Capítulo 13 |Maratón 2/3|

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Franco


Miro a Anastasia con la sonrisa mas idiota que puedo tener, me explica que ha querido venir conmigo y sonrío mas. Aquí tengo todo lo que quiero: ella.

Me sorprende que después de lo enfadada que estaba mi cuñada la haya dejado acercarse a mi. Pero me satisface.

—Entonces Eleonora se fue con sus abuelos y tu has querido estar conmigo —resumo.

Asiente.

Parece que los dioses están de mi lado; acaba de decirme todo esto inocentemente y es una información que podría usar a mi favor: buscar a los padres de mi cuñada, quitarle a mi sobrina y llevársela a mi padre; también llamar a Fabio y decirle que Jayden ha salido del monasterio (todos sabemos que ira por su cabeza). Recibir el dinero que me ofreció y huir con Anastasia, lo tengo todo en mis manos. Sin embargo, no lo haré. No quiero estar en está mierda solo quiero una cosa: a ella, la chica que tengo frente a mí luciendo encantadora e inocente.

Me incorporo y me arrodillo frente a la cama donde esta Anastasia ubicándome en el bordillo entre sus piernas.

—¿Conoces Cuba, República Dominicana, Puerto Rico?  —pregunto sujetándole la mano. Ella niega—. Son paraísos, ven conmigo a cualquiera de esas islas y hagamos nuestras vidas.

Anastasia pestañea suave y desconcertada.  

—Le prometí a mi madre que no haría locuras no quiero que deje de confiar en mí —se niega.

Tuerzo el gesto desesperado y desencantado.

—Mira —le sujeto la cara con ligera firmeza—. Las cosas se están poniendo feas aquí, quiero que los dos salgamos de todo esto. ¿Dime, quieres salvar a tu hermanita y a tu padre?

—¿Qué? — balbucea confusa.

—Con la información que me has dado puedo hacer una llamada y que no lo vuelvas a ver jamás ¿quieres eso? Quieres que tu madre se quede sola —tanteo con mi segundas intensiones.

—No…

—Entonces ven conmigo.

Baja la vista al suelo como si se sintiera derrotada. Detesto presionarla y ver esa mirada acorralada en sus ojitos, pero la necesito conmigo.

—Y si no quiero —su voz se rompe y empieza a sollozar asfixiada—. No quiero dejar a mi madre. Tampoco quiero que le pase nada a mi hermana y a mi padre.

El verde claro y brilloso de sus pupilas se ha vuelto oliva oscuro, su mirada es suplicante y su cara la de un corderito indefenso. Me maldigo por tenerla así, pero a veces hay que forzar a la felicidad y mi felicidad se llama Anastasia.  Coloco mis manos en su muslo.

—Ya no eres una niña, eres una mujer —me odio por tener que sonar así.

—Pero…

—¡Pero necesito que te decidas ya!

La miro fijamente, pero no dice nada.

—¿Los volveré a ver?  —solloza, una lágrima veloz atraviesa su mejilla—. ¿Volveré a ver a mi familia?

—En unos años quizás….  —tanteo.

Hace silencio por demasiado tiempo, Alessandra la ha tenido muy sobre protegida y estos son los resultados.

—No puedo —se lamenta. Hace un puchero y creo sentirla negar con la cabeza, temblando. Me mira con cara de disculpas.

Suelto un exagerado suspiro.

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