Capítulo 17

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Alessandra

 
 


Sigo los pasos de mi marido por el pasillo yendo detrás de él.

—Quería comentarte algo —susurro asustada—. Mañana iremos almorzar con mi padre y mi hermano.

No recibo respuesta por su parte y si la ha dicho no he escuchado bien.

Se adentra a la habitación sin ni siquiera mirarme y deja la puerta abierta para mi.
Cierro la puerta a mi espalda, Jayden se detiene  frente a una cama grande con sábanas negras de seda, todo parece que ya estaba preparado. ¿En qué momento organizó todo?

—Mañana tengo que trabajar —balbuceo mirando a todos lados—. Tengo que estar sentada mucho rato en el…

Se gira a mirarme y dejo de hablar en el acto.

—A la cama —puntualiza.

Me mojo los labios y miro a donde me ha dicho. Me muevo con recelo y me siento  con cautela.

—Estaba preocupada por ti —hablo queriendo tantear el ambiente.

—Ah ¿Sí? —Cuestiona, pero sabe que es cierto. Asiento.

Se queda mirándome y luego procede a buscar algo en un cajón.

—En ropa interior y con el culo en pompas —ordena.

De repente se me agita el corazón sobremanera. Me incorporo como quien no quiere la cosa y me empiezo a desnudar.

—¿Qué vamos hacer? —finjo inocencia con una voz temblorosa.

No me responde y se empieza a desvestir él también.

En ropa interior subo a la cama, primero me pongo de rodillas sobre el colchón, luego encorvo la espalda dejando las nalgas en pompas con la mejilla pegada al colchón, y  las piernas ligeramente separadas. Mi cuerpo está confundiendo la situación, tengo el corazón en la boca y a la vez un cosquilleo extraño proveniente de mi sexo.

Cierro los ojos cuando lo siento acercarse. Y casi al instante unos dedos apartan la tela de mis bragas. Me quedo quieta, con los sentidos alertas, mientras sus dedos acarician mi centro. Suspiro. Y como si fuese un castigo se aleja.

Medio giro la cabeza cuando escucho el sonido de un cubo y por el sonido puede que contenga hielo.  Clavo mis dientes en mi labio inferior cuando algo frio rosa mi sexo suave y homogéneo sobre la tela.

—¿Por qué eres tan desobediente? —pregunta con un matiz ronco.

Siento como vuelve apartar la tela de mis braguitas hacia un lado, y deja que el hielo se pasee por mis pliegues.

—¿Por qué? —su pregunta se ha vuelto mas seria y me obligo a responder.

—Trato de no serlo.

El cubito de hielo gotea sobre las sábanas mientras él lo frota, y no es para menos estoy tan caliente que debo arder y todo ese calor lo está recibiendo el pobre hielo.

—Pues no lo consigues —sisea.

—¡¡Ahs!! —Un azote repentino aterriza en mis nalgas, ha picado y calentado esa zona al instante.

Mis uñas apretando las sábanas.

—Voy a volver a preguntártelo —recalca—. Cada mentira será doble.

¿Qué se supone que deba responder?

—¿Por qué eres tan desobediente? —vuelve a preguntar.

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