de atender a un cliente que tuvo un inconveniente en sus últimas transacciones, unos minutos después y todo resuelto, cuelgo.

Vuelven a tocar y me incorporo arreglándome la falda.

—Ya voy Bianca —me inclino para darle a la ventanilla de apagar el portátil, entonces escucho que la puerta se abre de igual forma. Alzo la vista.

Desenfreno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora